Con profunda consternación, hemos presenciado este domingo pasado las imágenes de los hechos de violencia contra las instituciones democráticas de la hermana República Federativa de Brasil. Que semejante ataque tenga lugar en la capital del país que es la quinta economía del mundo moderno, que recientemente acaba de elegir por tercera vez como presidente a Luiz Inácio Lula da Silva, nos propone una reflexión urgente sobre la evidente fragilidad de los pactos democráticos sobre los que está basado el desarrollo de nuestros países, amenazados por grupos de poder transnacionales y con recursos aparentemente infinitos para sostener estos procesos de desestabilización.
Los asaltos por la fuerza al orden democrático fueron, algo que sabemos todos, el riesgo constante para las repúblicas de nuestra región. Desde los mismos comienzos del siglo XX, los golpes de Estado de naturaleza militar con colaboración civil han sido el elemento de uso con que la potencia dominante resolvía sus cuestiones geopolíticas o necesidades de recursos estratégicos. Es decir, los golpes militares fueron la herramienta de preferencia de las alianzas de clases dominantes para imponer el orden continental, cada vez que no era posible la intervención armada directa, como en algunos de los países del Caribe.
A partir de los años 70, los golpes tuvieron por objetivo no solo la imposición de la Doctrina de Seguridad Nacional, emanada de la Escuela de las Américas, sino también el de instaurar el experimento económico neoliberal monetarista pergeñado por Milton Friedman, cuyo primer ensayo tuvo lugar en Chile en 1973 con el derrocamiento y asesinato del presidente constitucional Salvador Allende. Acto seguido, la Argentina fue víctima del mismo esquema de poder. El resultado fue devastador: 30.000 desaparecidos, cientos de niños y niñas apropiados y privados de su identidad, un país con su aparato productivo destruido, enterrado en una deuda externa de montos nunca vistos hasta entonces y la distribución del ingreso retrotraída a niveles anteriores a la revolución industrial. También nos legó la herida abierta de la guerra de Malvinas y todo el dolor que trajo consigo.
Demasiada muerte tan sólo para servir a los intereses de un solo país, por más potencia que sea.
No tengo ninguna duda cuando afirmo que, dados estos breves datos históricos, los ataques al orden democrático han tenido siempre un origen común: violar la voluntad popular e imponer políticas que solamente pueden tener vigencia con nuestros pueblos puestos bajo coerción o directamente terror.
En 1983, cuando los argentinos y argentinas recuperamos de democracia, creímos dejar atrás toda esa oscuridad. No dudo de que a nuestros países hermanos les pasó, cada uno en su momento, experimentar una esperanza similar, que se transformó en una bella realidad cuando los procesos populares comenzaron a cobrar preponderancia en nuestra región, que tuvo su cenit en noviembre de 2005, durante la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata, en donde la región le dijo no al tratado de libre comercio propuesto por EEUU, el ALCA.
A partir de semejante desafío, nuestra región entró en una nueva zona de inestabilidad política. Permítame el lector dejar aquí esta breve enumeración:
Honduras: Golpe a Manuel Zelaya en 2009.
Ecuador: Intento de golpe a Rafael Correa en 2010 (Luego proscrito en 2020).
Paraguay: Golpe a Fernando Lugo en 2012.
Brasil: Destitución de Dilma Roussef en 2017.
Brasil: Encarcelan bajo el régimen de lawfare a Lula da Silva en 2019.
Bolivia: Golpe a Evo Morales en 2019.
EEUU: Asalto Capitolio en 2021 por militantes del derrotado Donald Trump.
Argentina: Intento de asesinato contra Cristina Fernández de Kirchner.
Perú: Destituyen a Pedro Castillo en 2022.
Brasil: Asalto a los edificios gubernamentales e intento de golpe de Estado por parte de militantes del derrotado Jair Bolsonaro en 2023.
Es evidente que la ultraderecha ha encontrado formas de golpe llamado “blando” para violentar a nuestras democracias y que lo está usando de la misma manera y con los mismos objetivos que el viejo sistema de dictaduras militares, solo que esta vez, son civiles, corporaciones y medios hegemónicos los que disciplinan, imponen y dictan según los intereses ajenos. Lo hemos visto, reitero, con horror este mismo domingo en Brasilia.
Debemos estar atentos a las muchas formas que tiene este peligro inminente, en que basta una campaña de prensa en las redes sociales para convencer a los ciudadanos a votar en su propio perjuicio o para mantenerlos sumisos a la hora de tolerar la entrega de los recursos nacionales, la soberanía popular y el propio sistema democrático.
Estamos en peligro, porque ahora, más que nunca, el enemigo de la convivencia pacífica, la prosperidad de todo el pueblo y el país ordenado, productivo y equitativo, dispone de armas de un alcance inimaginable.
Como intendente de Tigre quiero reafirmar aquí mi compromiso, absoluto y sin fisuras, con el pacto democrático, la vida, la libertad y la seguridad de nuestras comunidades.Yy con la paz, por sobre todas las cosas. No permitamos jamás que un puñado de criminales nos quiten todo eso que tanto nos contó recuperar.
* Intendente de Tigre.