El año que termina se lleva puesto, entre otras cosas, el cumpleaños número 80 de La guerra gaucha, clásico de Lucas Demare, estrenado el 20 de noviembre de 1942 en el cine Ambassador. Poco se escribió sobre ese aniversario; pero menos tinta corrió sobre el complemento animado que debutó en esa misma función con la etiqueta de “primera película argentina en colores”. Su nombre era Upa en apuros. El título resultó premonitorio. Upa puso en apuros a más de uno, y se convirtió en un hito y un enigma. Tuvieron que pasar muchos años para que se viera que era algo más: la punta de una madeja en donde el espionaje y los dibujitos animados iban de la mano. Un piolín cuyo extremo terminaba en la famosa “casa del ratón”, allá por Burbank, USA.
Es que este humilde dibujito arrastra más misterios que varios mamotretos renacentistas, con el agravante de que para disiparlos hubiese alcanzado con consultar a sus responsables (pienso en Eduardo Ferro, por ejemplo), que estuvieron esperando hasta hace algunos años las preguntas que nunca llegaron. Porque Upa en apuros, es sabido, tuvo una suerte despareja, no recuperó su inversión inicial y terminó para siempre con los sueños de Dante Quinterno de extender sus dominios a la pantalla del cine.
Y eso que el creador de Patoruzú conocía el terreno. En 1932, cuando ya era celebrado como el autor de la historieta más popular de la Argentina, publicó en la revista Cinegraf el guión ilustrado de un proyecto de filme protagonizado por su criatura. El ambiente urbano y el tipo de humor mostraban la influencia de los hermanos Fleischer (Betty Boop, Popeye). Pero Dante no era un tipo de quedarse en palabras, y al año siguiente viajó a Estados Unidos para emplearse precisamente en ese estudio. Hay que recordar que en esa época, Quinterno era uno de los dibujantes más cotizados de la Argentina, mientras que la posición que ofrecían los norteamericanos era muy modesta. Se trataba de realizar “intermedios”, los dibujos que conectan las poses dibujadas por los animadores principales. Era justo lo que Quinterno quería. Incluso considerando que perdía plata, esto le permitía aprender la mecánica de la animación desde adentro. Sospecho que le interesaba menos la cacareada garantía de excelencia de hacer carrera en el norte que la posibilidad de realizar un humilde espionaje industrial y volverse a casa.
No tenemos demasiados datos del derrotero de Quinterno en su año de aprendizaje; aunque el dibujante Guillermo Mordillo –que, a comienzos de la década del 60, trabajó en los restos del estudio original– contaba que los viejos animadores de la compañía recordaban al otro argentino que había andado por allí, un tal “Dante”. La cosa es que en 1940 o 41, cuando la revista Patoruzú se hallaba en su apoteosis (con tiradas de 300.000 ejemplares semanales en un país habitado por menos de quince millones de personas), “Dante” decidió que había llegado la hora de aplicar lo aprendido y puso en marcha su proyecto animado.
El equipo fue encabezado por Tulio Lovato como “director de animación” y Oscar Blotta como “colaborador principal”, junto a Jaime Romeu. No es raro que fuesen los dibujantes en los que la impronta Disney había dejado sus mayores marcas: todo el corto está influenciado por ese universo, con algo de Popeye a la hora de las trompadas. Por debajo de Lovato y Blotta se encontraba un seleccionado que incluía a Ferro, Destuet, Bonetto y Gallo, entre otras estrellas de la revista. Ninguno de ellos había realizado animación anteriormente (con la excepción de Quinterno) de manera que sus ideas sobre el asunto eran más bien intuitivas. Completaban los rubros técnicos el chileno Tito Davison –cuya competencia alcanzaba a los diálogos y el montaje-, el músico holandés Melle Weersma y el fondista alemán Gustavo Goldschmidt.
El único problema es que nadie sabe exactamente qué pretendió ser Upa en apuros.
EL MISTERIO UPA
Algunos hablan de un largo, otros de un mediometraje. Todos coinciden en que el corto final es el resultado de la escasez de material virgen que afectó a la industria del cine argentino durante la Segunda Guerra Mundial.
Para Carlos Lovato, el hijo de Tulio, no existen dudas de que se trató de un largometraje y que llegó a animarse por completo. Es una hipótesis difícil de creer si pensamos en el tamaño reducido del equipo y la autonomía que parece tener el filme (Carlos es en todo caso un testigo indirecto), pero el hecho es que han sobrevivido storyboards que narran acciones que no aparecen en la película terminada. Una serie de fotos publicitarias del estudio en acción exhibe los clásicos paneles en la pared del fondo (hay que imaginar un investigador con lupa a lo Blow Up) mostrando secuencias que difieren bastante de las del corto final. La trama es bastante simple: Patoruzú sale de paseo con su hermanito Upa, el Gitano Juaniyo secuestra a la criatura y el indio la recupera a las trompadas. Para los que recuerden la película, la guarida del gitano es un sitio poco definido en la pantalla... pero cobra protagonismo en estas “secuencias perdidas” a las que me refiero: se trataba de un molino de viento.
Para el coleccionista Luis del Pópolo, la idea original era la de un largometraje en 35mm, realizado en Technicolor. “Finalmente y ante desacuerdos con esta empresa, que exigía un tiraje mínimo de 25 copias, el material virgen vino de Alemania, vía Gaspar Film. Con suficiente material filmado como para un mediometraje, se decidió limitarlo a un corto de 16 minutos”. El único problema es que los títulos del film se refieren al sistema “Alexcolor” (de existencia incierta), el corto final tiene menos de doce minutos, y su estreno, anunciado con bombos y platillos para el 21 de abril de 1942, se produjo recién unos siete meses más tarde.
Pero a no desesperar. Gracias al historiador norteamericano Jake Friedman, podemos llamar al estrado a un nuevo testigo para que arroje algo de luz sobre este misterio. De hecho, al menos pensado de los testigos. Con ustedes, Art Babbitt.
BABBITT, ART BABBITT
Arthur Harold Babitsky, tal su verdadero nombre, no sólo era uno de los animadores más importantes de Disney (donde se había encargado de personajes centrales como Tribilín, la bruja de Blancanieves, el Gepetto de Pinocho, los famosos honguitos bailarines de Fantasía o la cigüeña de Dumbo), sino que había sido en 1941 uno de los líderes de la emblemática huelga que partió el estudio al medio.
La medida, que el furibundo Walt siempre adjudicó a “agitadores comunistas”, disparó la enemistad entre los dos hombres, al punto de que sólo la intervención de sus colegas impidió que terminaran a las trompadas, allá por donde la Avenida Donald se cruza con el Boulevard Blancanieves. Para entonces, el asunto se había convertido en un aquelarre que incluía piquetes de animadores desfilando frente a las puertas de la compañía, grupos de la mafia armados con bidones de nafta (un aporte del propio Disney), campañas mediáticas en contra de ambos contendientes y el apoyo del personal de los otros estudios de animación a los huelguistas.
Una fuente de información inesperada sobre el tema (si tenemos en cuenta sus orígenes propagandísticos) es la biografía de Disney “escrita” por su hija Diane en 1957, un libraco más bien olvidable pero que, en su candidez a la Reader’s Digest, deja pasar algunos detalles esclarecedores como el de los bidones.
Se dice ahí: “Mientras la huelga estaba en su apogeo, el Gobierno envió un hombre a Papá con un pedido: ¿Iría de gira por Sudamérica como una especie de embajador de buena voluntad? La súplica era en nombre de Nelson Rockefeller, el Coordinador de Asuntos Interamericanos. ‘Sus películas son muy populares allí’, le dijeron a Papá. ‘Y hay una influencia nazi que usted podría eliminar. Sería bueno si usted va allí y conoce gente’. Había un inconveniente: la huelga seguía en marcha. Pero un funcionario del Gobierno le dijo a Papá, ‘Nos encargaremos de todo mientras esté fuera. Puede dejar de preocuparse’”.
El viaje siguió las normativas de la “Good Neighbor Policy” de Roosevelt, implementada a través de la Comisión Rockefeller: propaganda de guerra, efectuada a nivel internacional. Disney y un pequeño grupo de artistas “leales” cumplieron su papel a la perfección. En Argentina dieron entrevistas y conferencias, se reunieron con Quinterno y Quirino Cristiani (autor del primer largometraje de animación del mundo) y se llevaron envuelto para regalo a Molina Campos. Ya en casa, realizaron una película sobre la experiencia (Saludos amigos) que integró material documental con episodios animados.
Unos pocos meses más tarde, cuando el eco de las payasadas de Papá Walt se disipaba en el estuario del Plata, apareció en Buenos Aires su némesis envuelta en sombras. Se trataba nada menos que de Art Babbitt. Y Babbitt traía un diario personal donde lo anotaba todo.
NUESTRO HOMBRE EN BUENOS AIRES
Un punto particularmente interesante se encuentra en la entrada del 3 de marzo: “Consulté con Ray Josephs del Comité Rockefeller en Argentina y él dice que podríamos obtener alguna ayuda para mi acuerdo a través de Nelson Rockefeller y Jock Whitney. En todo caso hay mucho que pensar en los próximos meses”.
¿Quién era Ray Josephs? Por entonces, el corresponsal y representante del periódico norteamericano PM, donde Quinterno publicó una versión en inglés de Patoruzú desde 1941 hasta 1948. En su calidad de contacto local del Comité, Josephs ya había organizado anteriormente la visita de Orson Welles a Brasil y paseado a otros jetones similares entre cocoteros y bananos. Su nombre volvería a mencionarse en 1944, esta vez como autor del libro Argentine Diary, en línea con la campaña del embajador norteamericano Spruille Braden, cuya melancólica memoria quedara inmortalizada en el slogan “Braden o Perón”.
En resumen, Babbitt, “el rojo”, cumplía la misma hoja de ruta que Disney. Había sido enviado por la misma gente y con las mismas instrucciones, tras los pasos de su antiguo empleador. El dibujante argentino Oscar Grillo confirma este punto, agregando un extraño matiz: "Por los años setenta conocí a Art Babbitt. Quinterno me había dicho que fue consultor en la película y él lo confirmó pero agregando que había sido enviado por el Departamento de Estado para investigar la penetración cultural nazi norteamericana en Argentina (sus palabras literales: ‘U.S. Nazi penetration culture in Argentina’)".
Si bien resulta interesante saber que mientras Dante se sacaba fotos sonriendo con Walt planeara birlarle uno de sus principales artistas, el dato fundamental sigue siendo la colaboración estrecha entre un líder gremial y... Nelson Rockefeller.
Hay que recordar que la huelga había justificado el ingreso del Departamento de Estado al estudio, con el “nosotros nos encargamos de todo” que logró poner al poco controlable Disney en línea con las campañas publicitarias de Roosevelt. ¿Poco controlable, Disney? Representaba, en todo caso, una forma arcaica de entender a la empresa privada, que consiste en considerarla efectivamente como privada, resistiéndose a la venta de acciones, juntas de directorio u otras formas de conducción corporativa. Blancanieves fue llamada la “locura de Disney”, o por lo menos lo fue hasta que trajo un montón de billetes; y otro tanto se pensaba de la tríada de Bambi, Pinocho, y Fantasía, que los hizo irse con la misma facilidad. El nuevo modelo empresarial que impuso la Segunda Guerra iba a cambiar todo esto.
El 7 de diciembre de 1941 se produjo el bombardeo japonés de Pearl Harbor, y al día siguiente el Estudio Disney amaneció ocupado por el ejército. Walt iba a pasar el resto de la guerra produciendo material de propaganda para un único cliente y es probable que, con los mercados mundiales volatilizados por la guerra, diera las gracias y todo. Tras la entrada del ejército al estudio, Babbitt salió del medio. Su misión en Burbank parecía haber concluído. La Argentina era un lugar perfecto para mandarlo a pasear, y la coordinación con la que se lo hizo fue digna de un ballet.
Una conjetura plausible es que Josephs sirviera de puente entre Quinterno y Babbitt, y que la famosa comisión diera luz verde a esta aventura: el interés de Quinterno en el animador coincidía con la necesidad de sacarlo del medio. Que Babbitt creía en el proyecto de Quinterno lo prueban los apuntes en su diario sobre la posibilidad de radicarse en la Argentina, mientras que la ausencia de su nombre en los créditos del corto es lógica si pensamos que en ese momento el norteamericano seguía considerándose un empleado de Disney. Sin embargo, Upa en apuros no funcionó, y acaso el problema fuera justamente la influencia de Disney, que situó al indio en el país abstracto de los dibujitos animados, cuando el éxito de la historieta había pasado por ligarlo a un lugar concreto.
En cualquier caso, Art Babbitt volvió a los Estados Unidos para nunca regresar. Ya liberado de sus cargas contractuales, tuvo un rol decisivo en la creación de la compañía que lideró la siguiente gran transformación de la animación norteamericana. Casualmente, esa compañía se llevó el nombre de UPA.
> Algunos extractos del diario de Art Babbitt
UN GAUCHO ENTRE ARISTÓCRATAS Y OTRAS AVENTURAS
6 de febrero de 1942 Dante Quinterno y su jefe de producción “Tullio” (Tulio Lovato) se reunieron conmigo en el barco. Dante parece ser un pez gordo aquí, porque el jefe de la aduana vino personalmente para revisar mi equipaje. Se limitó a abrir y cerrar mis maletas, sin molestarse en mirar nada, y luego me hizo pasar. Como estaba muy cansado, me entretuvieron poco y me mandaron a la cama. El apartamento que Dante y Tulio encontraron para mí es una belleza en el corazón del distrito de negocios: muy moderno.
7 de febrero de 1942 Pasé prácticamente todo el día en casa de Quinterno. No sé de dónde saca tanta energía, pero lo cierto es que tiene el dedo en muchos pasteles. Tiene treinta empleados y, además de su tira para el periódico, edita y publica una revista de humor, hace otras tres tiras cómicas y está produciendo un dibujo animado. Hoy he escuchado el sonido y he visto las pruebas en lápiz de su dibujo animado (Upa en apuros). La música es exquisita, la caracterización muy buena y la trama y los gags buenos pero un poco pesados y brutales, de una manera típicamente extranjera. La animación no es demasiado buena, pero considerando el hecho de que estos hombres han aprendido por sí mismos todos sus principios en unos pocos meses, su trabajo es destacable. Algunas de las acciones son muy originales, graciosas y refrescantes, y tanto Tulio como Dante son muy buenos dibujantes. Su equipo es primitivo, pero mucho mejor de lo que yo esperaba.
9 de febrero de 1942 Pasé todo el día corrigiendo la animación y la historia de la película de Dante. Fue un trabajo duro, pero lo disfruté mucho. Quién sabe, puede que dentro de un tiempo afiancemos algún tipo de colaboración. Creo que voy a esperar a ver qué éxito tiene con su primera película y entonces podría ser una buena idea establecer un vínculo. Dante es un hombre de temperamento, pero tiene juicio y buen gusto. No es un patán como Disney. Con lo escaso del español a mi disposición, hoy fue toda una aventura comprar un rollo de papel higiénico. A los argentinos no les gustan los norteamericanos y no quieren formar parte de esta guerra.
10 de febrero de 1942 Trabajé todo el día con Tulio Lovato. No habla nada de inglés... así que fue una experiencia maravillosa entender y hacerme entender con mi escaso vocabulario y falta de conocimientos de construcción. Mi diccionario estaba en constante uso. Tuvimos una excelente cena, bailando con las bellezas suministradas por el night-club “Bal Tabaris”. Luego caminamos unas pocas cuadras hasta su exacto contrario en night-clubs. Debimos mostrar los pasaportes para entrar. Había por lo menos diez policías de civil en servicio constante y todas las mujeres en el lugar eran prostitutas. Toda una experiencia, pero la música era increíble. El equivalente de “hasta pronto” aquí es “chow”.
28 de febrero de 1942 Quinterno estaba tan ansioso por regresar que condujo desde Mar del Plata a 140 kilómetros por hora y llegó esta mañana temprano. Repasé con él la continuidad de su película, organizando cortes y cambios de secuencias para unir la historia. Me dejó claro que me daría una participación en su negocio si me quedaba en la Argentina.
2 de marzo de 1942 Dante me hizo una oferta muy halagadora y, si mis negocios en los Estados Unidos me lo permiten, puedo volver a la Argentina en unos seis meses. Planeo quedarme unos dos años.
9 de marzo de 1942 Sólo recordando la reacción sudamericana a algunos de nuestros embajadores de buena voluntad, descubrí que Bing Crosby estaba constantemente borracho y seguramente con periodistas mientras rondaba los prostíbulos. Tyrone Power se hurgaba la nariz mientras caminaba por la abarrotada Avenida Florida. Stokowski fue un fracaso y su supuesto temperamento enfureció a la gente de Montevideo. Douglas Fairbanks Jr. y Lily Pons no gustaron, pero Disney, Toscanini y Clark Gable fueron populares. Sin embargo, con su viveza callejera, Disney cometió un terrible error en Argentina. Se vistió de gaucho cuando fue invitado a la casa de una familia muy aristocrática. Los anfitriones se quedaron mirando sus payasadas, pero estaban tan molestos que ni siquiera se sentaron a comer con Disney.