Me ha sorprendido gratamente la reivindicación del pensamiento de Spinoza de parte de autoras feministas[1] a pesar de que, a primera vista, podría considerarse un autor con expresiones misóginas. Veo en tal apreciación de la obra del gran filósofo un ejemplo de lectura donde se profundizan las ideas, su entramado y sus consecuencias más allá de los enunciados como productos fácilmente leídos de un patriarcado mirado con recelo. En efecto si nos quedamos con ciertas afirmaciones de Spinoza,[2] veremos que son propias de la época y que no dicen nada nuevo respecto al lugar de las mujeres, ya que en todo caso lo más original aparece luego opacado por lo tradicional. Por un lado, admite que ellas están sometidas a no poder tener los mismos derechos que el hombre solo por “convención”, pero por otro lado afirma que esa condición deriva de su “debilidad natural”. Apela a la “experiencia” ya que ella es la que le dice que hombres y mujeres no pueden reinar juntos, y esa experiencia la extrae de la leyenda de las amazonas. En su reino no toleraban a ningún varón en el territorio de su patria, educaban solo a sus hijas y mataban a los hijos de sexo contrario cuando llegaban al mundo. Se puede cuestionar que aquello que Spinoza llama por “experiencia” provenga de una leyenda a varias luces no comprobable en la “realidad” histórica[3]. Sin embargo, y es aquí donde destaco un ejemplo de lectura, diversas autoras feministas lejos de tachar a Spinoza por tales dichos, rescatan su pensar metafísico.
Siguiendo al filósofo, Moira Gatens, Elizabeth Grosz, Rosi Braidotti y Hasana Sharp consideran a la corporalidad como el ámbito que permite articular un nuevo modo de la comunidad política, al poner el acento sobre la materialidad y carnalidad de los sujetos, es decir en aquello considerado «impersonal» por la tradición liberal. También Butler en Cuerpos que importan concibe al cuerpo como potencia que trasciende al propio sujeto, aquello que lo libra de su soledad inmanente como ser individual. Sin embargo, ello no va de la mano con el enfoque nominalista dado al performativo, aunque proclame «una insurrección a nivel ontológico»[4]. El cuerpo nos trasciende porque la vulnerabilidad física de nuestros seres carnales es la condición universal de los sujetos, por lo que la tarea es la de inventar qué modo de la política puede expresar esta vulnerabilidad. En sus últimos trabajos, Butler deja de acentuar la línea del performativo, para centrarse sobre aquello que el pensamiento liberal había desechado: la vida primera, la propia materia que nos constituye y es aquí donde con el concepto de corporalidad recoge la tradición spinoziana. No obstante, el esquema butleriano de pensamiento no se ajusta muy fácilmente con esa impronta spinoziana.
En contraste con la hegemonía del giro lingüístico y el constructivismo sociologizante de Butler, en la primera mitad del siglo XXI, el feminismo de la diferencia es reivindicado en nombre de un real irreductible a los discursos. Surge un cambio de paradigma como giro ontológico del nuevo siglo que intenta restituir la realidad de lo femenino por fuera tanto del sustancialismo abstracto como del constructivismo socio-lingüista. Los nuevos feminismos rescatan al de la diferencia, en una línea opuesta al del género, cuestionado por reduccionista, sociológico y nominalista.
Son así, autoras como Moira Gatens, Elizabeth Grosz, Susan James, Genevieve Lloyd, Rosi Braidotti, Beth Lord o Hasana Sharp, entre otras quienes han llevado a cabo una interpretación de la filosofía spinoziana en clave feminista, señalando la necesidad de considerar la corporalidad desde los planteamientos del filósofo. Estas teóricas coinciden en señalar algunos puntos que son esenciales cuando se trata de pensar en las implicaciones para las prácticas políticas feministas Ellas pondrán el acento en el nuevo esquema de pensamiento que ofrece la filosofía spinoziana frente al modelo cartesiano. Otro punto que se reivindica para el feminismo desde la filosofía de Spinoza es el papel que la corporalidad juega en su pensamiento, lo que permite también al feminismo pensar las consecuencias que la materialidad tiene en el análisis de las opresiones. Frente a la ontología dualista de la tradición filosófica europea, el pensamiento de Spinoza proporciona las herramientas conceptuales necesarias para desarticular los binarismos que el feminismo critica. En efecto, el esquema monista de Spinoza desarma los pares mente/cuerpo, razón/pasión o naturaleza/cultura, entre otros. Al defender --y demostrar-- que el alma y el cuerpo son modos de expresión de una única sustancia, abre el camino al pensamiento para imaginar interpretaciones alternativas de la vida y la política de los sujetos. Lo que estas teóricas[5] van a subrayar es que la ontología spinoziana permite una conceptualización de las diferencias que no las dicotomiza o polariza. En efecto, para Spinoza cada individuo es una de las formas en que la naturaleza se singulariza, porque no hay una regla fundamental de la que se sigan las demás, ya que «cada cosa natural tiene por naturaleza tanto derecho como poder para existir y para actuar»[6]. De ahí que se puedan pensar las diferencias de un modo no oposicional ni jerárquico, es decir a la manera del feminismo de la diferencia. En la misma línea, encontramos el pensamiento de Lacan cuando considera a la diferencia sexual no en términos de un déficit históricamente atribuido a las mujeres.
Una de las grandes objeciones que le plantea cierta vertiente del feminismo al psicoanálisis consiste la temática del complejo de castración. Importa destacar que esta crítica se basa en una lectura parcial de la obra de Lacan que le hará decir a Judith Butler:
“En el esquema edípico, la demanda simbólica que instituye el sexo, aparece acompañada de una amenaza de castigo. La castración es la figura del castigo…” [7]
Tal afirmación, tomada de textos freudianos, descuida las elaboraciones lacanianas, principalmente aquellas en las que se destaca que la castración es un hecho de estructura [8], en todo caso hipostasiarla como amenaza pertenece al campo fantasmático neurótico.
Al reducir lo femenino al binarismo fálico-castrado queda la mujer identificada irremediablemente a la falta. Cuando Lacan enuncia en el Seminario 10 que a la mujer no le falta nada [9] introduce un giro, no solo en lo relativo al dogma psicoanalítico, sino también en su propia teoría acerca de la diferencia sexual.
Pero, además, la idea de que a una mujer como a lo real no le “falta nada”, acerca Lacan a Spinoza. El Epistolario de Spinoza [10], también llamado por Deleuze “Las cartas del mal”, ha sido considerado por Goethe como el libro más interesante que se podía leer en el mundo por su sinceridad y amor a los hombres [11]. Diego Tatián [12], en una excelente introducción, detalla el rico intercambio de estas cartas del filósofo con personajes de su época no muy eruditos, dimensión que no es accidental ya que la filosofía de Spinoza es antiescolar, prepara para la vida e incluye una dimensión humana esencial. Sin embargo, no hay en las cartas complacencia y por ello Spinoza las sellaba con un lacre en el que constaba el emblema de una rosa y el adverbio caute. Muy lacaniano expresaba: con cautela, tiene espinas ¡pues es… spinosa!
La afirmación hecha en el Semanario 10 acerca de que a la mujer como a lo real no le falta nada nos acerca a estas cartas, en particular a la XXI, dirigida a Guillermo de Blyenbergh [13] y ello, a pesar de que en lo relativo a esta cuestión, Lacan no cite al filósofo. El ejemplo del ciego es paradigmático ya que él --dice Spinoza-- no es un no-vidente y solo por comparación con quienes ven puede decirse que está privado de vista. Es por imaginarlo como vidente que ya nazca esta imagen del cotejo con otros que ven o de su estado actual con el anterior, cuando veía. Sea como fuese, en todos los casos, se trata del error de afirmar que la visión pertenece a su naturaleza, error que nos conduce a decir que está, entonces, privado. Más, tal categoría, la de la privación, parte de nuestro entendimiento, de nuestra razón comparativa y no del decreto divino. Y si bien Lacan no habla en estos términos... a lo real no le falta nada como al ciego de Spinoza. Un acercamiento, sin duda al feminismo de la diferencia que lleva a considerar a las diferencias como positividades, en términos lacanianos: diversas sustancias gozantes.
Silvia Ons es psicoanalista.
Notas:
[1] Balza, I., Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 63, 2014, 13-26 ISSN: 1130-0507 http://dx.doi.org/10.6018/daimon/199491
[2]Spinoza, B., Tratado Político, Madrid, Alianza, 2013: «He dicho, además, que, aparte de estar sometidos a las leyes del Estado, sean en lo demás autónomos, a fin de excluir a las mujeres y a los siervos, que están bajo la potestad de los varones y de los señores.» pág. 222
[3] Vacarezza, Nayla , «Aportes de Spinoza para reflexionar acerca de la vida corporal del género, las mujeres y el feminismo», A Parte Rei. Revista de Filosofía, nº71, 2010pp. 1-10.
[4] Butler, J., Vida precaria. El poder del duelo y la violencia, Buenos Aires, Paidós,2006, p.59
[5] Vacarezza, Nayla , «Aportes de Spinoza para reflexionar acerca de la vida corporal del género, las mujeres y el feminismo», A Parte Rei. Revista de Filosofía, 2010 nº 71, pp. 1-10.,
[6]Spinoza., Opt.cit., p.85
[7] Butler, J., Cuerpos que importan, Bs. As., Paidós, 2018, p. 147
[9] Lacan, J.,El Seminario“La angustia”, Bs.As., Paidós,2006p. 217.
[10]Spinoza,B.,(2007)Epistolario, trad. Oscar Cohan ,Bs. As. Colihue-Clásica
[11]Spinoza ,B., Epistolario, Introducción de Carl Gebhardt, p. 5
[12]Ibid.., VII a XXXVIII Introducción de Diego Tatián
[13]Ibid ,pp.108-110.