El precio internacional del carbonato de litio que produce la Argentina pasó de 7 mil a 50 mil dólares la tonelada en dos años. Para los próximos cinco se espera que la evolución siga en una escalada vertiginosa. Así como la economía mundial vivió la fiebre del oro, el momento actual es el de la fiebre del litio. Un mineral clave para la nueva industria, la nueva energía y la nueva vida cotidiana de los habitantes del planeta. Para 2040, la producción de litio deberá multiplicarse 40 veces para satisfacer la demanda.
La Argentina tiene la potencialidad de hacer brotar de sus entrañas a los Maradona y los Messi para ganar esa copa, dado que no solo la cantidad sino la calidad del recurso son de excelencia internacional. Hace ya una década la revista Forbes calificó a esta región, junto con el norte de Bolivia y Chile, como “la Arabia Saudita del litio”. En ese triángulo se concentra el 60 por ciento de las reservas a nivel mundial. La cotización en ese entonces era de 3900 dólares la tonelada. En el mercado spot (compras inmediatas) ahora se vende a 80 mil.
El futuro llegó y en estos días Estados Unidos, China, Japón, Corea del Sur, Australia y Europa dan pasos decididos para garantizarse la disponibilidad del mineral que empezó a jugar, y lo hará cada vez más, un papel central en múltiples planos, desde hacer funcionar una cortadora de césped, una afeitadora, una bicicleta, una moto, un auto, un colectivo, un camión, una computadora, un celular, una tablet, un destornillador y todo lo que lleve batería, hasta participar activamente en la transición energética que gradualmente irá dejando atrás al petróleo para dar paso a las energías renovables. El litio es un elemento con capacidad de almacenar energía desde pequeñas a grandes escalas. Desde energía generada con paneles solares en una localidad rural hasta gigafactorías que provean gigavatios a la industria automotriz.
Recurso estratégico
La declaración de este mineral y sus derivados como recurso estratégico por parte de la legislatura de La Rioja, en una ley sancionada a mediados de diciembre que espera por su promulgación y puesta en práctica, encendió el debate sobre cómo administrará el país sus yacimientos de oro blanco.
La reacción inmediata de la Cámara Argentina de Empresarios Mineros (CAEM), la Cámara Argentina de la Construcción (Camarco) y de la Unión Industrial Argentina (UIA) dejó en evidencia que la norma tocó puntos sensibles para sus intereses. En especial, porque suspendió por 120 días, prorrogables por el mismo lapso por única vez, los permisos de cateo, prospección, exploración y concesiones mineras relacionadas al litio en toda la provincia.
Esas entidades empresarias reclaman al gobernador Ricardo Quintela que se abstenga de promulgar la ley. Esa presión generó estruendo porque puso en evidencia ante la opinión pública la magnitud de las riquezas en juego, lo cual resultó bienvenido para el gobierno nacional. Al contrario de lo que algunos quisieron interpretar, el gobierno de Alberto Fernández viene articulando hace dos años, en forma silenciosa pero constante y cada vez con mayor profundidad, un trabajo con las provincias del Norte, que son las dueñas del recurso -según la Constitución reformada en 1994-, para multiplicar la producción de litio, y sobre todo, para utilizarlo como una plataforma hacia la industrialización y el desarrollo.
Extracción
Lo primero que es indispensable diferenciar para comprender las variables en juego son las dos facetas principales y, detrás suyo, los dos modelos en disputa en relación a la explotación del litio. La primera es la etapa extractiva. Como se mencionó al comienzo, la Argentina tiene un potencial enorme para convertirse en un actor preponderante en la producción del mineral. Australia es actualmente el mayor exportador del mundo, con China como principal mercado, pero sus recursos son de una calidad inferior a los que se pueden obtener en el país. Eso convierte a los yacimientos nacionales en sumamente atractivos para las empresas mineras.
En la actualidad hay dos proyectos en producción y ocho en etapa de construcción. Salar de Olaroz, en Jujuy, a cargo de la empresa australiana Allkem, y Fénix, en Catamarca, liderado por la estadounidense Livent, generaron una producción de 33 mil toneladas de carbonato de litio en 2022, con lo cual el país se ubicó como el cuarto productor mundial, detrás de Australia, Chile y China, y por encima de Brasil y Zimbabue.
En la próxima década la Argentina podría trepar al tercer puesto, superando a Chile, que viene explotando el recurso desde antes y tiene un horizonte más corto de producción para sus yacimientos. El país podría alcanzar las 250 mil toneladas en un lustro, período en el cual se espera que ingresen en operaciones las ampliaciones de los emprendimientos en marcha más otros en proceso. El tiempo de maduración de los proyectos en litio es entre cinco y siete años desde el inicio de la inversión. En total, en Argentina hay 40 proyectos en distintas etapas de ejecución.
Además de Jujuy y Catamarca, Salta es otra provincia que concentra las inversiones. Como explicó Natalí Risso en este diario, las tres crearon la Región Minera del Litio a través de un Tratado Interprovincial para desarrollar conjuntamente los aspectos económico y social derivados de la investigación, extracción, producción, industrialización y comercialización del recurso y sus derivados. El objetivo es que las tres provincias brinden las mismas oportunidades para los que quieran invertir.
En la etapa extractiva, la definición de las condiciones para la explotación, las concesiones, las cuestiones ambientales -en especial las vinculadas con la utilización de agua a gran escala en zonas áridas-, la vinculación con los pueblos originarios, los contratos y el marco general son potestad de las provincias. En ese contexto, que La Rioja, donde aún no hay proyectos comerciales activos, sacudiera el tablero con la declaración de recurso estratégico y la suspensión de las concesiones otorgadas causó escozor en las demás provincias productoras en su estrategia hacia el sector.
Industrialización
La segunda etapa, que es crucial para toda la Argentina, es la industrialización del mineral. Es la oportunidad histórica de utilizar el litio como palanca para el desarrollo, mediante la producción de baterías. De lo contrario, si el país sucumbiera a los cantos de sirena de actores económicos y políticos, locales y extranjeros, que sugieren multiplicar las concesiones a empresas globales lo más rápido posible para extraer el mineral, de modo de aprovechar la explosión de la demanda, dejando a un costado la monumental tarea de la industrialización y el avance tecnológico, lo que ocurriría es que el litio se convertiría en otra experiencia de explotación de enclave, sin arraigo territorial, reforzando el modelo de reprimarización de la economía.
La buena noticia es que eso no es lo que está ocurriendo. Jujuy, Catamarca y Salta crearon la Mesa del Litio, a la que se sumó el gobierno nacional con distintos ministerios y empresas públicas, como Y-Tec e YPF Litio, para avanzar en conjunto en un plan integral de desarrollo de la cadena del litio. Desde abril de 2021 se realizan reuniones semestrales de máximo nivel político -ya hubo cuatro encuentros- para definir los caminos de la generación de valor y la industrialización del recurso, que luego derivan en trabajos constantes de equipos técnicos.
El Gobierno nacional sumó en diciembre a ese entramado a la Secretaría de Asuntos Estratégicos, que conduce Mercedes Marcó del Pont. Además hay que marcar que la secretaria de Minería, María Fernanda Avila, es una funcionaria del riñón del gobernador de Catamarca, Raúl Jalil, y la secretaría de Energía, Flavia Royón, proviene de las filas del gobernador de Salta, Gustavo Sáenz.
El rol del Estado nacional es clave para lograr la industrialización del litio. Primero para garantizar el abastecimiento local del mineral que se disputan las potencias industriales del mundo, de modo que esté disponible cuando en el país, por ejemplo, las multinacionales automotrices empiecen a invertir en electromovilidad, que es la industria que asumirá el liderazgo mundial. Esa tarea de coordinación con el sector privado es esencial en el proceso de industrialización, lo mismo que con los sindicatos involucrados de manera directa, como Smata y la UOM. El Estado nacional también tendrá a cargo las obras de infraestructura -eléctricas, ferroviarias, viales, logísticas- indispensables para la tarea.
Y-Tec, a su vez, está haciendo punta con la puesta en marcha de una planta que se dedicará a la producción de baterías, la primera en Latinoamérica, en una alianza estratégica con la Universidad Nacional de la Plata, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y el Conicet.
YPF está en condiciones de producir uno de los materiales necesarios para la elaboración de baterías, el grafito sintético, a partir del coque de petróleo. La industria química nacional también puede dar un salto de calidad importante para generar otro de los componentes de las celdas de baterías. También existen capacidades industriales para ensamblar esos y otros materiales en plantas desarrolladas por los sectores alimenticio y farmacéutico. En el siguiente paso, el ensamble de las celdas en un pack de baterías, es fundamental el aporte de la industria electrónica, así como la ingeniería en sistemas para la creación de software que permita un uso eficiente de la energía almacenada en las baterías y su recarga. El objetivo es crear gigafactorías que abastezcan de baterías a los autos eléctricos y otras opciones de electromovilidad.
"El Plan Integral de Desarrollo de la Cadena del Litio gira alrededor de tres ejes: garantizar la industrialización local del recurso; generar puestos de trabajo con perspectiva federal, y desarrollar capacidades tecnológicas y productivas que permitan agregar valor en cada uno de los segmentos de la cadena, desde los salares hasta la electromovilidad", definió la Mesa del Litio. Es el camino para ser campeón mundial.