En junio de 1977 se publicó un aviso de dos páginas en la revista Daily Variety. El aviso anunciaba que iba a comenzar la producción de una nueva película llamada Pandillas de New York, de un joven director en auge, autor de Taxi Driver: Martin Scorsese. Basada en un libro de culto de Herbert Asbury, la película sería una historia épica sobre Five Points, los barrios bajos de la New York del siglo 19, y las bandas que aterrorizaban sus calles. En última instancia, a Scorsese le llevaría 25 años plasmar su visión en la pantalla grande. Protagonizado por Leonardo Di Caprio, Daniel Day-Lewis y Cameron Diaz, el film fue estrenado en Estados Unidos el 20 de diciembre de 2002, tras décadas de retrasos, una vasta reconstrucción del bajo Manhattan en Roma y una serie de peleas entre el director y su productor Harvey Weinstein, hoy largamente caído en desgracia.

Veinte años después, Pandillas de New York es un item curioso en el cuerpo de trabajo de Scorsese. Es algo así como una precuela espiritual de sus películas contemporáneas de gangsters, pero también atada a su tiempo. Incluso Scorsese podía sucumbir al estilo del posmilenio.

Para Martin Scorsese, Pandillas de New York era un proyecto muy personal. Mientras crecía en Little Italy quedó fascinado por las historias de pandillas en su barrio; en particular por los choques entre los estadounidenses protestantes y los immigrantes irlandeses católicos, que habían tenido lugar a las puertas de su iglesia local en 1844. En la zona también se advertían pistas, lápidas desgastadas y arcaicas calles empedradas, que le dieron un indicio de lo que había sido ese barrio cien o más años antes.

"Gradualmente, me di cuenta que los ítaloamericanos no habían sido los primeros aquí, que otras personas habían estado antes que nosotros", dijo Scorsese en una entrevista en el museo Smithsonian en diciembre de 2002. "A medida que empezaba a entender esto, me sentí fascinado. Me la pasaba preguntándome cómo se veía New York. ¿Cómo era la gente? ¿Cómo caminaban, comían, trabajaban, se vestían?"

En 1970, Scorsese compró la opción sobre el libro The Gangs of New York de Herbert Asbury. Publicado por primera vez en 1927, describía las pandillas del Lower Manhattan, particularmente en Five Points, el área que abarcaba la intersección de calles (donde hoy es el Barrio Chino) así nombrada por sus cinco esquinas. El Five Points, famoso por su suciedad, el crimen y la enfermedad, era hogar de muchos inmigrantes, incluyendo a los irlandeses, que por momentos llegaban a la ciudad a un ritmo de 15 mil por semana. Las pandillas estaban compuestas por irlandeses o nativos anti inmigración, con nombres realmente graciosos, como Los Conejos Muertos, Los Enchufes Horribles, los Guardianes de las Cucarachas, Los Camisas con Cola. Los políticos corruptos las usaban como fuerza de choque. Las pandillas ayudaban a amañar elecciones o a influir en el voto. Según el libro de Asbury, podían estar peleando durante días.

Había más en juego que una buena golpiza. "El país estaba en juego, y New York era un barril de pólvora", dijo Scorsese. "Este no era el Estados Unidos del oeste y sus amplios espacios abiertos, sino uno de claustrofobia, donde todos estaban apiñados." Y agregó: "Era el caos, el caos tribal. Gradualmente, había una construcción de la democracia calle por calle, manzana por manzana, con la gente aprendiendo a vivir en comunidad. Si no hubiera existido una democracia en New York, no hubiera existido en ningún otro lugar".

Scorsese le pasó el texto a su amigo Jay Cocks -crítico convertido en guionista-, y este terminó el primer borrador en 1978. La historia, que atravesó muchos borradores y algunos escritores adicionales, empieza con un enfrentamiento entre la pandilla irlandesa, los Dead Rabbits liderados por el Padre Vallon (Liam Neeson) y los Natives anti inmigrantes, encabezados por Bill “The Butcher” Cutting (Daniel Day-Lewis), un carnicero armado con un gran cuchillo. Bill mata a Vallon ante los ojos de su hijo, Amsterdam, quien crecerá para convertirse en Leonardo Di Caprio. Amsterdam vuelve al Five Points años después para buscar venganza. Es cooptado por el culto a la personalidad de Butcher, forjando un extraño vínculo padre-hijo, antes de que Amsterdam resucite a los Dead Rabbits y luche hasta la muerte con Bill.

Mezclando hechos históricos y ficción, la historia se sitúa en el contexto de las Draft Riots de 1863: una revuelta mortal que duró varios días, con saqueos y linchamientos disparados por el reclutamiento para la Guerra Civil. Bill el Carnicero estaba basado en Bill Poole, líder de la pandilla Bowery Boys y miembro del partido político nacionalista Know Nothings.

Pero la visión de Scorsese era demasiado cara. Para darle vida a la historia, el director necesitaba recrear -construir- una porción significativa de la New York de 1860. "Para 1980, el tiempo en que los directores recibían grandes montos de dinero para hacer películas personales se había terminado", escribió Scorsese en un libro sobre la película. De todos modos, se aferró al proyecto.

A comienzos de los noventa, Pandillas de New York entró en fase de desarrollo en Universal. Robert De Niro, entonces el actor icónico de Scorsese, se sumó en un momento para interpretar al carnicero. El proyecto pasó entonces a Disney, pero el estudio empezó a recular ante la violencia. Incluso Scorsese, que no solía tener pruritos con el tema, lucharía con ese aspecto. "La violencia es tramposa", le dijo a The New Yorker. "Pero es la manera en que esos personajes se comportaban. Tenía que encontrar la manera de filmarlo."

También habían pasado algunos años desde que el director se anotara un éxito de taquilla. En 1995, Casino -una obra maestra sin discusión- había sido una decepción en Estados Unidos. Kundun (1997) y Vidas al límite (1999) también habían sido fracasos comerciales. Pero con un acuerdo de 65 millones asegurado para la distribución internacional, Miramax -una subsidiaria de Disney dirigida por Harvey y Bob Weinstein- tomó el control. En el libro Down and Dirty Pictures, el crítico estadounidense Peter Biskind describió cómo Scorsese "era un trofeo y un anzuelo de Oscar" para Harvey Weinstein. Eran tiempos en los que los Weinstein establecían una garantía para la temporada de premios. "Para los actores y directores, Harvey era un forjador de reyes", dice Michael Hausman, productor ejecutivo de Pandillas de New York. "En esos días nadie quería contrariar a Harvey o a su hermano."

DiCaprio y Scorsese en el set.

Leonardo DiCaprio se había enterado de la película cuando tenía solo 16 años, en la época en que hizo Critters 3. A los 17 cambió de agencia de representación solo para estar en un potencial contacto cercano con Scorsese. Nadie lo veía como un peso pesado de la actuación. Incluso después de Titanic y La Playa se lo veía como un mero galancito. Que Scorsese lo eligiera (ese mismo año DiCaprio fue elegido por Steven Spielberg para Atrápame si puedes) lo puso en otro nivel. En los veinte años transcurridos, DiCaprio fue el colaborador más significativo de Scorsese, protagonizando cinco películas más.

Con De Niro definitivamente alejado, Daniel Day-Lewis tomó el rol de Bill The Butcher. Day-Lewis era típicamente intenso: parecía un verdadero carnicero -"Nunca sabés qué te puede ayudar", bromeó una vez- y dominaba el arte de balancear un cuchillo. Day-Lewis se mantuvo en personaje y disfrutó la compañía de Bill. "Nunca conocí a Daniel Day-Lewis en la película", dice Hausman. "Siempre era Bill el Carnicero. ¡Te confundía! Podía golpear a su puerta y tenía que decir 'Bill, tengo una pregunta...' Lo vi años después y le dije 'Pasaron cinco años, puedo llamarte Daniel ahora?'".

Liam Neeson, encargado del Padre Vallon asesinado por Bill en la batalla de apertura, se planteó un juego de superioridad con Day-Lewis. Neeson descubrió que Day-Lewis iba al gimnasio a las 5.30 de la mañana, y empezó a ir a las 4.30; cuando Day-Lewis llegaba, Neeson estaba saliendo.

Day-Lewis veía a Bill como "un barrabrava dandy". Ciertamente, con su galera, su traje ajustado, su monóculo y mostacho, Bill parece un villano de dibujo animado. Pero uno dibujado sobre la olla a presión de temas de la película: furia política, corrupción, patriotismo, orgulla, tensiones raciales, historia, la construcción de la democracia.

No era el único que lo tomaba con intensidad. El guionista Hossein Amini, quien trabajó en dos borradores, recordó dos días de encuentros de doce horas con DiCaprio, solo para hablar del personaje y el diálogo. DiCaprio dijo que su preparación también incluyó "levantamiento de pesas, lanzamiento de cuchillos y varios métodos de pelea de esa época."

Aunque no es un film con rigor histórico, hubo mucha investigación, y la producción fue diseñada para lucir real y precisa. Como el libro de Asbury, se apoyó en Low Life de Lucy Sante -sobre el Manhattan de la vieja escuela- y el diccionario Lexicon de 1859, para utilizar el slang adecuado. Para la miríada de acentos, los actores y actrices trabajaron con el coach Tim Monich. El gran desafío fue crear el acento para los nativos neoyorquinos de clase trabajadora, de quienes había poca evidencia histórica. Tras escuchar una grabación del poeta Walt Whitman, Monich decidió que no sonaba tan diferente al acento de un taxista de Brooklyn del siglo XX.

Viéndola hoy, Pandillas de New York presenta un elenco impresionante. Junto a Day-Lewis, DiCaprio, Diaz y Neeson están Jim Broadbent, John C. Reilly, Brendan Gleeson, Stephen Graham y Henry Thomas, entonces mejor conocido como "Eliot de E. T." La verdadera estrella, de todos modos, era la New York de 1860, incluyendo el Five Points, recreado en el estudio Cinecittá de Roma. El diseñador de producción Dante Ferretti construyó casi dos kilómetros de edificios, esencialmente manzanas del Lower Manhattan. El lugar se volvió muy real. "Luego de un par de tormentas, que le imprimieron su propio carácter a las calles, los adoquines se vieron mierdosos", dice Day-Lewis. "Amé ese lugar. Amé estar allí. Era mi hogar."

El set era tan enorme que cuando Scorsese empezó a filmar no había suficientes extras para llenarlo. Michael Hausman, quien pasó 16 meses trabajando en la película y estuvo durante toda la filmación en Roma, recuerda ser llamado al set por Scorsese el primer día. "Llegué allí y me pasó la toma que había hecho: '¡Se ve todo vacío!'. Le dije que Ferretti había construido algo demasiado grande, que obviamente se veía vacío." Scorsese también se quejó de que los extras se veían demasiado italianos, que ninguno tenía ojos azules. "Bueno, Marty... ¡son italianos!', dijo Hausman. "Tienen grandes narices italianas y ojos marrones... no sé qué decirte." Esa noche, Hausman tuvo que recorrer las embajadas de Estados Unidos, el Reino Unido e Irlanda, preguntando si había personas de ojos azules que quisieran estar en una película con Leonardo DiCaprio.

La producción se extendió ocho semanas más de lo previsto, y agregó 20 millones al presupuesto, de los 83 millones a más de 100. Hausman recuerda lo lento que podía ser el proceso. Antes de filmar cada día, Scorsese podía desaparecer en su oficina para decidir cuál versión del guión filmar. "¡Habían escrito tantas versiones!", se ríe Hausman. "Eso fue un verdadero retraso, hasta que aparecían en el set y decían qué versión se iba a filmar. A veces el director de fotografía Michael Ballhaus había dispuesto algo y Marty podía decirle 'No, vamos a hacerlo desde otra dirección'".

El Five Points reconstruido por Scorsese.

Five Points podía ser el escenario de las mayores batallas, pero también había un choque detrás de cámaras entre Martin Scorsese y Harvey Weinstein. Hubo reportes de numerosos puntos de fricción, como que Weinstein apareciera en el set para ordenarle a Scorsese que trabajara más rápido; o que Weinstein no estaba feliz con el nada atractivo aspecto de Day-Lewis, que no se vería bien en el poster. A Day-Lewis tampoco le gustaba Weinstein: "Lo que no entiende es que hice Pandillas a pesar de Harvey, no gracias a él", dijo más tarde.

Hausman tenía el trabajo de representar los intereses de Weinstein en el set, y era responsable de arreglar -y mediar- los encuentros entre el director y el productor. Debía trabajar con Weinstein las preguntas a Scorsese, y luego ensayar las respuestas con el director. "Si él empezaba a mencionar algo que no estuviera en la lista le diría a Harvey '¡No termines esa oración o Marty va a desaparecer! El encuentro habrá terminado'"

Entre las cosas que a Weinstein no le gustaban estaba el nombre de Dead Rabbits. Pero Hausman le advirtió que no sacara el tema, que a Scorsese y DiCaprio les encantaba. Pero durante un encuentro con el asistente de Weinstein salió la cuestión. "Cuando empezó la reunión, lo primero que dijo fue que a Harvey no le gustaba el nombre de la pandilla. Marty dio vuelta un escritorio con una computadora encima, y salió de la sala. No lo vimos por el resto del día."

El estreno se fijó para diciembre de 2001, pero fue postergado. Para abril del año siguiente, The New York Times informó que Scorsese y Weinstein estaban en guerra. El  primer corte tenía una duración de tres horas y 40 minutos, y aparentemente Scorsese estaba considerando filmar más escenas. Para él, Pandillas... llevaba 25 años de realización, y quería llevar su visión artística hasta el final. Weinstein quería una película más convencional y comercial. "Soy productor, y los productores siempre queremos películas por debajo de las dos horas, para tener más pasadas por día", señala Hausman.

Públicamente, Scorsese y Weinstein aseguraron que tenían "una fantástica relación laboral". El productor quería presentar la película en el Festival de Cannes de mayo 2002, aunque no se estrenara hasta diciembre. Pero se echó atrás y la retrasó una semana más, para evitar que compitiera con la otra gran película de DiCaprio, Atrápame si puedes.

Las reseñas fueron buenas pero ocasionalmente regulares. The New York Times la llamó "una casi-gran película" que podría "salvar la distancia" con el tiempo. Day-Lewis se deleitaba en su personaje de villano, y convertía sus sabrosos diálogos en "poesía vernácula". The Independent la definió como "una visión genuinamente salvaje, abrumadoramente extraña", pero también "irregular y deforme".

Pandillas de New York fue nominada a diez Oscars, incluyendo la canción de U2 “The Hands That Built America”, y recaudó unos respetables 193,8 millones de dólares. Puesta junto a Buenos Muchachos y Casino, parece más bien un ensueño: hay mucha mugre, garra y vísceras, pero es sobrenatural, infernal y algo grotesca. Es un show de violencia victoriano. Es, como diría Bill el Carnicero, "un espectáculo de actos temibles". Ciertamente, tanto Bill como la violencia son atronadoras: se destrozan caras, se arrancan orejas, los cuchillos se hunden en las espaldas de rivales políticos.

Hay cierta ironía en cuánto tiempo llevó hacerla. Es una película situada en los 1860 y le llevó un cuarto de siglo llegar a los cines. Aun así, ha envejecido de modo que no le pasó a otras películas de Scorsese. No tiene tanto que ver con la calidad de su cine sino más bien con el momento cultural. Permea el comienzo del nuevo siglo -una banda de sonido que se siente apenas un sample por debajo de Moby-; el curioso casting de Cameron Diaz, que lucha con un discutible acento irlandés; tiene un ritmo de acción que, como el traje de Bill, hoy parece fuera de época.

Aun así, Pandillas de New York sigue teniendo mucho que decir sobre el mundo moderno como sobre la ciudad de aquel momento. "La civilización se está viniendo abajo", dice Bill, con la bandera estadounidense envuelta sobre sus hombros. "Dios te bendiga."

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.