El juego del equipo, el triunfo del equipo argentino, con la estrella del equipo que se funde con la luz de todas las luces individuales que brillaron y sumaron. El triunfo de lo colectivo, el colectivo triunfante, qué lindo y qué bueno. El equipo argentino jugó el Mundial con un juego extraordinario, limpio, seguro, inteligente, cada jugador en correspondencia con el otro, en connivencia, generando una corriente de fuerza que se veía vibrar, entretejer tramas de una resistencia que nunca se quebró. No hay que hacer más na, ni ir pa ya, ni pa ca, solamente hay que repetir el modelo del alma y el nervio colectivo de esta Selección Argentina. Fue lo que se dijo y se sintió y escuchó palabras más palabras menos (con las que todos nos enganchamos y repetimos) en esta Copa del Mundo ganada con sudor y lágrimas y sonrisas.
La red de relaciones bien nacidas entre los jugadores y la gente levó, empezó a hincharse al calor de los aciertos y de la hinchada que hinchaba y que desbordó lo imaginable, y que creció tanto que los días se duplicaron, por la intensidad,y las veinticuatro horas fueron cuarentiocho porque el tiempo de la alegría creció junto con la alegría misma inspirada en los pases, las gambetas, los gooooles. Lo que hinchó el corazón de todos se reforzó con el Messi que dormía abrazado a la copa del mundo, la copa del mundial del triunfo, el Messi del sur, el pibe Messi rosarino que la memoria de Rosario guarda cariñosamente, el pibe Messi pintado tantas veces en murales del barrio, su barrio aquel, el barrio del pasaje Lavalle, de la calle Estado de Israel, y al que Messi que llegó tan lejos, el conocido mundialmente héroe Messi, recupera cada vez que vuelve a visitar a su maestra de escuela primaria o a darse una vuelta con sus amigos de antes que siempre lo esperan en las calles sufridas del barrio del sur, una vuelta que dura hasta que Messi es sorbido, empujado fuera, por la fuerza de la realidad que lo envuelve y lo transporta al otro extremo de la ciudad y más allá, a otras luces que lo arrullan e iluminan el césped y las flores de la mansión Kentuky de veinticinco ambientes recién levantada en Funes, donde Messi acaba de llegar para disfrutarla unos días, para pasar las fiestas, para darse un par de chapuzones.
Di María es el pibe del barrio La Cerámica, el que empezó a jugar alentado por su papá, un jugador de fútbol frustrado por una lesión, y por su mamá que lo acompañaba con una puntualidad de acero, acompañaba a su hijo hiperquinético -después que ayudaba a su papá a repartir carbón- a El Torito, el club cercano donde aprendió a patear maravillosamente. Di María el de los goles inesperados, los que deja caer de su galera después de sacudirla y dejar al resto estupefacto. Hizo el mismo recorrido que el pibe Messi, los pies alados se detuvieron en Funes, en el umbral de una casa del mismo Kentucky, en ese paisaje sin murales futboleros que creció alrededor del casco de una vieja estancia rodeada de viejas especies de árboles que ahora arrojan su sombra al lago artificial.
Y el pibe de Pujato, Scaloni, que vuelve a Pujato a abrazar a su mamá y a su papá, vuelve a saludar a Pujato que lo recibe con las puertas abiertas , como cuando era chico y andaba por los patios vecinos pateando su pelota. Lionel Scaloni, la cabeza gigante de la selección, vive ahora en Mallorca, donde nació y vive su mujer, donde crece su familia nueva.
Messi, Di María, Scaloni, tres santafesinos que hicieron el viaje, que emprendieron el camino del héroe que siempre vuelve al origen, vuelve siempre transformado, haya concretado o no la hazaña que lo lanzó a batallar.
La scaloneta concretó la hazaña de repercusión en el mundo entero, el gran mundo bailó el 18 de diciembre con la scaloneta que se bailó todo e hizo bailar a toda la Argentina. La Alegría reinó en Argentina y su corona anduvo de cabeza en cabeza, se ajustó a cada una de los varios millones de argentinos que salieron a festejar y vivar el pais, el acontecimiento futbolero que despertó un entusiasmo explosivo y mundial de duración extendida. La Selección Argentina, con jugadores de tantas provincias, una Selección argentina y federal, tan argentina, tan federal.