Ampliar la visibilidad y el acceso al patrimonio cultural es el principal objetivo de Activar Patrimonio, un programa destinado a adjudicar diez becas de $300.000 para el fomento de proyectos e iniciativas culturales que contribuyan a su puesta en valor. En octubre el Ministerio de Cultura, a través de la Secretaría de Patrimonio Cultural, anunció la convocatoria abierta a artistas, curadorxs e investigadorxs de todas las disciplinas para llevar a cabo, en el lapso de dos a cuatro meses, una propuesta de trabajo capaz de promover, valorizar y difundir los patrimonios en distintos puntos del territorio argentino con toda su riqueza, singularidad y diversidad. Los sesenta proyectos seleccionados se pondrán en práctica al inicio de 2023. Para este programa se destinó la suma de 18 millones de pesos distribuidos en sesenta becas de $300.000: treinta dirigidas a museos e institutos nacionales y otras treinta a museos argentinos provinciales, municipales y comunitarios.

La iniciativa pone el foco en la preservación y difusión de aquellos registros, acervos y colecciones con valor histórico-cultural para las comunidades. Ahora la cartera responsable anunció los sesenta proyectos seleccionados: algunos parten de investigaciones artísticas o académicas e intervenciones técnicas enfocadas en las colecciones de museos e institutos, y otros apuestan a cruces entre varios organismos atravesados por una misma temática. “Activar Patrimonio es un programa fundamental que hemos sostenido durante toda nuestra gestión porque permite otorgar becas de trabajo para abrir los patrimonios a la investigación, y particularmente a la investigación artística con el fin de que nuevos mediadores, más allá de los equipos propios de los museos, puedan detectar y desplegar muchos de los infinitos sentidos que cada pieza patrimonial alberga”, explica a este diario Valeria González, secretaria de Patrimonio Cultural del Ministerio.

La convocatoria estuvo abierta hasta noviembre a curadorxs, investigadorxs y artistas de diversas disciplinas –música, actuación, performance, literatura, poesía, dramaturgia, ensayo, artes plásticas, escultura, artes visuales, fotografía– sin restricciones de edad ni experiencia artística. El único requisito era contar con la ciudadanía argentina o bien con residencia permanente en el país. La propuesta de trabajo podía ser una investigación académica, curatorial o artística, y el soporte elegido para la presentación del resultado final, de libre elección: texto impreso o digital, instalación artística, producción audiovisual, modelo 3D, muestra digital o presencial, entre otras opciones.

El concepto de patrimonio cultural muchas veces puede tornarse algo difuso porque las definiciones académicas imponen cierta distancia, pero programas como estos permiten un acercamiento a la comunidad y revalorizan la importancia de su preservación y difusión. Este tipo de iniciativas habilita la apertura de nuevos enfoques de análisis en torno a las colecciones y los objetos que pertenecen a instituciones culturales. González asocia el programa a un lema muy importante para la Secretaría que dirige, “los patrimonios son políticos”, y asegura que en este despliegue de sentidos también se debe recordar que “un patrimonio no tiene nunca un significado fijo, unívoco, universal y eterno, sino que se va construyendo como el propio relato de la historia, entonces se trata siempre de ver qué historias queremos contar o cómo queremos contar nuestros pasados en función de cómo queremos vivir nuestros presentes y cómo queremos imaginar nuestros futuros”.

El anuncio de la convocatoria proponía algunos ejes temáticos. Es interesante recordarlos porque dan cuenta de la perspectiva con la que se diseñó este programa. Uno de los focos eran las comunidades de pueblos originarios, es decir, aquellos bienes culturales, fondos, documentos y archivos que pudiesen visibilizar las culturas de los pueblos nativos habitantes del territorio mediante textos, relatos orales, piezas arqueológicas o patrimonio natural y social. Otro foco eran las comunidades de migrantes e inmigrantes, con proyectos que involucraran el patrimonio material, simbólico e histórico, e imaginarios vinculados a los relatos y a la cultura material procedentes de los grupos que llegaron de Europa a fines del siglo XIX, las corrientes migratorias internas desde las provincias hacia las ciudades o bien aquellas procedentes de los países limítrofes a mediados del siglo XX y aún en la actualidad.

Otro eje propuesto eran los colectivos de diversidad cultural para promover una exploración crítica sobre los modos de rememorar y narrar la historia de colectivos invisibilizados, subalternizados o racializados, como las personas afroargentinas e identidades marrones, una mirada desde la perspectiva multicultural y decolonial. Por último, los colectivos de diversidad sexual e identidad de género para reflexionar en retrospectiva sobre los colectivos de mujeres, la comunidad LGTBIQ+ y las disidencias sexuales desde la óptica de los feminismos y las miradas alternativas.

De la totalidad de beneficiarixs, en la categoría de museos argentinos provinciales, municipales y comunitarios hay siete becas para la provincia de Buenos Aires y Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cuatro para Santa Fe, dos para Tucumán, Catamarca, Entre Ríos, Chaco y Córdoba, y una para las provincias de Salta, Corrientes, Neuquén, Río Negro, Santa Cruz, San Juan, Mendoza, Tierra del Fuego y Misiones. En la segunda categoría de museos e institutos nacionales, veinticuatro proyectos provienen de Buenos Aires y CABA, tres de Córdoba, dos de Tucumán y uno de Tierra del Fuego.

Con respecto a los ejes temáticos, varios proyectos apostaron por la mirada de género, como el de Yasmín, Daniela y Micaela Anzoátegui e Idman Iván Addur (Quilmes) que lleva por título Espacio público y género: desplegando archivos para reconstruir el entramado feminista de Adela García Salaberry, o el proyecto de María Emilia Ghiglione (Paraná), Perspectiva de género en las narrativas museográficas del Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas “Prof. Antonio Serrano”. Otros exploran la memoria y los derechos humanos, como Un cielo gris claro - Favario, su sombra y los otros, de Maximiliano León Quintero (Rosario) o La producción de saberes desde la configuración de La Escuelita de Famaillá como Sitio de Memoria, de Ana Verónica Teitelbaum y Pablo Hernández (Famaillá). 

Mientras que otros apostaron a revalorizar la cultura de los pueblos originarios, como María Magdalena García Barrese (Confluencia) con La representación de las leyendas de pueblos originarios neuquinos en Adolfo Bellocq. El caso de la colección del Museo Gregorio Álvarez o el proyecto de Valentín Mansilla y María del Rosario Haddad (Córdoba), Del campo al archivo, del archivo al campo. Escuchas comunitarias del pasado sonoro-musical Qom. Un panorama diverso y actual que subraya aquel lema: el patrimonio también es político.