2022 fue un año particularmente activo para la francesa Claire Denis, cuya obra maestra Bella tarea (1999) acaba de trepar al séptimo puesto en la lista de las mejores películas de la historia compilada por la revista británica Sight & Sound. Por un lado, la directora de títulos esenciales del cine francés de las últimas décadas como Trouble Every Day y 35 rhums estrenó a comienzos del año pasado Avec amour et acharnement en la competencia oficial del Festival de Berlín, donde terminó llevándose nada menos que el Oso de Plata a la Mejor Dirección. Apenas tres meses más tarde, su segundo largometraje en idioma inglés, Stars at Noon, recibió el bautismo en las pantallas del Festival de Cannes. El costado más tierno de su filmografía parece tomar por asalto la historia de la primera de esas películas, rodada en su país natal a partir de una novela de Christine Angot, aunque como suele ser la costumbre las palpitaciones, angustias y heridas no tardan en hacer triunfal aparición. Bajo el título local Con amor y furia, el film protagonizado por Juliette Binoche, Vincent Lindon y Grégoire Colin, nuevamente con música de la banda británica Tindersticks, llega a las salas de cine argentinas este jueves 12. Todo comienza con un chapuzón en el mar, en algún paraje costero paradisíaco, el agua limpia y traslúcida. Una pareja, un hombre y una mujer, ambos de unos cincuenta años o un poco más, se sumergen y flotan, se abrazan y besan, caminan de la mano mientras los pies se mueven sobre el piso marino. De pronto, el plano desde arriba de un tren que avanza hacia la estación terminal. Las vacaciones han terminado y Sara y Jean regresan al departamento que comparten desde hace años. Una vez allí, la típica rutina: dejar las valijas, subir las persianas, abrir las ventanas, recoger los sobres que el cartero deslizó por debajo de la puerta, dormir y volver al trabajo, al menos en el caso de Sara. Pero antes del inicio de la primera jornada laboral en la emisora de radio donde conduce un programa Sara ve de lejos a François, un hombre del pasado que regresa sin previo aviso. Las constantes miradas de Sara hacia atrás, el movimiento de los brazos y la respiración agitada señalan algo que no tardará en confirmarse. Como reza la conocida frase, donde hubo fuego cenizas quedan, aunque en su caso las brasas no parecen haberse extinguido por completo.

Si hubiera que describir someramente la trama de Con amor y furia el eje pasaría por el triángulo amoroso que se instala con firmeza entre Sara, Jean y François. Nada nuevo bajo el sol narrativo, aunque tratándose de un film de Claire Denis nada es tan sencillo como parece. Por momentos, la intensidad de las emociones se acerca a la del melodrama clásico, atravesado en este caso por instancias que juegan con el origen literario del relato (desnuda frente al espejo, ante el primer capítulo del affaire, Sara se dice a sí misma “Aquí vamos de nuevo. El amor, el miedo, las noches sin dormir, el teléfono junto a la cama, sentir que me mojo”). La particularidad de la configuración geométrica que está a punto de desplegarse tiene su origen en el pasado, como lo describe muy temprano un diálogo entre los protagonistas, información presente a su vez en tráilers y sinopsis oficiales: cuando Sara conoció a Jean este estaba casado y ella en pareja con François, uno de los mejores amigos de Jean, además de su socio comercial. ¿Qué ocurrió desde ese mojón hasta el presente? ¿Por qué Jean estuvo en prisión durante un tiempo? ¿Qué razones llevaron a François a ausentarse del país durante casi una década? Lo cierto es que el regreso del ex instala, en primer lugar, la posibilidad de una nueva sociedad en el negocio de la búsqueda de jóvenes talentos en el mundo del rugby y, casi al mismo tiempo, la reunión de los amantes pretéritos. Con ese material de base podría erigirse una comedia romántica ligera o una tragedia, pero Denis prefiere hacer lo que mejor sabe hacer: imaginar, diseñar y observar a personajes cuya fragilidad humana está siempre a flor de piel, más allá de las durezas aparentes.

Entrevistada por la revista especializada Film Comment en ocasión del estreno en la Berlinale, Denis explicó el origen de los diferentes títulos del film en los diversos mercados internacionales, definiendo al mismo tiempo uno de los ejes centrales de la historia. “Teníamos un título de trabajo, pero un día, en pleno rodaje, que fue muy veloz porque no se trata de una producción de gran presupuesto, Juliette Binoche me preguntó cómo podía estar haciendo esta película. Le respondí ‘avec amour et acharnement’, con amor y ensañamiento. Vincent Lindon dijo de inmediato que ese era un buen título. Y lo dejamos. Pero la traducción al inglés no me gustaba, así que cuando Stuart Staples de los Tindersticks me envió la canción de la banda de sonido que cierra la película, 'Both Sides of the Blade' (Los dos lados de la cuchilla), me encantó de inmediato. Ese era el mejor título en inglés posible. Lo cual tiene mucho sentido, porque el film trata sobre dos clases diferentes de amor”. Con amor y furia es la segunda colaboración de la escritora Christine Angot con Denis –ambas coescribieron previamente el guion de Un bello sol interior (2017)– y el tercer trabajo en conjunto de la cineasta y Juliette Binoche luego de ese mismo film y High Life (2018), particularísima aproximación al terreno de la ciencia ficción. En la entrevista ya mencionada, reflexionando sobre esas dos clases de amor y la usual condena de la mujer infiel en el melodrama clásico (y no tanto), Denis recordó que “antes de que Christine comenzara a escribir la novela Un tournant de la vie ya solíamos discutir acerca de nuestras vidas. Creo que hay dos tipos diferentes de mujeres desesperadas. El personaje de Sara surge en parte de mi carácter y en parte del de ella. Lo entiendo todo: yo sería como Sara, no me resistiría. Me gustaría ser libre para poder tomar mis propias decisiones. Que ames a alguien y vivas con esa persona y te entregues todos los días y noches a ese amor no implica que, de pronto, un recuerdo tenga el poder de golpear con fuerza en tu puerta. Tal vez en el final Sara pierde todo y también François. Pero, ¿juzgar a los personajes? No, nunca. Juliette logra transmitir todo eso de manera perfecta: la manera en la cual expresa ese sentimiento de estar perdida y, sin embargo, no llorar, sin usar los gestos normales de la tragedia femenina”.

Con dirección de fotografía de Eric Gautier, Con amor y furia recorre los espacios de manera similar a cómo lo hacen con los personajes, envolviéndolos sin protegerlos. Desnudándolos, si se quiere. Y desnudos hay en el film: el deseo y el sexo son esenciales a la historia. Un sexo que a veces es desesperado, en otras ocasiones tierno y, desde luego, en alguna instancia fugitivo y un poco animal. La realizadora declaró que nunca utilizaría un “coordinador de intimidad”, ese rol de creación reciente en los sets de las películas y series, el encargado de llevar por buen camino las escenas de tono erótico y sexual, evitando que nadie sienta que sus límites como actor están siendo vulnerados. Si se quiere, una suerte de psicólogo para las escenas de sexo. “Nunca utilizaría a alguien así en una de mis películas. Odiaría tener a alguien así durante el rodaje. Ya bastante difícil es filmar una escena con los actores, la intimidad, el director de fotografía. ¿Y encima de eso un extraño en el set?”. El legendario carácter fuerte de Claire Denis, unido a esa sensibilidad casi punk que nunca la abandona. Precisamente, Con amor y furia no sería la película que es si Denis simplemente se atara a los dictados del guion en términos de acciones y reacciones, de diálogos y situaciones. Cómo se cuenta lo que se cuenta, cómo aquello que no se cuenta se desliza entre líneas, permitiendo que la intuición del espectador complete la información del paisaje emocional. Las elipsis, lo que sucede fuera de campo y de la órbita de las escenas, son esenciales a la forma. Al fin y al cabo, poco y nada se sabe de François, personaje serpentino interpretado con habitual ambigüedad por Grégoire Colin. ¿Cuál es el deseo de ese amante? ¿La mujer en sí misma, la mujer del otro, la reconquista del pasado? Son preguntas que la película –adulta en un sentido profundo– nunca responde, por la sencilla razón de que posiblemente no tengan respuestas únicas e inconmovibles.

Esa forma de entender las relaciones humanas, lejos de arquetipos y construcciones psicológicamente rotundas, perfectamente delineadas, es lo que hace de 35 rhums (2008) uno de los grandes títulos en la obra de la realizadora. Sin llegar a la misma categoría artística, Con amor y furia regala un relato acerca de los sentimientos y deseos que en otras manos podría convertirse sin mucho esfuerzo en un novelón superficial. Denis suma a la ecuación varias subtramas que envuelven a los personajes de Sara y Jean (François es el enigma, el otro). Jean atraviesa un momento difícil en la relación con su hijo, un adolescente de quince años que –ante la ausencia tanto de él como de su madre– fue criado por la abuela, interpretada por la leyenda del cine francés Bulle Ogier. Ante la posibilidad cierta de que el menor abandone la educación formal para ingresar a un cursillo con salida como empleado comercial, el padre pone los puntos sobre las íes e intenta destruir la auto conmiseración del muchacho, de piel oscura como su madre, a partir de las características raciales. La escena se contrapone con otra anterior, un segmento semi documental en el cual Sara entrevista en su programa al ex jugador de fútbol Lilian Thuram, una charla sobre el racismo estructural en la sociedad francesa. En todo momento, los ubicuos barbijos contra el covid-19, que la película incorpora de manera absolutamente natural –se sacan y se ponen dependiendo del lugar y el contexto–, situando la acción en un período específico de nuestro pasado reciente. ¿Y la historia de amor, de furia y de ensañamiento? En palabras de Claire Denis durante la conferencia de prensa en el Festival de Berlín, “pudimos ir muy lejos porque había una confianza total, sin ningún tipo de miedo, en el momento de la filmación. La escena de la discusión cerca del final fue filmada en dos o tres tomas, conmigo y Eric Gautier siguiendo a Juliette y Vincent, que se habían transformado en luchadores. La película no es un relato donde prime la psicología: las palabras que se dicen simplemente esconden las pasiones que habitan en los personajes”.