Dwight Filley Davis nació en 1879 en St. Louis, en el estado de Missouri. Talentoso tenista zurdo, grabó su nombre en los registros por haber impulsado una de las mayores competiciones del deporte internacional.
La Copa Davis nació de manera oficial en 1900, aunque comenzó a gestarse en 1899: con apenas 20 años Davis tomó la iniciativa de donar el trofeo para el innovador certamen que ya había imaginado en su cabeza el médico James Dwight, el primer presidente de la USTA -United States Tennis Association, entonces denominada con las siglas USNLTA-.
Por aquel obsequio, la copa que brilla en la parte alta de la ensaladera de plata, Davis no sólo integró el plantel de Estados Unidos sino que además se convirtió en el capitán nacional en la primera edición -llamada en ese momento International Lawn Tennis Championships-, que se jugó en el Longwood Cricket Club de Boston y sobre pasto al aire libre. Los norteamericanos ganaron 3-0 ante Islas Británicas entre el 8 y el 10 de agosto de 1900.
Sería un gran contrafáctico llegar a determinar lo que pensaría Davis, el hombre que impulsó el mayor torneo por equipos de la historia, respecto de lo que hizo Gerard Piqué, el ex futbolista que, cuatro años atrás, aun en actividad y como presidente del Grupo Kosmos, logró modificar el emblemático formato de la Copa hasta quitarle la última pizca de su esencia.
"La Copa Davis es el proyecto de mi vida", había dicho Piqué en septiembre de 2019, antes de la primera edición del compacto y novedoso torneo que, asemejado a un Mundial de fútbol, reuniría a los mejores equipos en apenas una semana de competencia en una sede única. El defensor ya había logrado lo imposible en agosto de 2018: quebrar una historia de 118 años en la asamblea de la Federación Internacional de Tenis (ITF), aliada en su cruzada, con el 71,43 por ciento de los votos –necesitaba dos tercios– entre las federaciones miembro.
La versión inaugural, en la Caja Mágica de Madrid, configuró el puntapié inicial de un proyecto por el que Kosmos pagaría nada menos que tres mil millones de dólares durante las siguientes 25 temporadas para iniciar un nuevo ciclo histórico. El ambicioso plan de un cuarto de siglo, sin embargo, llegó a su fin antes del primer lustro: en pleno escándalo tras el impacto de su ex mujer Shakira por la Session con Bizarrap, Piqué se quedó sin la Copa Davis.
"La ITF puede confirmar que su asociación con Kosmos Tennis para la Copa Davis está terminada. (...) Operará las Qualifiers y las Finales de 2023 como estaba previsto, con el Final 8 que tendrá lugar en Málaga, España, en noviembre", rezó el comunicado de la ITF.
Y continuó: "La ITF negoció un acuerdo sólido para el tenis en 2018. La asociación aumentó la participación, los premios oficiales y el interés en la Copa Davis. Y produjo fondos para apoyar el desarrollo global de nuestro deporte. Además de estar enfocados en entregar otra edición espectacular de la Copa del Mundo del tenis masculino, queremos el crecimiento futuro de la mayor competición internacional anual por equipos en el deporte".
Menos de dos meses antes, en noviembre y tras la consagración de Canadá en las Finales de Málaga, el presidente de la ITF David Haggerty, ladero sustancial de Piqué para pergeñar la mutación, había despejado los fantasmas: "El año 2022 fue emocionante y conseguimos estabilizar el formato. Es para quedarse, para permanecer. No espero ningún cambio en un futuro próximo".
El proyecto, no obstante, colapsó demasiado rápido. El desarrollo de un torneo cuya única semejanza con el de siempre fue el nombre y la escasa asistencia de público en ciertas jornadas acompañaron la mayor contingencia: Kosmos Tennis hizo mal los cálculos y la Davis generó menos dinero que el esperado, por el que resultó imposible para la empresa de Piqué cumplir con la garantía anual -cercana a los 40 millones de euros- exigida por la ITF, el órgano que al cabo decidió romper el vínculo.
"Kosmos fue expulsado del acuerdo porque, como predijeron muchos expertos hace cuatro años, perdieron mucho dinero y no pudieron pagar lo que prometieron", contó el diario francés L'Equipe. La compañía de Piqué mantenía una importante deuda con ITF y, según otras fuentes, ni siquiera pudo abonar el caché de los jugadores de los ocho países presentes en la fase final de Málaga, disputada en noviembre pasado.
Si bien la ITF ganartizó llevar a cabo la edición 2023 de manera normal, tanto en las fases eliminatorias como en las Finales, también programadas en Málaga, resulta una incógnita conocer qué hará con vistas a 2024. Por lo pronto, sin saber si mantendrá el formato o volverá a las fuentes, acaso se podría aseverar que, aunque haya fallecido en 1945, con el ocaso del experimento Piqué y el mayor error de la historia del tenis, Dwight Filley Davis descansará un poco más tranquilo.
El papel de la Argentina
Argentina representó una pieza clave en el fallido plan de Piqué. En la asamblea general de agosto de 2018, en Orlando, la Asociación Argentina de Tenis (AAT) fue una de las federaciones miembro que votaron a favor del cambio de formato.
A escasos tres meses del inicio del primer ciclo de Agustín Calleri como presidente, Argentina certificó su apoyo con el vicepresidente Mariano Zabaleta como enviado en la asamblea. La dirigencia aportó un voto clave porque cuenta en ITF con un sufragio calificado de segundo orden, sólo detrás de las federaciones de los Grand Slams -Francia, Australia, Estados Unidos y Gran Bretaña- y de Alemania.
La profunda mutación atrajo fuertes ingresos por parte de la ITF, un aporte monetario bisagra para el desarrollo del tenis en las federaciones periféricas, aunque el dinero de Kosmos ya no estará disponible.
"Consultamos de manera democrática a todos los jugadores. La respuesta fue muy amplia para que votáramos el cambio. Fue la única opción; no sé si es la mejor o la peor”, le contó Zabaleta a este diario años después, en la asunción del segundo mandato al frente de la AAT. Calleri también opinó sobre aquella postura: "La Copa Davis había perdido interés; ya no era lo mismo y había que innovar. Estamos tranquilos: lo decidieron los jugadores".