El mundial de fútbol de 1978 despertó en mi padre, el Capitán Soriani, un interés y una pasión solamente comparable a la que sentía por su amado River. Fue, además, una manera de tender un puente conmigo, ya que en aquellos años nuestras diferencias políticas habían enfriado una relación que había sido muy intensa y amorosa. El fútbol seguía uniéndonos y el Capitán siempre estuvo a mi lado en aquellos años de cárcel y privaciones. Cuando ambos notábamos que el diálogo se complicaba en los temas que nos separaban, rápidamente íbamos a los temas deportivos que nos unían. Ninguno de los dos quería herir al otro y ambos sabíamos cuando terminar con las discusiones que nos dividían.
Ahora, a mi regreso de Qatar, luego de haber disfrutado junto a mi hijo varios partidos del campeonato mundial, repaso las cartas de mi padre de ese año 78 y encuentro párrafos que vuelvo a leer conmovido una y otra vez.
En su carta del 17 de junio del 78 dice el Capitán;
“Querido hijo:
ARGENTINA 2 / POLONIA 0.
Se ganó bien en un partido parejo en el que Argentina fue algo superior en varios pasajes, asi que el triunfo fue merecido. Mi incógnita es cómo reaccionará el equipo ante defensas fuertes.
BRASIL 3 / PERÚ 0.
Perú se desinfló como yo esperaba porque lo conocemos. Brasil ha mejorado mucho pero sigue sin brillar
HOLANDA 5 / AUSTRIA 1.
Si fuera por este partido, habría que dar a Holanda por ganador del certamen. Hasta ahora es lo mejor que he visto, y he visto todos los partidos.
Sigo hoy, domingo, con la segunda fecha de la 2da rueda
ARGENTINA 0 / BRASIL 0.
Algo mejor Brasil. Argentina debe mejorar su juego, no hay que engañarse. Por suerte somos locales y nuestro grupo no es muy difícil. Estimo que se clasificará bien.
Hoy, día del padre, almorzamos en lo de tu hermana y regresamos pasando por el estadio de River. Parecía, a la distancia, un transatlántico a punto de zarpar, todo iluminado profusamente, presentaba un espectáculo increíble aún para los que lo frecuentamos.
Al terminar el partido con Brasil la gente se lanzó a la calle, así que fuimos en auto recorriendo lentamente Corrientes a razón de 10 minutos por cuatro cuadras. La calle es un río con jóvenes y viejos que agitan banderas y tocan bocinas. Sorteando los autos, gente de a pie con banderas y comparsas enloquecidas de entusiasmo. En fin, la locura se ha posesionado de Buenos Aires y si ganamos el campeonato explotará inconteniblemente.”
Mientras mi padre escribía esta carta, yo estaba aislado en un calabozo de castigo donde no cabía parado, y por supuesto privado de visitas y de correspondencia.
En una carta con fecha del 16 de junio, un día antes de la ya transcripta, mi padre me decía:
“Tu madre acaba de llegar de Magdalena con la noticia que no pudo verte, lo que nos ha afectado a todos porque es la tercera vez que le sucede en poco tiempo.
Pasó sin novedad la primera guardia, pero en la segunda le dijeron que seguías castigado… Como a pesar de todas las gestiones que hizo no hubo forma de salvar la situación, ante su desazón, tuvo que volver sin verte…
Ojalá el próximo viernes no ocurra lo mismo y puedas sobrellevar la sanción con la entereza que hace falta en situaciones así. Por los informes que manejamos sabemos que estás bien de salud, así que sólo me queda decirte que tengas paciencia y sepas controlar tus emociones”.
La sanción, creo haberlo contado, duró hasta el último partido del Mundial, donde luego del triunfo frente a Holanda me abrieron el calabozo y me llevaron a mi celda, mientras el oficial de Gendarmería que me custodiaba me decía que le agradeciera a Kempes, porque si esa tarde Argentina perdía, yo hubiera sido boleta.
Mi viaje a Qatar me dio de nuevo esa posibilidad. En el stand que tenía la Comebol en una zona del centro de Doha, se organizó un homenaje a Diego Maradona al que concurrieron dirigentes de diferentes países, hinchas y periodistas de todos los medios del mundo. También muchos de los jugadores campeones mundiales del 78 y del 86.
Cuando finalizó el acto donde hablaron, entre otros, Gianni Infantino y el Chiqui Tapia, tuve la posibilidad de acercarme a Mario Kempes, que rodeado de admiradores, respondía las preguntas y recordaba aquella tarde del 25 de junio de 1978 cuando le ganamos a Holanda en tiempo suplementario y con dos goles suyos.
Esperé que terminara con las entrevistas y con cierto pudor, me acerqué y toqué su hombro. “El Matador” se dio vuelta y mientras me sacaban una foto a su lado, le relaté rápidamente la historia. Rodeado de fans, de micrófonos y de cámaras que se peleaban por obtener su imagen, Mario Kempes no dudó en abrazarme y, mientras lo hacía, me dijo al oído: “Flaco, que hermoso lo que me contaste. Entonces esa tarde no hice dos goles. Hice tres.”