No solo ganamos el Mundial de Qatar sino que sorprendimos al mundo con nuestros efusivos y creativos festejos. La celebración popular creada a partir de la consagración argentina en la avenida 9 de Julio, en los “fan fest” y en las principales calles y plazas del país, con nuestra sobreabundante alegría mundialista fue trending topic eterna y el comentario obligado en los cinco continentes.
La canción de “Muchachos…ahora nos volvimos a ilusionar” que entonamos hasta quedar roncos se cantó en todo el planeta. Y no sé si llegó hasta Marte, Mercurio y planetas vecinos. Mi primo Fernando llegó hasta a roncar al ritmo de la canción de “La Mosca”.
Recibimos a los campeones del mundo en Ezeiza con un récord Guinness de convocatoria (fuimos más de cinco millones solamente en el microcentro), y prolongamos las celebraciones en las ciudades de origen de los integrantes de la Scaloneta.
Y la seguimos en los días posteriores: cambiamos el rojo y verde de la Navidad por el celeste y blanco de la bandera idolatrada que Belgrano nos legó. Papá Noel se sumó a los festejos y repartió millones de camisetas albicelestes. Al dar las 12 horas del 31 de diciembre, pudimos decir que teníamos una tercera copa para el momento del brindis.
Y así hasta hoy… o hasta mañana o hasta que nos demos cuenta que entramos en “resaca”, y que nada de que lo que sigue ni por casualidad se asemejará a lo vivido. Entonces nos planteamos desde esta columna: ¿Por qué no prolongar esta euforia mundialista y ese espíritu ganador para todo lo que se pueda y nos dejen? Vamos, que no decaiga, que la fiesta sea interminable…
Propongo cambiar el Himno Nacional por el contagioso tema “Muchachos”, que fue nuestro himno perpetuo de festejos. Si mantenemos la melodía creada por “La Mosca” y le agregamos algunas alusiones patrias de Don Vicente López y Planes, quedaría algo así:
“Muchachos el grito sagrado pudimos escuchar,
y el ruido de rotas cadenas hasta ser campeón mundial.
Y al Diego, desde el cielo lo podemos ver con Belgrano y San Martín
Coronados de gloria vivamos alentándolo a Lionel”.
Y si hay clima mundialista, tiene que haber Obelisco. Levantemos Obeliscos en todas las ciudades del país con sus respectivos locales de McDonald's enfrente de cada uno, porque a algún representante del imperialismo tenemos que molestar, ¿no?
Acabemos con la grieta y fundemos el Partido Scalonístico Nacional, que rija los destinos del país por vida. Y al que se oponga le diremos: "¿Qué mirás bobo? Andá pa’ allá".
Adiós a los billetes de próceres y de animales. Volvamos con los próceres más recientes. ¿Más próceres que Messi, Scaloni, De Paul, Montiel, el Enzo y el resto de los muchachos? Y si quieren animales, les damos animales: la Pulga Messi, la Araña Julián Álvarez y el Pulpo Armani.
Inventemos festividades de lo que sea en diversos pueblos como La Fiesta Nacional del Fideo Di María, o el Festival Provincial del Huevo Acuña.
Y para que en el fútbol nuestro de cada día no se pierda el clima festivo de Qatar que nos trae tantos buenos recuerdos, pintemos palabras árabes en las canchas, que los partidos empatados se definan por penales, y pongamos pantallas gigantes en los parques del país con la transmisión de partidos de la Liga Profesional 2023.
Si miles de familias, grupos de amigos y turistas palpitaron en los fans fest con las emociones de cada partido de la Scaloneta, ¿por qué pensar que no van a entusiasmarse mirando un Platense-Newell’s por la primera fecha de la Liga Profesional 2023? Bueno, motivos hay, pero si a uno de estos equipos le ponemos una camiseta celeste y blanca, a los otros los vestimos de naranja y metemos un árbitro pelado cabrón, disfrazamos a algún plateísta con un turbante blanco, casi sin darnos cuenta tendremos un Argentina-Países Bajos en versión conurbano bonaerense. ¿No les parece?