Desde Bogotá
En silencio los asistentes escucharon el himno de Colombia. El acto tardó poco y la emoción no llegó al tope. El segundo round del acuerdo de paz con la guerrilla se selló ayer, cuando, una vez más, Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño “Timochenko” firmaron un acuerdo de paz. Esta vez, el Teatro Colón fue el escenario para un acto sencillo, corto y emotivo donde ochocientas personas presenciaron un evento solemne acompañado de música del Caribe, entre ellas los congresistas que legitimarán el tratado de paz la semana próxima.
Con saco y pantalón formales, el líder de las FARC fue el primero en depositar su firma en el papel con el “balígrafo”, una birome elaborada con balas, para después pronunciar un discurso ovacionado en la Plaza de Bolívar. A pocos metros del teatro, en el corazón del poder en Bogotá, cientos de personas esperaban el nuevo anuncio en pantallas gigantes, algunos con la tristeza por el reciente desalojo del Campamento por la Paz que estuvo allí hasta el fin de semana pasado. Otros, con la preocupación por los homicidios a líderes promotores de la paz, que continuaron esta semana. Casi todos, con banderas blancas y globos de colores, aunque cansados por un año de maratón defendiendo el acuerdo de paz con marchas, charlas y toda clase de expresiones no violentas, conservan la esperanza de encontrar la salida al laberinto del conflicto colombiano.
Los jóvenes de iniciativas como Paz a la Calle coreaban con emoción “Sí, se pudo”, cuando los negociadores ofrecían sus palabras en el acto, mesurado, al cual le siguió la entrega del Acuerdo Final de Paz renovado en el Congreso de la República, contiguo al Teatro y la Plaza de Bolívar. “Reiteramos nuestra solidaridad con todas las víctimas de esta larga guerra. Así como nuestra petición de perdón por las consecuencias que hayan podido provenir de nuestras manos”, dijo el número uno de la guerrilla acompañado por otros negociadores, quienes estuvieron día a día en las jornadas de renegociación del acuerdo, el cual tuvo que incorporar propuestas de los detractores de derecha al resultar derrotado en el plebiscito.
Al lado de los negociadores de gobierno, se encontraban Jesús Santrich, Pastor Alape, Joaquín Gómez, Victoria Sandino, Carlos Antonio Losada, Mauricio Jaramillo y otros reconocidos comandantes guerrilleros a quienes el mundo empieza a conocer ahora sin camuflaje ni armas al hombro y por fuera de las trincheras de la selva donde han combatido durante más de 50 años.
Con sus habituales trajes de paño y corbatas, estaban los negociadores de gobierno Humberto De La Calle, Sergio Jaramillo, el general del Ejército ( r ) Jorge Enrique Mora, Gustavo Restrepo, Elena Ambrosí y todo el equipo que hizo posible que, apenas en 40 días, las partes concretaran un nuevo acuerdo de paz para poner a fin a una guerra de medio siglo, en medio de la gran incertidumbre en que quedó Colombia tras el sorpresivo triunfo de los promotores del No en el Plebiscito.
Manifestaciones públicas y coros en redes sociales impulsaron la pronta firma que se dio ayer en la capital de Bogotá, y cuyo futuro será exitoso sólo si el Congreso aprueba el documento la semana próxima. Ayer mismo, en Senado y Cámara de Diputados se aprobó que el próximo 30 de noviembre el documento sea debatido con presencia incluso de la sociedad civil para después someterlo a voto.
El gobierno y los impulsores de la paz esperan que la mayoría vote Sí en los próximos días, con el apoyo de los partidos que siempre han respaldado del proceso de paz, como el Polo Democrático, el Partido de la U, el Verde, y el Liberal, y que se sume plenamente el Partido Cambio Radical. Además, para ganar, el acuerdo deberá contar con el apoyo del Partido Conservador, que fue escuchado en las reformas hechas recientemente.
También están confiados en esta aprobación los guerrilleros y guerrilleras que, en las montañas del país, tienen en silencio sus fusiles desde hace un año esperando la salida jurídica a una decisión que como rebeldes ya tomaron: abandonar la lucha armada para continuar disputando el poder por la vía política. Carolina Alzate, artista, le dijo a PáginaI12 que este acuerdo renovado, aunque no le parece mejor, era indispensable para sacar del limbo a quienes desean deponer las armas y así lograr una transformación necesaria para Colombia.
En palabras de Timochenko, han sido 33 años de proceso de paz y 5 de negociaciones en La Habana para llegar al consenso firmado ayer. Todo esto dará un giro en 150 días, tiempo en el que según el presidente Juan Manuel Santos las Farc dejarán de ser un grupo alzado en armas. “Todos sabemos, en el fondo del alma, que el conflicto armado tiene un costo demasiado alto. Es demasiado doloroso, como lo son todas la guerras”, recordó el primer mandatario, quien ha puesto todos sus esfuerzos como jefe de Estado para sacar adelante este proceso de paz, lo cual lo hizo merecedor del Premio Nobel de Paz que le será entregado este próximo 10 de diciembre.
“Ese gran objetivo común nos ha sido esquivo a pesar de múltiples intentos hechos a lo largo del más de medio siglo de guerra”, agregó Santos, declarando que espera que la semana próxima quede refrendado el acuerdo de paz. Los Defensores del Pueblo de Iberoamérica manifestaron que “la consolidación de los diálogos y la construcción participativa de la paz en la República de Colombia contribuyen a la democracia y a la vigencia de los derechos humanos en toda la región”.
Tanto el presidente como Timochenko agradecieron y aplaudieron las múltiples expresiones ciudadanas en respaldo a los acuerdos de La Habana que renovaron el aliento en medio de la sorpresa y el dolor por el rechazo del pueblo al pasado acuerdo de paz. Mientras daban sus discursos en el Teatro Colón, víctimas como Fabiola Perdomo, quien perdió a su marido a manos de la guerrilla, o las personas que buscan aún a sus seres desaparecidos y veían la transmisión en Plaza de Bolívar, se conmovían como el 26 de septiembre en Cartagena. Esta vez con la certeza de tener un acuerdo más incluyente, y la misma firmeza de quienes han sufrido y perdonado en todo el país y están dispuestos a la reconciliación. Alan Jara, quien en carne propia vivió el horror de perder la libertad por años en campamentos de las Farc, alzó la mirada e instó a las instituciones del Estado y a toda la sociedad a comprometerse para “hacer realidad lo pactado y generar condiciones para que tanto la ley como el acuerdo se desarrollen con la implementación de acciones para una paz estable y duradera, donde las víctimas son el centro del acuerdo”.