El 2023 empieza con una iniciativa maravillosa para las personas interesadas en las artes escénicas. Un grupo de creadorxs, que reúne a varios de los principales referentes de la escena independiente del teatro, la danza y la performance, conformó Paraíso, un club de artes escénicas que apuesta a involucrar a la audiencia en el quehacer teatral, a crear una comunidad para producir juntos, zambullirse en la cocina artística, reflexionar, aprender y disfrutar. Funciona a través de un sistema de membresía mensual o anual (esta última con un descuento), que habilita a cada socix a acceder cada mes a un estreno de un artista de Paraíso.
También a presenciar un desmontaje de la obra con sus hacedores para analizarla juntos, a participar de un ensayo abierto, recibir un objeto de edición limitada que el o la artista que creó la obra ideó en relación a ella, a participar de experiencias artísticas situadas (por fuera de los ámbitos tradicionales de las artes escénicas), de talleres y cursos dictados por lxs creadorxs del colectivo, y a recibir un boletín online de reflexiones y recomendaciones de lxs artistas, entre otras cosas. Por tres mil pesos mensuales, un poco más de lo que cuesta una entrada, el socio tiene acceso a todo esto y se convierte en productor de cada obra.
El “dream team” de Paraíso lo forman, nada menos, que Agustina Muñoz, Alfredo Staffolani, Aliana Álvarez Pacheco, Ariel Farace, Bárbara Hang, Cynthia Edul, Ignacio Sánchez Mestre, Lorena Vega, Pilar Gamboa, Romina Paula y Silvia Gómez Giusto, junto a las gestoras culturales María La Greca y Giuliana Migale Rocco, además de artistas invitadxs.
Gestora cultural, escritora, directora y actriz con una capacidad arrolladora para motorizar y concretar proyectos, Cynthia Edul es la propulsora de esta movida que comienza en febrero, con el estreno de Consumación, de Bárbara Hang y Ana Laura Loza. Es una investigación sobre la relación entre los residuos y las cosas, sobre cómo la vida de las cosas nos afecta y nos transforma. “Es una performance en la que la audiencia participa y responde preguntas sobre el tiempo, la duración de las cosas y la experiencia del tiempo en el cuerpo”, adelantó Edul en el reciente lanzamiento de Paraíso.
Sobre el origen de esta novedosa plataforma de artes escénicas, Farace comentó: “Por iniciativa de Cynthia nos empezamos a juntar después de la pandemia, que detuvo nuestro trabajo y nos hizo preguntarnos montones de cosas. Nos sentíamos muy solos en relación a nuestra actividad y no queríamos más seguir así. Ya las primeras reuniones empezaron a generar algo de calma alrededor de eso y también de entusiasmo. La idea convocante es retomar la matriz del club de barrio o de los inmigrantes para sostener una cultura, una pertenencia, el gusto por algún tipo de práctica. Paraíso intenta crear una comunidad, un lazo de pertenencia con la audiencia. Somos artistas que estamos en la mitad de nuestras carreras, si es que alguien está corriendo algún tipo de carrera, o en la mitad de nuestras vidas. Y queremos generar espacios de encuentro entre gente que tiene intereses en común; producir teatro, danza o performance por fuera de las lógicas tradicionales del artista solx buscando subsidios”.
“Las artes escénicas son experiencias colectivas, uno se completa con el que mira, nada es tal como lo imaginamos hasta que llega el momento del estreno y lo comparte. La audiencia es parte del proceso creativo y en Paraíso lxs socixs garantizan además que podamos producir las obras. Es crear un club con gente apasionada, interesada por el mundo del escenario y poder pensar colectivamente”, sumó Pilar Gamboa, ampliando la idea de poner en práctica nuevas formas de producción, de financiación y también de recepción.
Paraíso se presentó en el Club Cultural Que Tren, ubicado en el Bajo Belgrano; realizó a fines de 2022 cuatro acciones abiertas a la comunidad a modo de anticipo y como forma de darse a conocer. Y ya en este primer año funcionará como un proyecto nómade. “Para cada obra nos asociamos con un espacio de la ciudad, que puede ser un teatro, una iglesia, un museo, centro cultural, galería de arte, galpón o biblioteca”, detalló Edul. Más allá de la diversidad de estilos y lenguajes de la programación, hay un hilo en común: la apuesta a la experimentación, el riesgo y la investigación como formas de abordar el trabajo. Y nada menos que el público, que en la Ciudad de Buenos Aires cuenta con una larga tradición asociada a la escena independiente, apoyando esta aventura.
La programación
En marzo se va a presentar la notable obra de teatro documental Imprenteros, creada por Lorena Vega y sus hermanos, alrededor de la propia historia familiar vinculada a la imprenta paterna. Es la única que es una reposición. A lo largo de todo ese mes, Vega impulsará en la Casa del Bicentenario una serie de acciones a partir de preguntas que se formuló cuando pensó el espectáculo: ¿cómo volver al lugar perdido? ¿Cuál es el sonido de la infancia? ¿Cómo demostrar que un lugar me pertenece? Allí también se montará un museo en relación a la obra.
En abril llega el estreno de Alfredo Staffolani, El tiempo sin fin, que combina cine y teatro y surgió a partir de una anécdota muy peculiar. Cuando Lady Di visitó Argentina en 1994, una mujer le ofreció en Gaiman una torta galesa que había preparado especialmente. Diana no la probó y la mujer se suicidó unos meses después. Entre las pertenencias de la mujer, encontraron un casete con un curso para olvidar recuerdos dolorosos. Estos fueron los materiales que motivaron la propuesta.
En mayo, lxs socixs asistirán al estreno de una creación de un invitadx sorpresa. En junio Cynthia Edul estrena El punto de costura. En plena pandemia la artista se hizo cargo del local textil de su familia y a partir de esa experiencia empezó a dar forma a esta propuesta que se emparenta con Imprenteros.
Al mes siguiente, en julio, y después de diez años de ausencia de los escenarios, regresa la compañía El silencio, formada por Romina Paula, Susana Pampín, Pilar Gamboa, Esteban Bigliardi y Esteban Lamothe. Van a estrenar Sombras por supuesto, una obra que recupera el lenguaje del cineasta Fassbinder, artista inspirador del grupo.
En agosto, Silvia Gómez Giusto y Aliana Álvarez Pacheco debutan con una obra en formato de site specific, Un paisaje para mí, en los jardines y salas del Museo Nacional de Bellas Artes, que explorará qué pueden aportar las artes escénicas a la experiencia de recorrer un museo.
En septiembre se podrá ver Las cimas, obra que Ariel Farace está creando en Mendoza con una compañía local, alrededor del cerro Tupungato y del valle del Uco, y que parte de dos preguntas: ¿es posible traducir un paisaje? ¿Qué es aprender? Durante ese mes también habrá un ciclo de entrevistas a actores y actrices, a cargo de Pilar Gamboa, concebidas como clases magistrales alrededor de algunos conceptos claves de la actuación.
En octubre, Ignacio Sánchez Mestre va a presentar Lo tejió La Juana, sobre diferencias entre la vida cotidiana en San Juan (de donde es él) y en Buenos Aires, y sobre ciertas similitudes entre convivir con un bebé y con una abuela de 80 años.
En noviembre y en colaboración con Mariana Obersztern, Agustina Muñoz propone explorar en Afluentes, el centro de la periferia, interrogantes sobre cómo generar un espacio para la escucha que permita llegar a aquello que no podemos pensar, qué nos gustaría aprender, cómo hacemos de la escena un ensayo coral.
En el último mes del año se va a realizar una asamblea anual con la participación de todos los miembros del club, artistas y socixs, para festejar el primer año y pensar juntos el próximo. Será una instancia de participación horizontal para delinear perspectivas futuras.
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