Nuestro país, este país, es la Argentina que amamos y que por ello nos duele hasta los huesos.

El malestar profundo que nos acongoja no proviene de una mera distorsión coyuntural, presente sin duda en la intimidad de nuestras desgracias, sino de una profunda crisis estructural.

Maquiavelo dice que las personas sensatas que deseen conocer el futuro deben consultar al pasado, porque todas las cosas que suceden en el mundo, ahora se parecen a las precedentes.

Sin querer hacer revisionismo, no es ilógico suponer que la crisis de nuestra sociedad es no haber concretado un desarrollo capitalista autónomo que derribara el poder de la oligarquía latifundista y el de cualquier dominación extranjera. En cambio, este modelo del 80 consolidó a la Argentina en el capitalismo agrario dispuesto por Inglaterra. Mantuvo inalterable el régimen de propiedad de la tierra y dio todas las ventajas al capital extranjero. Estos sectores privilegiados de los monopolios, las oligarquías latifundistas, unen sus intereses en la producción de materias primas y alimentos para la exportación. Estos entrelazamientos de intereses de estos monopolios con la oligarquía financiera hacen que ramas enteras de la economía estén en un proceso de total dependencia extranjera. Esto atenaza la plena autonomía en las decisiones nacionales.

Esta crisis estructural no tendrá solución sin arrancar de raíz el dominio sobre los sectores fundamentales de la economía, como el régimen anacrónico de la propiedad de la tierra.

El campo es un bien que, a diferencia de los valores industriales, no fue creado por el hombre sino por la naturaleza.

Marx decía que inclusive dentro del marco de la producción capitalista, el terrateniente es una figura perfectamente superflua, un aborto parasitario.

En contra del criterio de que el régimen de la propiedad de la tierra es indiferente y que por lo tanto solo interesa la productividad, nuestro ejemplo más concreto es la Patagonia, que deriva de la persistencia de los latifundios.

Esta reforma agraria debe ser fundada sobre el concepto de la función social de la tierra. No es solamente la reforma agraria lo que necesita nuestro país. Indudablemente el campo como núcleo de una de las contradicciones estructurales de nuestra sociedad es el que requiere con mayor urgencia una transformación que necesitamos para recuperar la Nación para los argentinos. Nosotros queremos realizarla con la amplitud ilimitada del socialismo.

 

· Integrante del Partido Comunista de Rosario.