En el origen de este instrumento teórico, práctico, confirmamos aquella afirmación según la cual la necesidad induce --o exige-- su creación. Para ello necesitamos hacer un largo recorrido, hasta comprender que lo esencial, para nosotros, consiste en acompañar a cada sujeto a encontrar y expresar aquello que le es mejor y más propio. Así fue como quedaron expuestas ante nosotros las serias limitaciones del psicoanálisis. Ello se encuentra ligado a que su creador --Freud--, creyó conveniente evitar cualquier tipo de contaminación al imponerse la búsqueda --y la utopía-- de la posibilidad de que exista alguna asepsia. Nosotros, es necesario aclararlo, tenemos planes para el otro, buscamos que logre descubrir aquello que le es más propio, eso que serán, también, sus mejores posibilidades.
Lo humano, a diferencia de otras especies de mamíferos, si se lo deja sólo al nacer, si luego no se lo acompaña trabajando con él en su construcción como sujeto a la cultura, tiende a morir por marasmo, a enfermar o expresarse de forma lejana a lo que le sería mejor. Esto es así debido a que el mal, de serle hecho --por acción u omisión--, se expresa más rápido y de manera más fácil que el bien.
A nivel global, muchos de aquellos que se han erigido en grandes líderes sólo demuestran ocuparse de sus “buenos negocios” --y los de sus socios--. Se trata de sujetos que lo quieren todo para sí, sujetos tomados por esa forma de locura constituida por la codicia unida al egoísmo ilimitado. Ellos son grandes destructores de Vida --recursos-- le dicen. En esta situación, cada sujeto necesita desplegar su vida y, de serle posible, expresar aquello que le es más propio. En la medida en que no logre hacerlo, el sistema los gastará hasta destruirlos con su dinámica sin, apenas, enterarse.
Toda vez que se le permita ingresar a la dinámica de la explotación y el sometimiento, lo humano agradecerá, incluso llegará a alegrarse al conseguir un trabajo que le exija ajenar[1] su vida a cambio de un salario que le permita, apenas, cubrir sus necesidades básicas. Se trata, ese, de un trabajo que no dignifica, de un trabajo que humilla, que destruye, que licua sujeto.
Ver esta situación nos ha exigido trabajar hasta dar forma al psicoanálisis nietzscheano[2], este instrumento, capaz de ayudar a construir sujeto para sí “sujeto no ajenado”, evita que, cómplices, nos transformemos en meros “ajustadores de sujeto al sistema”. Esa es la perversión del uso dado a lo mejor de los avances de Freud y el de muchos de sus discípulos.
Este nuevo cuerpo teórico práctico es un sincretismo construido mediante la suma de todo lo que, a nuestras propias indagaciones y experiencia clínica, nos ha aportado el psicoanálisis, de manera principal los conceptos de inconsciente y de la genitalidad infantil, unidos --muy a pesar de Freud-- a la filosofía de Nietzsche, expresada en su Así habló Zaratustra y en su último trabajo, El Anticristo. La cuarta vertiente se encuentra constituida por el núcleo central, tal vez el más antiguo, de la cosmovisión de los pueblos originarios, a cuyo conocimiento hemos accedido junto a maestros ayahuasqueros peruanos, donde la necesidad y la posibilidad de “dialogar con La Vida”, deja de lado los peligros de ocurrencias e ingenios a las que el Yo, esa función, tiene tendencia a recurrir ante la falta.
Lograr ser sujeto para sí permite, siendo sujetos ordinarios, acceder a zonas de lo extraordinario. Es lógico que así sea ya que Somos de Acá[3].
Este trabajo necesita ser desarrollado aquí y ahora. Ella, La Vida, también lo necesita en momentos en los que asistimos a una nueva guerra de un imperio decadente frente a otro emergente dónde hay armas atómicas en ambos frentes.
A quien leyere[4] le diremos que, a pesar del temor que pueda sentir a enfrentar grados no habituales de libertad, tolere hacerlo. Se trata de un aprendizaje, de un camino de estudio y experimentación que nada tiene que ver con la fe o alguna otra cuestión ideal. Se trata de lograr ser el protagonista de la propia existencia, por allí pasará --en la medida en que esto sea posible-- la cura de todo mal, así como algún acceso al buen vivir.
Enrique E. Rodríguez Tosto es escritor, médico, creador del psicoanálisis nietzscheano. Creador y director del Jardín y Reserva La Selvita.
Notas:
[1]Ajenar, volver ajeno. Actualmente, este término ha sido sustituido por otro, no es tan directo; enajenar.
[2]Psicoanálisis Nietzscheano, Dr. Enrique E. R. Tosto. Editorial de la Universidad Maimónides. Presentado el 28 de noviembre de 2012.
[3]En referencia a Somos de Acá, el título de uno de los dos trabajos de ensayo filosófico psicoanalítico que hemos escrito durante la pandemia, esa misma que --debemos decirlo-- aún no ha pasado.
[4]El término lo hemos tomado de la utilización que hace de él J. L. Borges.