En su texto de orientación para la próxima Jornada del Instituto Psicoanalítico del Niño, Daniel Roy afirma: “la crisis es un principio organizador de la familia”. Jacques-Alain Miller da una definición precisa de la crisis: “Hay crisis, en el sentido psicoanalítico cuando el discurso, las palabras, las cifras, los ritos, la rutina, todo el aparato simbólico, se demuestra súbitamente impotente para atemperar un real que hace lo que se le antoja. Una crisis es lo real desencadenado, imposible de dominar. El equivalente, en la civilización, de esos huracanes por medio de los cuales, la naturaleza viene a recordarle periódicamente a la especie humana su precariedad, su debilidad fundamental”.
Con la definición dada por J.-A. Miller de la crisis, la afirmación de D. Roy nos aleja inmediatamente de cualquier ideal de armonía familiar. Lo real está en el corazón de la familia. La insuficiencia vital del niño marcada por el significante y, por la misma razón, cortada de sus instintos, distorsionada en cierto modo, cae en una intención mental, abriendo el camino a la subjetivación como tratamiento de lo real. La familia es, por excelencia, un lugar de encuentro con lo real. Lugar de encuentro con la lengua traumática, que choca con el cuerpo y hace “resonancia” al goce, lugar de encuentro con lo que nunca se puede decir, el modo particular de goce de cada uno de los padres, el secreto llamado de familia, del cual solo se transmite el malentendido, lugar de encuentro con la no-relación sexual, la inadecuación irreductible entre el significante y el cuerpo.
¿Sobre qué se basa, pregunta Lacan, la relación con los padres?
En El Seminario, libro XVI, De otro al otro, Lacan nos dice que de lo que se trata “del padre, la madre, el nacimiento de un hermanito o hermanita para un sujeto, [...] toman significado y peso sólo por el lugar que ocupan en la articulación del saber, el goce y un determinado objeto”. El resorte de la biografía infantil, original, nos dice, radica en “la forma en que los deseos se presentaban en el padre y la madre, es decir, en la que ofrecían al sujeto saber, goce y objeto ‘a’”.
Por lo tanto, la familia parece necesitar de un anudamiento, (R.S.I. Real, Simbólico, Imaginario), de una construcción subjetiva, un modo de tratamiento de lo real encontrado por el niño. Cada sujeto, a partir de un encuentro contingente, construye su familia.
La declaración de D. Roy, “la crisis es un principio organizador de la familia” es una declaración poderosa, condensada y bastante enigmática. Llamativa porque agujerea el discurso corriente el cual le da un carácter de crisis a lo que no va y que cree en una posible resolución de la misma. Esta afirmación postula desde el principio que el campo del psicoanálisis no pertenece a la terapéutica. La crisis aparece ahí como un irreductible, surge para cada uno de una construcción singular.
Condensado porque ya hace oír la dimensión de anudamiento de la familia: lo real de la crisis, lo simbólico del principio organizador y el imaginario con la idea que cada uno tiene del otro. La familia es, por lo tanto, un arreglo en un contexto de lo imposible.
Enigmático finalmente, porque invita a desarrollarse: ¿qué es una familia desde el punto de vista del psicoanálisis lacaniano? ¿Qué es el parentesco? ¿Qué pasa con los cuerpos en la familia? ¿El objeto?
* Primera versión publicada en el sitio vitual Psicoanálisis Lacaniano.