A Rachael Talibart, reconocida fotógrafa británica, no le avergüenza admitir que es “una mala nadadora y una peor navegante”, que se siente “mucho más feliz y segura viendo el mar desde la orilla”. Aún así, la artista asegura que sus recuerdos más memorables y formativos involucran el océano, en especial cuando, siendo niña, pasaba buena parte de las vacaciones explorando las costas de Francia y Países Bajos en familia, en el velero de su padre, al que poco y nada podía asistir en calidad de pequeña marinera por una simple razón: casi siempre estaba mareada. Lo que sí hacía, y mucho, era mirar las olas, imaginando criaturas de mar, fascinada por lo que escondían las olas. Fascinación que, incluso a la fecha, no la ha abandonado: es especialista en retratar el mar en toda su indomable magnificencia, como lo demuestra Tides and Tempests, una de sus series más recientes y elogiadas, que fue editada como fotolibro en UK y varias veces exhibida en galerías de Europa.
“El mar nos llama, nos asusta y nos confunde. Nos confronta con nuestra propia insignificancia. Y creo que eso, por lo general, es algo bueno”, señala Rachael, que desde la orilla gusta seguir el ritmo de las mareas, musa que -a su entender- “talla los bordes salvajes de la tierra en la que vivimos, mordisquea nuestras fronteras. Y hace que la fotografía costera sea emocionante porque la tierra cambia drásticamente todos los días, dos veces al día, y nunca puedes estar segura de qué aspecto tendrá lo que fotografiaste con la marea baja al día siguiente, cuando el mar levanta su manto de hechicero y revela una nueva magia”. Ni qué decir cuando hay tormenta y las aguas se agitan, “y su ferocidad resulta aún más sorprendente. De pie en la playa en medio de un vendaval, la vida ciertamente se siente mucho más ligera y preciosa. Ya sean olas que parecen monstruos, cielos que inducen al vértigo o fascinantes patrones que se encuentran dentro del oleaje hirviente, la costa en un día turbulento es un tesoro para la inspiración”.
Palabras de una autora que creció en el sureste de Inglaterra y que muy probablemente sea aficionada a las pinturas de Turner. Mujer que asimismo se toma todo el rato que sea necesario para dar con la toma perfecta, ocasionalmente bautizando a las olas bravías con nombres de seres de diferentes mitologías: Sedna, por caso, legendaria diosa marina del pueblo Inuit; o la griega Nix, hija del Caos, deidad primordial de la noche…