Un diente que vuela en la noche filipina. Parece un diente, o, tal vez una muela, -corrige su mánager Lázaro Koci, en la revista Todo es Historia-. Pascualito tiene un agujero en la boca, ahora ahogada en sangre. Pero el campeón no se amilana y después del martillazo de Dommy Ursua, saca una izquierda que tiene destino de nocaut, mano que aterriza en la cabeza del filipino. “¡Crash!” cruje el puño del mendocino. Es el tercer round. Y algo se rompió dentro del pequeño guante de Pascualito. Puede que se trate de una fractura, según reporta la agencia AP. Y todavía quedan doce asaltos por delante. El Rizal Memorial Stadium de Manila es un hervidero. Cuarenta mil personas se exaltan alrededor de un cuadrado rodeado por sogas; arriba de la tarima, dos petisos no dejan de abollarse el uno al otro. cuarenta y cinco minutos de fajarse a lo loco para abrirse las puertas de una vida un poco más digna.
En la citada pelea, Pascual Pérez retuvo su corona en una de sus batallas más cruentas. En la noche del lunes 15 de diciembre del 58, acompañado por su esposa Herminia Ferch, por su técnico Felipe Segura y por el húngaro Koci, defendió el título mundial de los moscas, cuando los cinturones eran pocos (había 8 categorías y no 17 como en la actualidad), y cuando los moscas eran “pesados”, no como hoy que los títulos se dividen en pequeñas porciones para multiplicar el negocio. Exhausto, Pérez llegó a su cuarto de hotel y agarró el teléfono para hacer transcurrir las horas. Los boxeadores no se tiran a descansar después de una guerra. Existe una vieja (y falaz) creencia de que dormir tras haber recibido golpes en la cabeza los hace más propensos a los accidentes cerebrovasculares.
Arrellanado en la tranquilidad del deber cumplido, Pérez llamó a República Dominicana: “Cumplí mi General, tengo lo que le prometí”, dijo. Y cortó. Por haber ganado, el mendocino se hizo de una bolsa de 40 mil dólares, apuntó la agencia AP. Dinero que luego se lo habría girado íntegramente a Perón. Ursúa, por su parte, ganó 5 mil verdes. La anécdota la recogió el periodista mendocino Lucio Ortiz. Y fue confirmada a este medio por Pascual Pérez (hijo): “Mi viejo le daba la plata de las bolsas a Perón”. Lealtad peronista. No sólo eso, Pérez se vio obligado a pelear en el exilio por culpa de su cercanía política con Perón. Eso no figura en ningún libro de historia. Pero está certificado refrendado por los hechos y testimonios. Se cumplen 60 años de ese destierro. Y vale la pena el relato…
La historia oficial no reparó en el “detalle” de este sufrimiento que le tocó vivir a Pérez. Pero su hijo, de igual nombre, le afirma a Enganche: “Mi viejo se tuvo que ir del país porque los militares se la tenían jurada”. En su peluquería de Ostende, Pérez se gana la vida prolijando cabezas. Pascual habla de su viejo fallecido, desempolva una historia de amor y tristeza, y le temblequea la voz. “Yo tenía 6 años cuando nos fuimos a vivir a República Dominicana, mi viejo estaba muy identificado con Perón y nos tuvimos que ir por culpa de la Revolución Libertadora. Vivimos en el Hotel Paz y luego nos mudamos a una casita, éramos vecinos de Perón, mi viejo decía: ’Soy amigo de Perón”.
Pérez era el preferido de Perón, y el fetiche de Eva Duarte era el “Mono” Gatica. Por 1954, el país necesitaba de un campeón mundial para legitimar el régimen. Así fue que Perón movió sus hilos para traer al monarca japonés Yoshio Shirai. Fue empate en el Luna Park, un 24 de julio del 54. Y el Presidente vio todo en la primera fila. No hubo título en juego, pero se ganó la revancha. Fue en Tokio, cuatro meses después: el General escuchó por radio como Pérez, le decía al micrófono del relator Manuel Sojit: “Cumplí mi General”, según recopila el diario La Prensa del 27 de noviembre de 1954. Épica hazaña de Pérez, que volvía a tocar el cielo con los puños; anteriormente había ganado el oro en los Juegos de Londres 48.
El título del mundo- lo defendió 8 veces- le valió alegrías y tristezas a Pérez. El gobierno de Mendoza le regaló una casa en la calle Jorge Adolfo, en el barrio 4 de Junio. La Fundación Eva Perón le amuebló todos los ambientes. Y Perón le obsequió un De Soto del 51, auto que el dictador español Franco le había regalado a Eva. Pero por su fuerte identificación con el peronismo Pérez debió abandonar el país en 1957. El era un producto hecho por la industria peronista. “Lo que nunca me perdonaron fue que Perón me regalara ese auto”, confesó el mismo Pascualito, tiempo después. Su estadía en Trujillo (actual Santo Domingo), fue confirmada por el historiador del deporte Emilio Córdova, quien ha dedicado más de 70 años a retratar los beisbolistas dominicanos.
Según Pérez (h.), vivieron dos años en Santo Domingo. “Los recuerdos que tengo de allí son pocos, pero muy hermosos, el mar era increíble, se veían peces de todos los colores”, apunta. Su viejo, aún en el exilio, hizo visitas fugaces al país, pero sólo para boxear: en el 57, hizo seis peleas -las ganó todas, claro- ninguna de ellas en el Luna Park. El hijo de la leyenda apunta que al campeón le ingresaban entre 30 y 55 mil dólares por combate. Con ese dinero, le daba de comer a sus hijos: Pascual y Miguel Angel y a su esposa Herminia, co-protagonista de una relación tormentosa, que sumió al campeón en una profunda depresión.
En su relato, Pascual Pérez (h.) repite una frase “Mi viejo le daba la plata de las bolsas a Perón, porque Jorge Antonio no le mandaba el dinero de Argentina. No tenían plata ni para alquilar la quinta en la que vivían. Era el tiempo en el que estaba Américo Barrios, Roberto Galán”, expresa. Escucha esta versión un amigo de Pérez, otra estrella del boxeo en escala de grises, el mendocino Cirilo Gill, hoy radicado en Salta: “Es probable que haya existido esa ayuda porque Pascual y Perón eran muy amigos”. En el 58, Pérez peleó sólo una vez en el país: fue en marzo, en Morón, noqueó en el octavo asalto a Ricardo Valdez. Después combatió en Venezuela, Dominicana y Filipinas. Pérez (h.) lamenta que no exista documento que pueda probar la ayuda que su papá le dio a Perón.
“Perón tenía congelados todos sus bienes. Llegó a Trujillo sin ningún peso. ‘Mis muchachos no tienen ni para los puchos’, comentó el General. Entonces, el dictador Rafael Trujillo le dio 25 mil dólares a su administrador González Torrado para que se los acercara a los amigos de Perón”, revela Juan Bautista Yofre, autor de “Puerta de Hierro”. En esa obra, Yofre revela con documentos y originales manuscritos, que fue recién a fines del 58, cuando Perón comenzó a cobrar el pacto de Caracas -acuerdo que hizo con Frondizi- para pagar sus gastos y los de su gente. Fueron cinco pagos de 100 mil dólares.
Osvaldo Jara, autor del libro “Peronismo y deporte” (Al Arco) detalla otros casos de deportistas que se arriesgaron por Perón: “Osvaldo Suárez fue a visitar a Perón a España cuando competía en un Iberoamericano, después lo agarraron los milicos y le pidieron explicaciones. Lo mismo le pasó a Montaño, que fue a pasar un fin de año con Perón en Panamá, y luego se tuvo que rajar del país”. Por todo lo que fue, Pérez es una leyenda. Medía apenas un metro y medio. “Su peso ideal eran los 47 kilos”; aseguró el fallecido historiador Julio Vila. Y peleaba con rivales de hasta 55 kilos.
Su infancia fue una rutina: empuñaba la zapa y la mancera del arado desde la mañana hasta la noche, Vivía en el Valle de Uco, al norte del Río Tunuyán. Sus padres, Francisco y Elisa, necesitaban la ayuda de sus hijos para parar la olla. La maquinaria era tracción a sangre, ésa era la única chance de subir algún peldaño en el escalafón social. Y Pérez encontró en el boxeo su destino. Fue el octavo de nueve hermanos, Y falleció un 22 de enero de 1977, a las 14.45, por una insuficiencia hepatorrenal. “Mi viejo no murió en la pobreza, eh, como se dijo por ahí. Con la vuelta de la democracia, consiguió trabajo en el Ministerio de Desarrollo Social. También tenía un puesto de panadería en la Estación Once, del Ferrocarril Sarmiento”. Pérez, vive.