El 19 de enero se celebra el centenario del nacimiento de Landrú, el legendario humorista gráfico, pero también periodista, escritor y compositor. A modo de celebración, la ciudad de Mar del Plata recibe desde el viernes la exposición Breve historia universal de Landrú, con más de cincuenta obras, incluyendo mucho material inédito. La muestra itinerante se inauguró originalmente en la Biblioteca Nacional en 2018 y ahora llega al Museo Municipal de Arte Juan Carlos Castagnino (Av. Colón 1189) de ese balneario bonaerense.
“Cuando surgió la propuesta de traer la exposición, encontramos muchísimos documentos sobre Landrú y esta ciudad, ya que era el lugar donde veraneábamos durante nuestras vacaciones”, contó a la agencia Télam Raúl Colombres, hijo del dibujante. “Mar del Plata, que tanto le atraía a mi padre, se reflejó en gran parte de su obra humorística”, señaló.
Landrú tuvo en su derrotero profesional algunos hitos notables, como la creación de la mítica Tía Vicenta, revista que en su momento reunió a figuras como Quino, Carlos Garaycochea y César Bruto, entre decenas de otras figuras que renovaron el humor gráfico hasta su clausura por el dictador militar Juan Carlos Onganía, que se ofendió por cómo lo retrataban en sus páginas y las críticas a su régimen. Landrú también fue uno de los primeros libretistas de Tato Bores, colaboró con otros programas de radio y televisión y publicó en Clarín y La Nación.
Cuando se inauguró la muestra en la Biblioteca Nacional, el curador José María Gutiérrez –también uno de los responsables del Archivo Nacional de Historieta y Humor Gráfico- consideraba a Landrú como el artista más influyente sobre los dibujantes de humor argentinos, incluso por encima de otros como Oski.
“Creo que además la exposición muestra los aportes que hizo en otros ámbitos, no sólo en el humor, por ejemplo creo que la producción gráfica, con esa ensalada de contenidos mezclados con dibujos y avisos, esos collages bárbaros, influencian después a otros, como la Hortensia”, opinaba entonces Gutiérrez.
Entre las más de cincuenta obras del humorista hay una buena cantidad de trabajos inéditos, incluyendo un cuaderno de adolescencia en el que Juan Carlos Colombres prefiguró la cosmogonía que luego se convertiría en el cuerpo central de su obra como humorista, periodista, músico y escritor. A los 17 años, el niño-que-aun-no-era-Landrú abrió su cuaderno y comenzó a escribir su “Génesis novísimo”. Reinventó la historia del universo mismo. Una faceta de su obra sobre la que volvió persistentemente. Hasta ahora ese trabajo sólo había aparecido una vez en la revista Status, que dirigía Miguel Brascó. Pero su director lo publicó corregido y sin los dibujos. “Cuando vi el cuaderno me sorprendió la meticulosidad, no tiene tachaduras ni correcciones, tiene una gran coherencia y no decae en ningún momento”, cuenta el curador, que en ese gesto ve a un Landrú “demiurgo”.
“Es muy coherente con su desarrollo posterior, con su mirada del absurdo, porque no sólo propone ocurrencias o es ingenioso en su modo de ver, directamente presenta todo un universo para ver distinto”, explica Gutiérrez. "Por eso su obra ni siquiera puede ser calificada de surrealista. Landrú no subvertía los factores ni trabajaba con las lógicas del inconsciente. Directamente inventaba otra cosa”, planteaba.
Breve historia universal de Landrú ofrece originales del archivo del diario Crónica, en custodia en la Biblioteca Nacional, y algunas perlitas del Archivo Frondizi, incluyendo alguna tarjeta postal dibujada que Landrú le dedicó y jamás se llegó a publicar. También ofrece un rescate amplio de textos y viñetas de la primera época del autor, en la Don Fulgencio y a partir de allí, todos sus hitos importantes. Que no son pocos, porque el hombre llegó a colaborar con doce medios a la vez. También hay ejemplares de la mítica Tía Vicenta, mojón fundamental del humor gráfico y político argentino, incluyendo la que “provocó” la clausura de Onganía (aunque el curador sospecha que la bronca del dictador era de largo aliento, cuando aún antes de acceder al gobierno ya Landrú había insinuado en un chiste sus ambiciones desmesuradas).
A un siglo de su nacimiento, el humor de Landrú sigue vigente. Los motivos, amén de su excepcional calidad, pueden rastrearse en su estilo y su tono delirante. Si por momentos las páginas de política de los medios y las declaraciones de las figuritas del sector desafían a los ciudadanos a la incredulidad, la extrañeza de los disparates de la “señora” que dibujaba Landrú resultan notablemente ubicuos. “Su gran aporte a la sátira política argentina fue convocar al gran presidente, a las figuras de la política grande, a este living anacrónico de esta señora que dice disparates y parece que no entiende nada, pero le gusta hablar del tema, y en realidad demuestra el absurdo mismo de muchos de los actos de la política”, comentaba en 2018 Gutiérrez.
Si se piensa en algunos de los momentos más delirantes del primer Tato Bores y se lo pasa por el tamiz del extravío de la realidad de los libertarios, la nube de azúcar de ciertos influencers “apolíticos” y las contradicciones del resto del arco político, el resultado está tan cerca de la realidad como de muchas viñetas de Landrú.
Es cuestión, pues, de ponerse las ojotas al salir de la playa y darse un chapuzón, pero de otro estilo: en tinta y papel, con uno de los grandes del humor argentino. La risa y el mar son excelentes compañeros.