Dentro de la casona donde por los 70 funcionó el pub “Polaco”, epicentro de la contracultura artística salteña en dictadura, la noche del sábado sonaba la banda El Templo del Momo. El quinteto local interpretó covers del repertorio más conocido de Los Redonditos de Ricota. Homenajeó así el momento fundacional de una de las bandas más importantes del rock argentino, un hito que tuvo lugar en Salta capital.
Sin embargo, el 7 de enero pasado centenares de fanáticos no podían creer que estaban excluídos de una celebración tan importante. Con la ñata contra el vidrio de una de las ventanas del lugar donde ahora funciona la Fundación SalvArte, amontonados en la estrecha vereda de la calle Deán Fúnes, o concentrados en la vereda frente al local, reclamaban ingresar en la vieja casona que hoy es sede de la ong.
Cuando tocaron “Un ángel para tu soledad”, hubo forcejeos y una hoja de la única puerta de acceso al local en Deán Funes 86 que permanecía trabada, no soportó la presión de quienes querían ingresar y ser parte de la experiencia del pogo que se desarrollaba adentro. La seguridad aguantó el embate. La hoja se descalzó pero al final nadie pudo hacer realidad el deseo de ingresar al local. Después del episodio, no hubo otros disturbios, ni llegó la policía. Tampoco se hicieron presentes los efectivos de Movilidad Ciudadana de la comuna salteña para ejecutar el tan esperado corte de calle en la esquina de España y Deán Funes. Bajo la lluvia, ya resignados, les ricoteres corearon “Ji ji ji”, “Mi perro dinamita” y “Maldición va a ser un día hermoso”. Mientras tanto, los automovilistas pasaban lento, tocaban bocina con los brazos en alto apoyando la fiesta, y la gente mansamente les daba paso.
La Secretaría de Cultura salteña, principal motor del homenaje, sin duda calculó mal. Evaluó que la capacidad edilicia de Fundación SalvArte, ubicada en la misma casona mítica, bastaría para albergar a los fanáticos ricoteros salteños que, sin duda, asistirían a la hora señalada. El evento fue pautado para las 20.30. Hora y media antes la cola de fanáticos había sobrepasado la esquina turística de Caseros y Deán Funes. A esa altura, unas 300 personas esperaban formar parte del tributo. Y no cesaban de llegar.
Ese organismo había informado durante la semana en el parte de prensa del gobierno de Salta que la celebración se desarrollaría con entrada gratuita. Aclaraba lo del aforo. Sin embargo, nadie parece haber creído que el evento tendría un cupo. “Gratuita ¡claro!”, reaccionó a la consulta de este medio la dueña de la SalvArte, Leonor Pedroza, “pero con un límite”, aclaró inmediatamente. “Nosotros tenemos capacidad para no más de 80 personas”, insistió. “¿No pensaron en cortar la calle y colocar una pantalla para que todos disfruten del tributo?”, le repreguntó Salta/12. “La verdad, sólo facilitamos el lugar. No organizamos el evento”, se excusó.
Cuando el homenaje concluyó (alrededor de las 21.30) este medio preguntó a los que ya abandonaban el tributo: “¿qué se siente al haber formado parte del pogo más chico del mundo?”. “Un pogo es un pogo y siempre es el más grande”, exclamó una ricotera. “Increíble, espectacular, hermoso”, dijo otro fanático sin remera y visiblemente transpirado. “¿Chico? ¿por qué?”, replicó otro de los asistentes. “El gobierno tiene la culpa, tendrían que haber puesto pantallas”, expresó otra alma ricotera cuando advirtió la cantidad de personas que no disfrutaron el homenaje. “Esto hace falta en Argentina ¡fiesta! La organización falló si toda esta gente no pudo participar”, repitió otro muchacho también sin remera y con un Patricio Rey tatuado en el pecho.
Un homenaje por los 45 del momento en que Los Redonditos de Ricota comenzaron a rodar, claramente prometía desborde, aunque nada quede de aquel rincón del under salteño que funcionó en plena dictadura. “En tantos años, este lugar (por la casona en calle Deán Funes) cambió de propietario muchas veces”, le dijo a Salta/12 uno de los organizadores del evento. Abandonaba con visible apuro el interior de SalvArte. Comentó que intentaba contactar telefónicamente a algún funcionario de la Secretaría de Movilidad Ciudadana de la Municipalidad de Salta, para que enviara efectivos a interrumpir el paso vehícular desde Deán Funes y España. “¡Nos desbordó, nos desbordó!”, le confesó más adelante a otros periodistas apostados que no lograban un pase para cubrir el pogo dentro de la ong. “¿Por qué no cortaron la calle antes?”, insistió este medio cuando lo cruzó nuevamente. “Nosotros enviamos el pedido hace una semana, pero la dependencia municipal encargada está de paro”, se excusó.
Universo ricotero
Mientras funcionó en la década del 70, al mítico Bar Polaco se ingresaba por la puerta de Deán Funes 82. Como hoy, solo cuadra y media separan el espacio del centro fundacional de la capital salteña: la plaza 9 de Julio. En esos años de dictadura militar, el espacio no permitía congregar a más de cien personas. El dato lo aportó Gloria Guerrero, legendaria periodista del rock argentino en el libro “Indio Solari. El hombre ilustrado”. “El Polaco era un pub donde podían entrar cien personas, digamos, y el dueño había dicho que éramos un grupo de universitarios que llegaba desde La Plata”, cuenta en ese libro Carmen “Poli” Castro. Ese grupo era “Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota”. Incluso, en los dos actos del 6 y 7 de enero repartieron buñuelitos de ricota mientras el pequeño público salteño no entendía mucho el ritual de los buñuelos, ni sabía demasiado de El Doce (por El Docente) que los preparaba.
Antes del inicio del recital tributo, les ricoteres en fila eran representativos de todo el abanico generacional que generó en décadas ese hombre ilustrado que protagoniza la crónica de Gloria Guerrero. Viejos ricoteros salteños con una larga relación con la banda, por la mística de sus recitales cuando el Indio era Patricio Rey. Jóvenes de distintas generaciones, que se autodefinieron como ricoteros tardíos, porque a Solari lo conocieron por parientes que los llevaron al recital en el Estadio Martearena (2011) cuando el Indio Solari presentó “Porco Rex” con Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado. No faltaron admiradores que se encontraron con un tal Solari en estos últimos años.
“Soy un ricotero tardío”, contó un salteño que esperaba su turno en la fila. “Me atrae la gente que mueve y la manera como escribe el Indio”. Entre sus temas favoritos figuraba “Blues de la libertad”, que formó parte de la placa “Luzbelito” (1996). “Empecé a escucharlo cuando salió la placa de 'Porco Rex' porque mi hermano me llevó al recital en el Estadio Martearena. Yo era muy chica, tendría 7 años”, recordó una joven de alrededor de 20 años. “Lo sigo desde entonces. Me gustaron los temas en 'Ruiseñor, el amor y la muerte' (2018) y ahora que publica temas como 'El Mister'". Esos temas son sencillos que Carlos Alberto Solari sube simplemente a la plataforma Spotify.
“En mi caso los escucho por mi mamá y mi familia. Me gusta temas clásicos como 'Mi perro dinamita' y 'La bestia pop'. Pero la verdad, disfruto el ambiente. Si se arma un pogo, me sumo de una”, confesó un joven de 17 años a la consulta de este medio. “No hay caretaje y me agradan las metáforas de sus letras”, agregó. “En mi caso, lo escuché toda la vida. Es como la banda sonora de mi vida”, dijo otro ricotero mientras esperaba su turno para entrar al homenaje. “Me sigue sorprendiendo lo que logra, porque no se cansa de revolucionar la música”, opinó por el recital vía streaming que organizó con Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado en abril de 2021.
Tributo desbordado, sin pantallas gigantes para incluir fanáticos, ni corte de calle para que el disfrute comunitario de una celebración. Experiencias que vienen de aquellos movimientos contraculturales de los años 60 y 70, que no fue suficientemente interpretada por el organismo encargado de la cultura salteña. Organizó un evento en función de un espacio. Se olvidó que la experiencia ricotera es un ritual de encuentro, de vivencias que se comparten, donde la poesía envuelta en música es la excusa para construir una relación cuya potencia aún reside en alcanzar un cambio social.