Pensadores como Heidegger y Lacan anticiparon y permitieron pensar que la conjunción de Capitalismo y Técnica daba lugar a un mundo donde la experiencia de la verdad iba a ser seriamente socavada en nuestro mundo. Pero la verdad pertenece a la palabra y no al orden dominante de la digitalización y de los algoritmos. Incluso en la mentira, en la medida en que se pronuncia por cualquiera, la verdad se abre camino.
Las fake news no son mentiras, constituyen el intento de construir un mundo que borre y clausure el espacio de los seres hablantes. Lo que circula en las redes es un intento de rechazar al sujeto de la palabra y sustituirlo por la mercancía de la "información".
Esta información no informa de nada en particular, está al servicio de generar una realidad sin fisuras donde el Poder pueda proseguir con su reproducción ilimitada.
Sin embargo, por potente que sea esta intervención por parte del Poder en la configuración de la realidad, existe algo real que no puede suprimir, el real de los hablantes.
El Mundial de Fútbol, por ejemplo, la fascinación y el misterio que ejerce, reside en que más allá del engranaje que lo produce como negocio esto no sustituye a la pasión de los hablantes que recordarán siempre cómo fue tal o cual jugada, el gol indiscutible, el resultado inamovible para siempre. Todo aquello que ninguna digitalización puede cambiar de lugar. Al final, los seres hablantes serán quienes decidan cual fue la significación de ese evento fastuoso.
En otro orden de cosas, los Reyes Magos también pertenecen a la comunidad de los hablantes, es un pacto compartido entre niñxs y adultos para que un feliz engaño tenga lugar, incluso los niñxs se guardan su posible incredulidad, para que el ritual siga operando. Es una grandísima injusticia retirar a los pequeños de ese juego simbólico. El orden simbólico siempre resistirá al mundo digital de la Técnica y el Capital.
Por ello, por mucho que la dominación digital y tecnológica sea la que hoy "formatea" la realidad, mientras la comunidad de seres hablantes, sexuados y mortales, insistan con sus deseos, el Capitalismo no será un crimen prefecto.
El Capitalismo puede ser una religión, como sostenía Benjamin, pero no podrá nunca ocupar el lugar de un Dios.
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