En algún lugar del conurbano, alguien se para frente a una casa de un piso, con el frente pintado de blanco, el techo de tejas, una ventana protegida por rejas de hierro y, por encima, tres estrellas hechas con bases de sillas de computación, cada una de ellas con los años en los que Argentina ganó el Mundial de fútbol. La persona saca una foto que después se populariza en Internet con la leyenda: “El que es campeón del mundo hace las estrellas como quiere”.
El que hizo las estrellas como quería es Lisandro Castro, abogado y herrero autodidacta. “Ya habíamos salido campeones. La final fue un domingo y el domingo siguiente era Navidad. Así que pensé que en lugar de un árbol podía poner las tres estrellas como una decoración alternativa en una Navidad muy especial”, cuenta a Página|12.
Aunque se dedica al derecho civil, Castro revende partes de sillas y a veces logra reconstruir una completa a partir de las que encuentra rotas. Un día notó que entre las estrellas que había acumulado había una que era plateada. “En general son negras. Como me llamó la atención, eso me inspiró para hacer las estrellas. Puse una negra por el ‘78, para representar que ese campeonato se ganó durante la última dictadura, la plateada por el ‘86 y la dorada, por el 2022, la pinté con aerosol”, describe.
La imagen de las estrellas se popularizó primero gracias a la cuenta de Instagram The Walking Conurban, donde la publicación cosechó más de 43 mil me gusta. Pero llegó a un público mayor cuando la reprodujo el perfil de TyC, donde lleva acumulados más de 188 mil likes en apenas cinco días.
“Comprar cotillón, una bandera, son todas cosas que salen un billete. Quería mostrar que lo importante es la intención de apoyar, que es una forma de alentar a la Selección de la manera que puedas”, afirma Castro.
La viralización de la foto en redes sociales también hizo que se revelara un detalle en los comentarios: la ubicación de la casa. “Es en Olivos, a cinco cuadras de la avenida Maipú. Es una zona bastante privilegiada -admite el herrero y artista conceptual y remarca que es el conurbano, aunque algunes pretendan que no-. Hasta ahora los vecinos no se quejaron. Si a alguno no le gustó, no me lo dijo”.
El viaje de la estrella plateada
Pero Castro hace una advertencia: quienes quieran pasar hoy por la puerta se van a cruzar con solo dos estrellas. Falta la plateada. “Yo la había puesto a la venta antes de hacer la obra y alguien la compró. Y lo que pasa si vos cancelás esa venta es que te descuentan puntos en la plataforma. Si sabía que iba a tener 180 mil likes no la vendía”, se ríe. Y ahí se fue la estrella, en correo rumbo a la provincia de Chaco, aunque Castro asegura que la va a reemplazar con otra, probablemente pintada con aerosol.
“Ya desde pibito buscaba cosas en la calle y las reparaba para venderlas o para usarlas. Por la obsolescencia programada, las sillas están hechas para que si se te rompe una parte, las tires a la basura y compres otras”, afirma y explica que las partes que se rompen pueden ser una pata de la estrella; el pistón, que es lo que hace que la silla suba y baje o el chapón basculante, el cual está atornillado a la parte inferior del asiento.
Castro reconvierte un lavarropas en una maceta, un filtro de aire en una lámpara, chapones agujereados en una mesa. Nada se pierde, todo se transforma. “Cuando miro una cosa, veo que puede convertirse en otra -dice-. Me encanta eso, la reencarnación, que algo resurja”.