La dupla compuesta por el guionista Eduardo Mazzitelli y el dibujante Quique Alcatena es de las más celebradas de la historieta argentina. Hay otros ejemplos así de importantes: Oesterheld/Pratt, Trillo/Altuna, Barreiro/Giménez, Wood/Olivera, Oesterheld/Breccia, Sampayo/Muñoz. La nómina es más extensa, enumerar no es justo, pero los nombres referidos dan cuenta del relieve que traza la historieta argentina, tanto dentro como fuera del país. En este sentido, el periplo creativo de Mazzitelli/Alcatena desembarcó en Europa, y uno de los rasgos notables es que la casi totalidad de su obra tiene edición local.

Para quienes hayan leído, durante la década de 1980, la revista Skorpio habrán recorrido muchas de las aventuras y fantasías de la dupla: Pesadillas, Acero Líquido, Travesía por el Laberinto, El Príncipe del Espanto, entre otras. En todas y cada una, se ingresa a un mundo de dimensiones oscilantes y precisas, en donde el diseño de cada página es de una belleza particular, dedicadas a enmarcar aventuras de imaginación exótica, situadas en tiempos antiguos, atravesadas por elementos históricos, leyendas, peripecias heroicas, animales imposibles. Sería interminable un listado que conjugue las características de estos dos gigantes de la historieta; cada uno con una trayectoria particular, que les ha hecho conocer páginas con otros dibujantes y escritores, pero cuando coinciden –y ésta es una recurrencia feliz– lo que resulta no se parece más que a ellos dos, mientras profundizan una relación artística sin límites, que continúa.

La historieta que recopila ahora el sello rosarino Rabdomantes es de los trabajos más recientes del dúo, publicado originalmente por la editorial italiana Aurea. Se titula Los Reyes Chacales, y tal como acostumbra la línea de trabajo del tándem, su disfrute es mayúsculo. En su acostumbrado blanco y negro –la escuela argentina de la historieta es en blanco y negro, a recordar–, Alcatena pone en escena el pleito suscitado por la muerte de Amunet, esposa del rey Usermare. Ella, “mujer chacal”, dio a luz espléndidos sucesores. Sin embargo prefiere a Sinué, el más débil, oculto a la vista del mundo. Así se lo comunica al rey, antes de morir. Sus hermanos, hábiles, no tardarán en conspirar. La honda fosa de las traiciones abre sus fauces, y otros personajes entran en juego, entre ellos la perspicaz y leal Tabubi, cuyo amor por el heredero la revela como la pieza fundamental en esta trama de alianzas sinuosas.

Las orillas del Nilo son el escenario de las aventuras.

De manera temprana, un hermano gemelo de Sinué y de nombre espejado –Eunis–, surge como su costado siniestro: es él quien podrá hacer lo que su hermano no, a quien le clavará una espada mortal, para hacerle volver de la tierra de los muertos con templanza. Sinué debe morir para renacer, porque sólo alejado de la vida mísera de las sombras podrá entonces aprender a caminar entre los vivos. A diferencia de su hermano, Eunis no conoce el miedo, pacta con criaturas demoníacas, cruza promesas y encarna un nudo tan necesario como invisible porque, como se sabe, todo poder conlleva un secreto.

Las orillas del Nilo atestiguan este ir y venir entre sueños, profecías y realidades. Su corriente guarda escenarios imposibles, y el de este drama es sólo uno de muchos; de hecho, hay lugares que ni el más maldito de los demonios conoce. En este mapa de fronteras difusas, Mazzitelli y Alcatena vuelven a crear un mundo propio, al que estructuran narrativamente en la simbiosis entre el rey futuro y su contraparte díscola. En este sentido, las maneras a través de las cuales enfrentar y vencer a los otros hermanos, todos brillantes en lo suyo –el militar invicto, la experta en ciencias oscuras, el héroe seductor, la sabia en artes políticas–, será a través de un mismo juego de espejos, a la manera de un doblez en la realidad, donde cada una y cada uno habrán de vérselas consigo mismos. Enfrentar los propios demonios, he ahí el problema.

Portada de Los Reyes Chacales.

Como en muchos de sus trabajos, Alcatena crea un escenario visual apabullante, con elementos que bien podrían servir al mundo hechicero de su admirado Dr. Strange como al cine de terror de los estudios Hammer: la vuelta a la vida de Sinué, envuelto en mortaja, dialoga con las momias pergeñadas por esa fábrica inglesa de películas célebres. Por otra parte, y de acuerdo con el diálogo narrativo que estilan guionista y dibujante, el raccord de la acción conjuga elipsis y explica lo justo y necesario para que la aventura avance desde la yuxtaposición; en este sentido, la lectura relaciona elementos como el diseño de las páginas, la cantidad de texto (los diálogos a veces están cifrados, no hace falta explicarlo todo), y el ornamento de las viñetas; es decir, leer Los Reyes Chacales es asistir a una especie de recorrido contenido en viejos pergaminos, en los cuales descansan ésta y otras historias, sugeridas en algunos dibujos como en ciertos seres de apariencia única, apenas vistos pero que aseveran que este mundo, al que apenas se vislumbra, es mucho más amplio.

Éste ya es el segundo libro de Quique Alcatena que edita Rabdomantes, el anterior fue El Hombre Tótem y otros héroes extraordinarios (2021), un colorido homenaje a los superhéroes; su publicación coincidió con la de 35 Calaveras, otro de sus trabajos con Eduardo Mazzitelli, coeditado por Historieteca y el sello rosarino Puro Comic. Por si fuera poco, también en estos días se sumó la aparición de otro trabajo precioso: Dagas y Horóscopos, a través de Capitán Ediciones. Seguramente habrá más, en breve. Bienvenido sea.