Una siesta para la historia

En inglés los llaman quilt. Es lo que en castellano denominamos una colcha, un edredón, una frazada. Pero el quilt en la cultura norteamericana es también un arte democrático, una ventana dentro de las vidas de toda la gente que ha usado la confeccion y el bordado de cada una de esas piezas textiles a través de sus diversos contextos geográficos, políticos, sociales y económicos. O por lo menos eso es lo que cuentan los responsables del Museum of Fine Arts de la ciudad de Boston, que han acumulado un acervo de más de 300 de estas colchas. Allí se forjó la muestra titulada Fabric of a Nation: American Quilt Stories, que ha terminado girando por diversos museos de los Estados Unidos hasta convertirse recientemente en un libro. En aquellas salas primero, y ahora en sus páginas, se puede recorrer una selección de medio centenar de trabajos creados desde el siglo 17 hasta el presente, por hombres y mujeres, algunos conocidos y otros aún por identificarse, y de toda clase de comunidades. Organizada temáticamente en siete secciones, comienza con una selección de piezas que invitan a preguntarse qué y quién es Norteamérica, entre las que figuran desde las obras mas contemporáneas hasta las mas lejanas en el tiempo. Nada casualmente la siguiente sección es histórica, y dedicada a las manos generalmente esclavas que las crearon, para luego ser atesoradas por norteamericanos blancos y prósperos. Hay miles de historias en cada uno de esos quilts que hoy son considerados arte, pero mas que nada también están los edredones y el talento manual y conceptual requerido para crearlos, que se puede disfrutar pieza a pieza, dejándose envolver por sus colores y texturas casi como si fuese el momento de una merecida siesta. Otoñal, si es posible.

Elton llega y se va

“En algún momento me di cuenta de que no tenía sentido pensar qué pasaría si... sino qué pasará a continuación”, dice Elton John en un tramo de Yo, su brillante autobiografía. Ahora sabemos qué pasará: la tía Elton se despedirá de Reino Unido en el festival de música de Glastonbury del próximo verano boreal. Esta serie de actuaciones, al aire libre, anunciaron los organizadores del festival, tendrá lugar entre el 21 y el 25 de junio en la granja Worthy Farm al suroeste de Inglaterra, la tierra que vio nacer a este chico de conservatorio devenido estrella planetaria. El artista subirá al escenario de Pyramide Stage para el recital más importante de Glastonbury como última parada de la gira de despedida Farewell con la que asegura poner fin de su carrera, a los 75 años. Bueno, estrictamente la última etapa del tour será por Australia, Nueva Zelanda y algunos países de Europa. Pero eso no le quita un ápice de brillo a la larga trayectoria de quien viene proclamando I’m still standing. De donde Elton sí se retiró es de Twitter. “Toda mi vida he intentado que la música sea una forma de unir a las personas. Ahora me entristece ver cómo la desinformación se usa para dividir al mundo”, escribió en su cuenta oficial. Y adujo, sin mencionarlo, que a partir de la compra que hizo Elon Musk, “han cambiado las reglas en la política de la red que permitirá que florezca aquí y allá data sin chequear”. El anuncio de John se produjo después de que Twitter anunciara que iba a dejar de implementar sus políticas contra la desinformación sobre el covid y cobijara en sus brazos de pajarito el retorno de Donald Trump y otros odiadores seriales.

Astronautas como papá

Ni hijos del demonio que propagaban mensajes satánicos ni descendientes de una casta de homosexuales que los pintó con colores del arco iris y los obligaba a usar sospechosas carteritas. Ninguno de estos mitos es cierto. Ahora se sabe la verdad: los Teletubbies descienden directamente de los astronautas. El dato fue corroborado por la productora televisiva, Anne Wood, creadora de estos personajes inclasificables, y divulgado en un corto por la BBC, la cadena londinense también emisora del programa para infancias que entre 1997 y 2001 devino boom global. “Junto a Andrew Davenport viajamos a Nueva York por negocios pero nos detuvimos en el museo Smithsonian de Washington, donde hay una colección de trajes de astronautas que llegaron a la luna”, contó Wood. Parece que luego de mirar con atención los atuendos intergaláctivos y algunos videos accesorios, Davenport, guionista de los Teletubbies, dictaminó: “Es sorprendente que con todo, los astronautas se vean como chicos con pañales, aprendiendo a dar la vuelta”. Anne encontró muy gracioso ese comentario y empezó a imaginar que además podrían recibir información a través de sus antenas y que podrían difundirlas en pantallas brillantes sobre sus panzas peludas y coloridas. En ese cruce entre lo mundano y lo espacial, fueron apareciendo Tinky Winky, Dipsy, Laa-Laa y Po. La realizadora también explicó que todo el show se filmaba a escala real, con decorados de domos y praderas gigantes. Además atribuye en éxito de estos bichos, que se difundieron en 145 países, al hecho de que se comunican en una lengua propia, más allá de las fronteras. Nada que el esperanto no hubiera propuesto antes.

Los verdaderos paraísos artificiales

Los caminos de las animaciones contemporáneas mainstream parecen confluir en Guillermo Del Toro. Su versión de Pinocho (dos horas íntegramente filmadas en stop motion con un proceso total que llevó quince años y un documental con detalles del making of como yapa) viene siendo de lo más visto en Netflix, mientras cuenta con dos nominaciones a los Globos de Oro 2023, tres nominaciones a los Critics Choice Awards, y forma parte de la lista previa a las nominaciones del Oscar. Y además, también ayudó a dar forma al spin-off de El gato con botas, cuya nueva película se está estrenando en los cines del mundo. Por eso el Wall Street Journal desempolvó una información que dio el diario pero que había pasado desapercibida en su momento: Del Toro jugó un papel decisivo en la creación del vínculo entre el gato maula y su amigo aristócrata Humpty Alexander Dumpty. Después del lanzamiento de Hellboy II en 2008, del Toro firmó un contrato con el estudio DreamWorks para crear lo que devendría en Trollhunters, film animado basado en una novela suya junto a Daniel Kraus. Además, se sumó como consultor para la creación de un proyecto por entonces muy en las primeras: El gato con botas, centrado en el personaje aparecido por primera vez en Shrek II. El director de El laberinto del fauno, entre otras maravillas que conjugan magia, saberes arcanos y malditismo, hizo un aporte creativo que sirvió para darle la primera de sus siete vidas a este gato colorado. A la vez, puso mucho énfasis en Humpty Dumpty, profundizando su carácter inestable. Así terminó con un crédito de productor ejecutivo y con un pequeño papel como el comandante de la ficticia ciudad de San Ricardo que si bien española, evoca en sus tejados y callecitas la Guadalajara donde Guillermo se crió. Una vez más, del Toro ha dicho que las películas de animación deben ser consideradas (y premiadas) como películas a secas, en tanto “arte creado por humanos”. Esos son los paraísos artificiales que él defiende porque, razona, la sofisticación tecnológica tiene un límite. En una entrevista reciente con el sitio Decider, abundó: “No estoy interesado en ilustraciones realizadas por máquinas. La inteligencia artificial puede procesar información pero no puede dibujar. No puede capturar un sentimiento o la suavidad de un rostro humano".