Producción: Mara Pedrazzoli

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Planificar desde el Estado

Por Marcelo Yaquet (*)

La cadena de valor de la carne vacuna es un entramado complejo, que inicia con el valor inmobiliario de la tierra; y pasa por el costo de producción primaria, valor agregado; el mostrador; intermediaciones varias entre los eslabones principales mencionados y el precio internacional. Sin entrar a despostar la lógica de la cadena vacuna, hoy el precio de la carne está planchado.

La carne vacuna por debajo de la inflación. El IPCVA (Instituto de Promoción de la Carne Vacuna) en su último informe, registró en el mes de noviembre de 2022 un aumento del 1,3 por ciento en relación al mes anterior y del 56,6 por ciento en relación a noviembre 2021. Mientras que el índice de precios al consumidor de alimentos y bebidas no alcohólicas subió 94,2 por ciento interanual en noviembre según el Indec.

Desplome del precio Internacional. Argentina exporta el 25 por ciento de su producción total bovina. Siendo los principales compradores la República Popular de China con el 65,7 por ciento, Alemania con 7,6 por ciento del total, Israel 6,8, Chile 3,5, EE.UU. 3,2 y los Países Bajos con el 2,7 por ciento. Según el IPCVA el promedio del precio FOB en dólares por tonelada de exportación de carne vacuna congelada y procesada cayó un -29,3 por ciento en la comparación interanual de noviembre.

Consumo de carne vacuna. En 1980 el consumo argentino de carne vacuna en kilogramos por habitante estaba en un promedio anual de 86,4 kilos. En la actualidad, el consumo promedio por habitante es de 47 kilos, aproximadamente. Venimos, año tras año, consumiendo menos carne vacuna y, a ritmo inverso, aumentamos el consumo de carne aviar y porcina.

Al precio de la carne vacuna planchado, al desplome del precio de exportación, y la baja constante en el consumo, se les suman el aumento del precio de los alimentos para los animales y del costo de producción general; más la sequía que perjudica a toda la producción agroalimentaria y que en el caso de la cadena cárnica produce una venta temprana de animales chicos, ocasionando una sobreoferta. En estas variantes podemos encontrar el porqué de los precios estancados de la carne.

Hasta cuándo se va a mantener el precio, sin o con leves aumentos, es la pregunta que sobrevuela en el gobierno y entre los productores, a sabiendas que en algún momento de este nuevo año la situación va a detonar. Año electoral, por el cual es imperioso anticiparse.

Los grandes productores, como así también los pequeños y medianos productores, plantean un retraso del precio de la hacienda, anunciando considerables pérdidas en el último semestre del 2022. Al mismo tiempo saben que el mostrador no aguanta una suba de precios considerable para equilibrar las pérdidas enunciadas. Cabe aclarar que los grandes jugadores del sector pueden soportar económica y financieramente la situación de estos últimos meses, mientras que los sectores AgroPymes, no; al igual que el bolsillo de los trabajadores.

En diciembre del 2011 el salario Mínimo Vital y Móvil (SMVM) era de 2.670 pesos, mientras el dólar estaba en 4,29 pesos; 11 años después el SMVM es de 61.953 pesos y el dólar oficial vale 185,75 y el ilegal 353 pesos. Nuestro SMVM equivalía a 622,37 dólares en el 2011 y hoy equivale a 333,52 dólares oficiales y 175,50 dólares ilegales.

Si quisiéramos relacionar SMVM, dólar y valor del kilo de asado (para tomar un corte imprescindible en la vida social, cultural e histórica de las y los argentinos) nos encontraríamos con los siguientes resultados: en julio del 2011 el kilo de asado promedio era de 38,84 pesos y a noviembre 2022, según el IPCV, de 1.208 pesos. El SMVM tenía un poder de compra de asado de 68,75 kilos en el 2011, pero de 51,28 kilos aproximadamente a fines del 2022.

Enredarnos con estos números nos permite ver que la referencia del SMVM y los salarios en general (salvo excepciones como aceiteros, camioneros y bancarios) en Argentina está retrasado, rezagado, demorado. Podemos ver que el problema no es solo el precio de la carne sino también el bolsillo de los trabajadores.

Hay que construir con el sector agro-ganadero respuestas coyunturales desde una mirada federal que incluya todos los actores de la cadena cárnica, no solamente en una mesa con “los grandes jugadores”. Al mismo tiempo y de la misma manera, deberemos construir las respuestas a los problemas estructurales. Una de esas respuestas debe tomar en cuenta que en la Argentina debemos hablar de Carnes y no solamente de carne vacuna. Necesitamos reformular el IPCVA en un Instituto de Promoción de Carnes Argentinas (vacuna, aviar, porcina, caprina, pescado, camélidos), equilibrando el mercado interno con el externo y planificando desde el Estado la certeza de que las proteínas cárnicas estén en la mesa de las y los argentinos.

(*) Integrante de la Cooperativa de Trabajo La Foresta (Empresa Recuperada) / Movimiento Productivo Agroalimentario / Actualmente Director de Sistemas Productivos Locales en SAGyP.

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Consumo mínimo

Por Paula Rodríguez Guerrero (**)

El sector agropecuario tiene un peso específico en la economía argentina. No sólo en términos de generación de dólares sino a lo largo de la historia económica y social del país por ser el sector encargado de la producción, elaboración y comercialización de alimentos.

Hay diversidad en aquello que llamamos “campo”. Conviven diferentes estructuras hacia el interior de ese conjunto productivo. Particularmente en la producción de carne participan una innumerable cantidad de actores distribuidos a lo largo de toda la cadena, ubicados en todo el territorio nacional.

La mayor problemática que se suscitó en estos últimos años tiene que ver con el consumo de carne vacuna, el cual viene bajando, alcanzando, incluso, su mínimo histórico: en la actualidad se encuentra en 47,5 kilos por habitante por año, pese a que en los últimos meses se viene visualizando una desaceleración de los precios en góndola en comparación con la dinámica del nivel general de precios.

En diálogo con Patricia Gorza, productora ganadera de 9 de Julio en Provincia de Buenas Aires y presidenta de Mujeres de la Ruralidad Argentina (MRA) repasamos algunos determinantes y consecuencias que ocasiona esta situación. Por un lado, la seca histórica que alcanza a todo el país: las escasas lluvias reducen la producción forrajera, forzando a productoras y productores a enviar a faena a los animales ante la dificultad de contar con alimentos para continuar con la recría, generando así una mayor oferta en el mercado y una consecuente caída del precio del ganado en pie, el cual se encuentra estancado desde abril del 2022.

Además de la cuestión climática se suma el aumento del precio del maíz, principal insumo para el engorde animal, lo cual incrementa los costos de la ganadería a corral que tiene como componente principal de la dieta de los animales el alimento balanceado. En este contexto, los ganaderos se descapitalizan dado que los costos de producción se encuentran por encima de la inflación anual.

Las perspectivas para el año 2023 son complejas, pero al mismo tiempo presentan una serie de desafíos en un sector cuya rentabilidad depende de diversos factores, lo cual requiere de una fuerte participación del Estado en los momentos más difíciles del ciclo productivo.

Desde ya que el incremento del consumo externo es una variable a considerar por lo que siempre se espera que como mínimo se mantenga estable o se incremente. Lo que se consume en el mercado chino es lo que se conoce como “vaca vieja”. En los últimos años, el precio pagado por China y la cantidad demandada le permitía al productor la reposición de vientres, situación que se modificó con la caída del precio pagado. Ante ese contexto resultaría importante evaluar la apertura de nuevos mercados o incrementar los ya existentes permitiéndole al productor un flujo de caja por esa vaca que no es consumida en Argentina.

Es importante destacar que un poco más del 70 por ciento de la producción está destinada al mercado interno, lo cual implica recobrar márgenes de consumo. Eso requiere necesariamente recuperar poder adquisitivo del salario en los hogares de ingresos medios y bajos donde, según la Encuesta de Gastos de los Hogares, el consumo de carne vacuna representa un alto porcentaje de gasto tanto en alimentos como en el total de gastos. Hoy un kilo de carne picada se encuentra al mismo precio que un kilo de duraznos.

Ampliar y diversificar los canales de acceso a los alimentos de calidad de manera más barata es otro camino a seguir. Un ejemplo es la puesta en marcha de Mercado Bonaerenses en la Provincia de Buenos Aires donde se alcanza un ahorro cercano al 25 por ciento respecto a los canales tradicionales con productos ofertados por productores independientes y cooperativas.

Como se mencionó anteriormente, la política agropecuaria en general y la ganadera en particular requieren de una fuerte presencia del Estado para poder afrontar los largos ciclos productivos. Esta, a su vez, se debe aplicar de manera segmentada para acompañar a los actores de acuerdo a sus diferentes necesidades, características y comportamientos.

(**) Ex Directora Provincial de Ganadería de la Provincia de Buenos Aires. Ex asesora económica de la Dirección Nacional de Gestión y Análisis de Políticas Ministeriales del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de Nación. Especialista en Economía Política de FLACSO. Licenciada en Economía UNR.