Haley Lu Richardson lanza una advertencia: "¡Me veo mal!", dice la actriz mientras enciende la cámara. Lo que aparece en pantalla es en realidad muy dulce: una lozana joven de 27 años con la cara llena de stickers. Hay una estrella púrpura a la derecha de su nariz, y una verde en su frente. Está apoltronada en el centro de un puff blanco y rodeada de plantas de interior -paradas, colgadas del techo, en la pared", en macetas blancas. 

Cuando le pregunto por las estrellas, Richardson queda estupefacta. "¿No conocés los stickers?", chilla. "Son lo más cool desde el pan en rodajas. Podés conseguir flores con piedritas, Hello Kitty, Bob Esponja, arco iris... ¡es asombroso porque hace que tener acné sea divertido!". Son las ocho y media de la mañana en su departamento en California y Richardson está de excelente humor. Se ríe mucho, y cada vez que lo hace se le llenan los ojos de lágrimas. "Tomé mucho vino anoche, ja", estalla. "Ni siquiera salí; fui a ver a un amigo e hizo una cena excelente pero tenía tanto ajo que me sale por los poros. Anoche me lavé la cara, y esta mañana también. Dos veces. Y me cepillé los dientes. ¡Y todavía apesto a ajo!"

Richardson lleva diez años apareciendo en las pantallas, sin stickers. Cuando tenía 16, tras una infancia en Arizona que pasó bailando cinco horas por noche y compitiendo cada fin de semana, de pronto decidió que quería vivir en Los Angeles y ser actriz. Su madre hizo un sacrificio, mudándose y alejándose del padre de Richardson para que su hija pudiera seguir su sueño. El día después de que Haley cumpliera 18, su madre volvió a Arizona porque extrañaba a su marido. Pero esos años de ausencia dieron sus frutos. En ese tiempo, Richardson se hizo un nombre en la sitcom de Disney Channel Shake It Up y la serie sobrenatural para chicos Ravenswood. Entonces se convirtió en la mejor amiga de la catastrófica adolescente Hailee Steinfeld en la película Edge of Seventeen, y fue una prisionera secuestrada por James McAvoy en el film de terror psicológico Fragmentado.

Su primer protagónico, como una fanática de la arquitectura en la independiente Columbus de 2017, fue una revelación: en The New Yorker, Richard Brody escribió que "Richardson se pone al frente de los actores de su generación con esta performance, que virtualmente canta con agudeza emocional e intelectual." Le siguió un giro para convertirse en una adolescente que cruza los Estados Unidos para poder hacerse un aborto en Unpregnant (2020). Ahora, mientras aún baila y le da lecciones semanales a octogenarios, es una de las figuras de The White Lotus, el éxito de HBO que satiriza a la clase pudiente que tiene su segunda temporada ambientada en Sicilia.

Allí, Richardson luce agotada y perdida como Portia, la sufrida asistente de la trastornada millonaria Tanya que interpreta Jennifer Coolidge. Cuando aparece por primera vez, Portia está en el rincón de equipaje de un bote, medio aplastada por 17 valijas de diseño pertenecientes a su jefa, que está tomando sol en cubierta. Tengo un montón de preguntas sobre Portia, pero Richardson es una entrevistada difícil de dominar. Es un poquito delirante, me hace preguntas a mí, pero finalmente es obligada a hablar de la serie. Todo el tiempo parece una niña tratando de mantener una cara seria, recién atrapada en una travesura. 

Cabe empezar con cómo es trabajar con Coolidge. "Honestamente, es muy difícil no reírse", dice. "Es una mujer muy divertida. Está haciendo cosas tan absurdas y extrañas y socialmente inaceptables, pero de algún modo se sale con la suya. Los primeros días me costó actuar mostrándome miserable y molesta con ella, porque todo el tiempo nos hacía reír a mí y al equipo. Escuché eso de otros programas, la gente riéndose entre tomas. Pero nunca lo había experimentado hasta ahora."

Mientras habla, una gigantesca bola de pelo blanco y marrón en forma de gato cruza la pantalla. Es Darbin, el orgullo y alegría de Richardson: "¡Hola Darbin!". Lo agarra y lo frota contra su cara, lo aprieta tan fuerte que temo por su salud. "Lo amo. Cuando está cerca me vuelvo algo así como poseída." Darbin viajó a Italia con Richardson para filmar The White Lotus. "Se portó tan bien en los aviones, en los apartamentos y en hoteles", dice. "Es un muy buen gato. Un buen pibe." De pronto le murmura "Bueno, tengo que enfocarme, ¿sabés?". Darbin se retira.

De vuelta a la serie. Luego de llegar al resort White Lotus, Portia es inmediatamente enviada a su habitación para no interferir en la escapada romántica de Tanya con su marido. Portia se las arregla para escapar de la suite -"¡Tengo que comer!"-, y pronto se la ve llorando en una terraza. "Quería revolcarme con algún italiano caliente", le dice a una amiga por teléfono. "Pero el menú es solo de pasta, voy a quedar hinchada. Esto apesta". "Me puedo relacionar bastante con esa línea", dice ahora. "Es honestamente como me sentí en Sicilia. Rara vez me sentí caliente, porque estaba comiendo tanto y no había vegetales más allá de la berenjena."

Por culpa del vino de anoche, cuando Richardson empieza a meterse en los aspectos esenciales de la serie se pone literalmente bizca con el esfuerzo. "Portia siente que está harta de la típica dinámica masculino-femenina", dice. "Es esta clase de persona de la Generación Z que siente que ya pasó de eso, pero todavía tiene esta profunda necesidad de cumplimiento externo en la forma de un tipo fachero." En un punto, Portia le dice a Albie (Adam DiMarco), un graduado de Stanford con el que flirtea en el hotel: "Quiero divertirme. Quiero sentirme plena por tener una aventura. Estoy enferma del jodido TikTok y Bumble y pantallas y apps y sentarme ahí para maratonear Netflix. Quiero, bueno, vivir. Quiero vivir mi vida con ganas. Quiero conocer a alguien que sea totalmente ignorante del discurso, ¿sabés?". Es un ejemplo sublime de la aguda observación social del guionista Mike White, que muestra cuán seria y pretenciosa, pero esperanzada, puede ser la gente joven. "Sí, ella está mucho más jodida y es mucho más narcisista de lo que cree ser", dice Richardson.

El verano pasado, meses antes de que Richardson y Darbin fueran a Sicilia, Richardson había optado a uno de los más codiciados roles en el género de superhéroes: Batichica. El trabajo quedó en manos de Leslie Grace pero en agosto, cuando la producción ya estaba terminando y para asombro total del mundo del cine y sus propios directores, el proyecto fue archivado. En la película Michael Keaton iba a retomar el rol de Batman por primera vez en 30 años, y se habían invertido más de 100 millones de dólares, pero Warner Bros. dijo que se la guardaba por un "cambio estratégico". "Me sentí muy mal por toda la gente que trabajó en la película", dice. "Sé lo que significa poner todo el corazón en algo. Y que algo de ese tamaño, con tanto dinero y energía y semejante equipo... es muy loco que lo descarten. Es muy extremo", dice, haciendo énfasis en la última palabra, levantando las manos.

Hubo reportes de que los testeos con público no habían salido bien. Richardson había intentado antes con otras grandes franquicias, y lamenta el hecho de que a los actores y actrices se les muestre tan poco del guión antes de comenzar. "Con esas películas estás tomando un riesgo de comprometerte artística y creativamente. Es atemorizador e irritante, porque la mayoría de las veces mi prioridad para tomar trabajos es conectar con el personaje, con el material, con el realizador. Pero he escuchado de amigos que hicieron audiciones para cosas y ni siquiera les dicen qué personaje tienen. Les dicen '¡es Marvel!". Con lo que estás agarrándote a la esperanza de que va a ser bueno."

Un film para el que sí fue elegida y llegó a la pantalla, y del que está muy orgullosa, es Unpregnant, coprotagonizada por Barbie Ferreira (Euphoria). Es como una Thelma & Louise moderna, con una historia relacionada con el aborto. "Hacer esa película, y tener todas esas conversaciones públicas sobre el aborto, fue parte de mi crecimiento", dice. Antes del estreno había tenido preocupaciones de que la gente la "odiara" por su mensaje a favor de la elección personal. "Ahora no me siento así. Hice la película, se estrenó, hablé sobre ella, y no siento miedo de que la gente vaya a odiarme por algo como eso. Es hermoso."

Es alarmante escuchar que una mujer joven tenga temor a hablar en una sociedad libre. Pero Richardson está orgullosa del legado de la película. "No quiero que nadie me odie, obviamente, y el principal objetivo para todos los que trabajamos en ella es que la viera la mayor cantidad de gente posible y que disparara conversaciones y debates en las familias, entre madres e hijos. Hacerse un aborto es una decisión tan personal que si la gente la ve desde un punto íntimo, personal, como en nuestra película, será un cambio a solo escuchar sobre eso desde el gobierno."

A medida que se acerca el final de la conversación, Richardson dice que "estoy bastante impresionada de haber sido capaz de hacerla en mi estado." Su viernes recién acaba de comenzar, aunque del otro lado del océano ya comienza la noche, y si va bien quizá su estado se repita de este lado. Se ríe. Se le mojan los ojos. "¡Que tengas una graaaaaan noche!", grita.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.