Luz, Sergio y Mali recorren los pasillos del hospital en busca del cuarto donde descansa su madre, María Paz, que está recuperándose de un infarto que milagrosamente no fue mortal. Sergio avanza a paso firme pero sus hermanas se detienen ante la irresistible presencia de una máquina de café automática. “Andá que ahí vamos. Es un segundo, pero andá si querés”. En esa breve secuencia introductoria se instala el tono del segundo largometraje del realizador y actor Ignacio Rogers, una comedia dramática (o drama cómico) que gira alrededor de una matriarca con enorme influencia, directa e indirecta, sobre su descendencia. El guion, escrito a diez manos por el propio Rogers más Esteban Lamothe, Julieta Zylberberg, Alberto Rojas Apel y Ezequiel Díaz, transcurre durante unos pocos días luego del achaque cardíaco, en esas fechas de fin de año en las cuales las reuniones familiares pueden transformarse en el marco ideal para la renovación de los afectos o bien en un calvario de recriminaciones y rencillas a flor de piel.
Las fiestas, que tuvo su paso por el Festival de Mar del Plata con un par de funciones especiales, llega a las salas de cine este jueves 5, puntapié inicial del calendario de estrenos nacionales cosecha 2023. Protagonizada por Cecilia Roth en el rol de la manipuladora María Paz, junto a Daniel Hendler, Dolores Fonzi y Ezequiel Díaz como sus vástagos, indecisos ante la oferta materna de pasar las fiestas junto a ella en su casa de campo, la película logra evitar en gran medida las banquinas del costumbrismo y el grotesco para acercarse con sensibilidad a las zonas más complejas del entramado familiar. “La verdad es que soy muy amiga de Ezequiel Díaz, uno de los guionistas y productor ejecutivo de la película. El guion estaba escrito hace un montón de tiempo y ya había un elenco armado, integrado en parte por algunos de los guionistas, Julieta Zylberberg y Esteban Lamothe”. Pocos días antes de la Navidad de 2022, Dolores Fonzi, que en paralelo al estreno del film está ultimando los detalles de su ópera prima como realizadora, Blondi, conversa mano a mano con Página/12 y recuerda cómo fue su desembarco en un proyecto cinematográfico gestado por amigos.
“Pasó lo que suele pasar con las películas, que se arma un embudo, de pronto hay que filmar y justo en ese momento los actores no pueden. Eso fue lo que ocurrió en este caso, y así entramos Daniel Hendler y yo. No hubo mucha duda: Julieta y Esteban no podían y entonces la hicimos nosotros. Ya conocía el proyecto; la verdad es que fue trabajar con un grupo de amigos. Con Daniel ya hicimos muchas películas, lo mismo con Ezequiel. Con Ceci Roth también. Y con Ignacio compartimos reparto en El crítico, la película de Hernán Guerschuny de 2013. Fue trabajar con amigos con un guion que te gusta".
"El rodaje fue justo hace un año, en diciembre de 2021", continúa Fonzi. "Si bien todos nos conocíamos, hubo mucho trabajo de ensayo. Fue muy minuciosa la búsqueda del tono de la película, de los personajes. Ignacio y Ezequiel estuvieron muy encima de ese tema. Mi personaje, Luz, es el de una hija que es madre pero no puede dejar de ser hija, porque tiene una madre que lo ocupa todo. Luz tiene muchos reclamos para hacerle, cosas que todavía no pudo resolver, y eso la infantiliza un poco. Esa es la psicologización que se puede hacer sobre el personaje, pero al conocer bien el guion y tener mucha confianza con los demás actores medio que no hubo que pensar mucho. Es un engranaje, son personajes que se completan con los otros. Y el hecho de estar apoyada en otros hace que todo sea más sencillo.
-¿Entonces hubo mucha improvisación por parte del cuarteto de actores y actrices?
-Como decía, toda esa improvisación que se dio durante los ensayos fue esencial para encontrar el tono que buscábamos. Cómo le hablan sus hijos a la madre, de qué manera le hacen los reclamos. Después, durante el rodaje, se respetó el guion. Pero hubo mucho ensayo previo. Al principio creí que iba a ser un poco más de taquito, pero hubo ensayos de mucha precisión.
-Todo eso para evitar excesos de psicologismo o el costumbrismo mal entendido, que siempre está al acecho.
-Creo que lo más interesante es que no es película de diálogos complejos, donde todo se resuelve desde ese lado. Por el contrario, Las fiestas habla de muchos temas sin poner el acento en ellos de manera obvia. Y lo realmente importante pasa por debajo de los textos, que son una excusa para que los personajes se vinculen. Pero lo importante va pasando en el fondo. Es una película de climas, de momentos. Otra cosa linda de Las fiestas es que nunca se pone solemne. Hay un personaje central que es trans pero eso nunca se transforma en un “tema”, todo es natural.
-No hay nada más lindo que la familia unida. ¿O no tanto? ¿Cómo definirías hoy el concepto de familia?
-Las raíces, de dónde uno viene, influyen en la manera en la cual se van dando los vínculos. No sólo los familiares, también las amistades y las parejas. La familia es esa red que te contiene para, a partir de ahí, hacer las cosas en la vida, sabiendo que tenés un lugar al cual volver, donde te pueden decir qué está bien y qué está mal. La orfandad no sólo se distingue de manera literal sino por el hecho de no tener a nadie que te contenga. Al menos ese es el funcionamiento con mi propia familia: mis padres, mis hermanos, mis hijos, mi pareja, mis amigos. Es una red orgánica, que se mueve en función de las necesidades de cada integrante. Si tenés una amiga que anda medio maníaca, la red familiar se ocupa de acompañar y apoyar. Se puede ver ahora en la Selección Nacional de fútbol: los que tienen familia tienen ese fondo de apoyo y otros no tanto. La integridad de las personas con familias detrás es más próspera, de alguna manera. La vida es mucho más fácil cuando tenés una familia que te sostiene.
-¿Y cómo es la familia de Las fiestas?
Y, es un poco más extraña. El padre no existe: no está, no se habla del tema. Cada uno tiene una vida independiente pero todos le reclaman algo a la madre. Siento que hay algo un poco infantil o adolescente en los hermanos, porque la propia madre no termina de serlo del todo y, por lo tanto, ellos no terminan de ser hijos. Si se quiere hay algo tóxico, porque no son vínculos plenos. Ellos no van a la casa de la madre y son felices por pasar el 24 de diciembre junto a ella. Hay algo de despedida en el encuentro, por eso van. Quizá porque intuyen que puede ser la última Navidad.
-¿Cuáles son los papeles que más te interesan más a esta altura de tu carrera?
-Los que están bien escritos. No creo en esa supuesta responsabilidad de un mensaje en las películas o los personajes. No me tomo a mí misma tan en serio como para darme ese lugar de importancia. Sí creo en una película bien escrita, con cualquier tipo de personaje. Al mismo tiempo, desde lo personal, lo bueno es poder administrar lo que una puede hacer en determinado momento y qué no. Qué se yo, me gustaría hacer una película de Marvel, pero también una de Lucrecia Martel con un personaje histórico. Todo me parece divertido, me da avidez conocer y descubrir. Al mismo tiempo, cada momento en una carrera tiene sus limitaciones. Acabo de dirigir mi primera película y en esta instancia estoy enfocada en eso, pero si ahora mismo me llegara un guion que me interesa, por la historia o por quien va a dirigir la película, lo pienso, claro.
-En una película de superhéroes, ¿serías villana o heroína?
-Villana, obvio. Me encantaría eso.
-Estás terminado el montaje de Blondi, tu primera película como directora ¿Fue relativamente sencillo dar ese paso?
-En términos concretos fue fácil. El guion lo escribimos junto a Laura Paredes en 2017 y después quedó cajoneado. Era un proceso que no conocía. Santiago Mitre, que es productor de la película, me dijo en su momento “lo que se escribe hay que filmarlo”. Y de pronto ese embudo del cual hablábamos antes: aparece la posibilidad del rodaje y ahí arranca un recorrido que nunca había hecho. Por ejemplo, el scouting, la búsqueda de locaciones, es algo que vas aprendiendo. Ahora, con el diario del lunes, sé que es una etapa importantísima, porque ahí es cuando se fijan muchos de los planos que después se van a filmar. El rodaje de Blondi fue increíble, una de las experiencias más felices de mi vida. La edición también, un proceso feliz. Pasar a dirigir siendo actor no es lo mismo que ser director a secas.
-Además de dirigir, sos la protagonista de Blondi. ¿Sentiste esa doble tarea como una presión extra?
-Creo que dirigirme a mí misma fue una de las mejores cosas que me pasaron en la vida. En realidad, cuando seguís las órdenes de un director, te estás dirigiendo a vos misma siguiendo esas directivas. En este caso esa persona no estaba, y el haber escrito el guion y saber qué tipo de planos quería hacer, cómo eran los encuadres, todo eso me ofreció una libertad absoluta. Sos la persona que decide y podés jugar a hacer cualquier cosa que se te ocurra. A pesar de eso, respeté el guion a rajatabla. Además sabés que después, en el montaje, podés reinventar eso que creaste en la filmación. Son mil instancias, y ahora estoy en el proceso de mezcla final de audio y ajustes de color y seguimos construyendo. Las películas se pueden construir todo el tiempo, hasta que se acaba la plata. O hasta que te obligan a entregarla, o porque la tenés que mandar a un festival. La verdad es que la pasé bárbaro. Hubo también algo de chiche nuevo, después de haber visto ese mismo recorrido en la filmografía de tantos directores.
-¿Y de qué trata Blondi?
-Es sobre una mujer de 40 años que fue madre a los 15. Ella y su hijo, que tiene 25, son compañeros de cuarto y comparten la vida, son como una pareja perfecta. Van a recitales de rock, fuman porro, son iguales. Pero lo que ocurre es que hay una despedida, porque él aplica a una beca y tiene que empezar a hacer su vida. Es una comedia sobre una madre y un hijo que se criaron juntos y de pronto tienen que separarse.