En las últimas horas del viejo año la política santafesina pisó el acelerador hacia lo que viene para el próximo. El gobernador Omar Perotti habló por primera vez de sus preferencias y su rol electoral y el intendente Pablo Javkin dio su versión de cómo debiera integrarse el Frente de Frentes, aunque no le guste la palabra. Así lo dijo en una entrevista con Radio Sí98,9 el último viernes de 2022. Al parecer, ya no alcanza con el “falta mucho” o “la gente está en otra cosa” y ni siquiera los ecos de los festejos del campeonato del mundo logran apagar la ansiedad que empieza a despertarse. Hasta algo tan grande como el triunfo de la selección empieza a apagarse en la coyuntura para ir acomodándose en los recuerdos felices.

Perotti aseguró que le gustaría que lo sucedan en el sillón del Brigadier, Roberto Mirabella o Marcelo Lewandowski. En ese orden lo dijo y eso, se sabe, no es menor. En el entorno del senador nacional creen que hay muy poca convicción en el jefe del Ejecutivo provincial a la hora de impulsar al periodista deportivo, Más bien se inclinan por opinar por lo bajo que es un acuse de recibo por la ruptura del bloque de los senadores provinciales y el enfriamiento notorio de las relaciones entre Perotti y Lewandowski. “Perotti no quiere acuerdos, quiere empleados”, fue la síntesis más cruda que se escuchó en ese nucleamiento peronista.

El temor del perottismo es que el senador nacional se ponga a conducir una ambulancia que levante a las decenas de heridos que dejó hasta acá la gestión y el modo de conducción que el gobernador ejerce desde siempre. Pero desde el otro sector se apuran a decir que eso no sucederá, que Lewandowski no quiere ser el conductor de una agrupación fantasma solo para ejercer su oposición. “Necesita viajar liviano”, dijo uno de sus más cercanos operadores. Por ahora, mantiene la expectativa basculando entre la posibilidad de lanzarse como candidato a intendente de Rosario o a gobernador.

Pero esa doble opción empieza a inquietar a las filas peronistas. Es el caso de Roberto Sukerman que ya lanzó su precandidatura a intendente y que es el peronista al que Javkin le ganó por poca diferencia en 2019. Sukerman celebró “la vocación y la trayectoria” y aseguró que los ejecutivos “no son para advenedizos, no es un premio menor o consuelo”, y apuntó sin nombrarlo a Lewandowski cuando dijo que “veo a dirigentes que especulan, que no deciden si serán candidatos a gobernador o a intendente”. Sukerman, como muchos dentro del peronismo, se entusiasma con lo que podría ser una primaria muy convocante si se tiene en cuenta además la seria posibilidad de que Juan Monteverde de Ciudad Futura compita por adentro de un frente del PJ. “Si el peronismo de Rosario da dos pases seguidos, esta vez no se le puede escapar la intendencia”, señalan los más entusiastas.

Tormentas en el Frente

Del lado de enfrente, hablaron los dos intendentes de las ciudades más importantes de la provincia. Javkin dijo que si el Frente de Frentes se encamina a recrear “una grieta barata, no nos va a servir”. Mientras que el intendente de Santa Fe Emilio Jatón puso sus límites a los entendimientos con radicales y macristas: “Mi límite en la construcción de alianzas es (el ex intendente de la capital provincial, José) Corral y todos aquellos que ven a la cosa pública como algo personal”.

Javkin y Jatón no son socialistas pero participaron de manera directa en el Frente Progresista con sus partidos propios y tampoco integran las filas del radicalismo, fuerza a la que el intendente de Rosario renunció hace mucho. Por eso junto a otros intendentes y jefes comunales, como el caso del titular del Ejecutivo en Villa Gobernador Gálvez, Alberto Ricci, piensan en la fuerza de las gestiones territoriales para enfrentar a la aparato de la UCR que tiene como favorito al ex ministro de Seguridad de Miguel Lifschitz, Maximiliano Pullaro que recorre el territorio con consejos sobre la materia como si su gestión no hubiera ocurrido o hubiese sido exitosa en cuando a los resultados.

Javkin y Jatón quieren un modelo de alianza “lo más santafesino posible”. Esto los pone a resguardo del tironeo nacional y de las “terminales” como la que Pullaro tiene con Patricia Bullrich, que se encaminan derecho a la polarización.

Como sea, todos deberían tener más en cuenta la advertencia del propio Javkin cuando dice que tiene una gran incertidumbre “sobre lo que va a pasar en la provincia y en el país”. El intendente asegura que es notoria la ruptura de la política con la sociedad y sostiene que “hay discusiones que tienen muy poco que ver con la realidad. No me gustaría que la sociedad rompa con la política pero debemos trabajar para que eso no suceda”, sentenció. 

Los tiros que van a seguir

No se trata de ser más o menos optimistas respecto a los graves problemas de inseguridad que tiene, sobre todo, Rosario. Las últimas balaceras impactaron en el espinazo político de la provincia y de la ciudad de manera particular. Hay acciones mucho más profundas y Perotti mutiplicó las inversiones en la materia. Pero el patrullero puede ser un Mercedes Benz que si no logra con su presencia disuadir los tiros, como sucedió en la reciente balacera contra Televisión Litoral, no está cumpliendo una función efectiva.

La fiscal de la unidad especial de balaceras, Valeria Haurigot, dio el viernes dos títulos ineludibles para entender más lo que pasa. Cree que las balaceras se dieron apenas terminó una larga audiencia imputativa contra la banda de "El Peruano" Rodríguez Granthon, detenido desde 2019 y uno de los mayores proveedores de droga en la zona. Y apuntó a las dificultades que tienen los fiscales provinciales para coordinar acciones con sus pares federales. Lo cual demuestra que los problemas de combate contra el crimen organizado derivan más de la ausencia de un objeto concreto de persecución penal federal que de la falta, bien real, de más fiscales en ese fuero. 

No hay nada bueno en un ataque a tiros, pero es claro que estas reacciones a parte de buscar extorsionar o matar muchas veces, también se dan cuando se afecta el negocio de la recaudación criminal. El objetivo sigue siendo cortar el flujo de dinero y de armas, una meta que no siempre parece prioritaria.