Desde Río de Janeiro
El intento de atentado en el aeropuerto de Brasilia que, caso resultara, habría provocado una catástrofe, hace que el final de este largo período desastroso en la historia brasileña sea todavía mas tenso.
El intento de atentado cayó como una verdadera bomba entre los brasileños. Todos se han planteado la cuestión: ¿qué pasaría si la bomba y el camión con explosivos hubieran explotado? Y qué pasaría con el país?
El terrorista, un empresario de Pará, que estaba en uno de los acampes en frente a los cuarteles, había participado en manifestaciones violentas en la capital del país. Hubo algunos intentos de invasión del Supremo Tribunal Electoral, en Brasilia, como protesta por la detención de un indígena involucrado en acciones terroristas.
Otras denuncias de presencia de explosivos en las cercanías de Brasilia confirman que el país cruza este período crucial pisando en un campo minado dejado por el gobierno que termina en pocos días, finalmente, su mandato. La cultura de las armas, promovida por Jair Bolsonaro, deja rastros que hacen temer las condiciones en que se dará la ceremonia de posesión de Lula da Silva el 1 de enero.
Los responsables por el evento, ya del gobierno Lula, se plantean revisar las condiciones de esa ceremonia. Se prevee la presencia de alrededor de 300 mil personas, llegadas de varias regiones del país. Estaba programado que Lula cruzara la Esplanada de los Ministerios en un coche descapotado. Que subiera la rampa del Palacio del Planalto. Todo ello ahora será revisado, después de descubrirse el intento de atentado.
Promover el pánico
El objetivo del terrorista, segundo sus palabras, era promover un pánico tal que se declarara un estado de emergencia, afectando las condiciones de la ceremonia. Que generara tales condiciones de inseguridad, que afectarían el clima político del comienzo del nuevo gobierno.
Las autoridades de seguridad de Brasilia, vinculadas a Bolsonaro, se mantienen completamente ausentes. Las del nuevo gobierno tienen que contar con la Policía Federal y con fuerzas militares, sobre las cuales la confianza que puedan tener es muy precaria.
Todo apunta a que Lula asumirá la presidencia de Brasil en condiciones institucionales precarias, además de las económicas y sociales. Gobernará con un aparato de gobierno heredado que está completamente permeado por los bolsonaristas y por una policía y Fuerzas Armadas que han sido complacientes con el gobierno de Bolsonaro.
El puente que cruza Lula para asumir de hecho la presidencia parece minado por distintos obstáculos. Aun mas cuando se supone que los terroristas seguirán hostilizando al gobierno con acciones en varias partes del país.
El gobierno de Lula
Mientras tanto Lula concluye la formación de su gobierno de 37 ministerios, donde tienen que caber los 15 partidos que lo apoyan. El eje central del gobierno está dado por ministros del Partido de los Trabajadores como, por ejemplo, la conducción de la economía, en manos de Fernando Haddad. En el ministerio de Relaciones Exteriores fue nombrado Celso Amorim.
Lula pretende empezar sus giras internacionales en enero, con viajes a Estados Unidos, China y a Argentina, reuniéndose con los presidentes de esos países, definiendo así las prioridades de su política internacional.
Los grupos de transición han propuesto las medidas de los primeros cien días de gobierno, asi como las medidas que el nuevo gobierno va a cancelar, incluídos el secreto bancario por 100 años que Bolsonaro decretó respecto a acciones que tienen a ver con su comportamiento y el de su familia.
Será un enero muy tenso, por las trasformaciones radicales que implican la sustitución de Bolsonaro por Lula en la presidencia del país.