Ideas, lo que se dice ideas, tiene todo el mundo. ¿Son buenas? ¿Son distintas? ¿Son creativas? Ahí la ciencia discute un poco la cosa. Y como a Diego Golombek le gusta meterse con la ciencia detrás de la vida cotidiana (fíjese si no: tiene en su haber El parrillero científico), investigó de verdad la cuestión y publicó La ciencia de las (buenas) ideas, que presentará junto a Pablo Picotto este martes a las 19 en el Patio de los Naranjos del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930, CABA) y el jueves en el Museo Castagnino de Mar del Plata.
“Vi que había mucha bibliografía sobre ideas, creatividad, innovación, pero poca con mirada científica, que cuente qué experimentos o investigaciones hay detrás, qué consejos basados en evidencias se pueden ofrecer”, plantea. En poco más de 200 páginas Golombek desmenuza un estado de situación de las investigaciones más serias sobre el tema y, de paso, compila veinte consejos que pueden ayudar a tener más, pero sobre todo mejores ideas (siga leyendo, en la entrevista se cuelan un par).
-En el libro queda claro que hay muchísimo escrito, pero falta muchísimo por aprender.
-Acá se disputan el terreno la psicología tratando de entender la conducta humana, con la neurociencia, que trata de entender las bases neurales de esa conducta. Y con todo lo demás: el ambiente, la cultura. Si bien aprendimos mucho, falta todavía descifrar el mecanismo. Si tuviera que dar un spoiler del libro, diría que la fórmula es trabajo+trabajo+trabajo+disrupción. ¿Por qué? Porque el trabajo te permite apasionarte con un fenómeno y adquirir toda la información que necesitás. Pero también requerís de esa disrupción para que esa información que acumulaste y que tenés dispersa en el cuerpo, en el cerebro, pueda asociarse para generar nuevas ideas. Ahora, ¿qué hace a esa chispa, a esa asociación? Todavía se nos escapa. Así como se nos escapa qué parte es hereditaria, cuál es más ambiental, por qué a algunas personas les resulta más fluido generar conceptos e ideas nuevas y a otros nos cuesta mucho más. Entonces vale la pena seguir estudiándolo y meter más ciencia en el camino.
-¿Qué pasa con eso de la inspiración que vino de la nada, o las musas?
-Hay una idea de que las musas te soplan al oído una gran idea y escribís el poema definitorio. Y no es así. Existe el “insight”, que lo nombro en inglés porque no tenemos una buena palabra en castellano, donde de pronto te viene una idea. Pero no viene de la nada, siempre viene del trabajo previo. Lo cuento extensivamente en el libro: en todos los casos en que aparece una idea de los sueños o que un dios te cuenta algo, es porque antes ya eras experto en el tema y le habías dado vueltas al problema desde muchas miradas. Y te puede aparecer la solución de manera repetina, pero no es sin algo previo. Pasteur decía que la inspiración sólo venía a las mentes preparadas. No hay magia en la creatividad, hay trabajo previo.
-En el libro le prestás mucha atención al aburrimiento. ¿Por qué tanto énfasis?
-Una idea para ser creativos es poner al cerebro en otra modalidad para poder asociar conceptos con los que venís trabajando. Una de esas otras modalidades es aburrirse, porque ahí se da un vagabundeo mental y se llega a ideas distintas. Esto está avalado por experimentos. Un clásico es agarrar a un grupo de personas que deben resolver un problema que requiere bastante creatividad, mirar desde otro lado. Algunos se ponen a ver una película, o charlan. Los otros hacen una tarea aburrida, repetitiva, mecánica. Y resulta que quienes se aburrieron tienden a resolver un problema que se les plantea de manera más creativa, más innovadora.
-¿A qué se debe esto?
-Quizás porque se le permitió al cerebro que bajara las defensas. Para simplificar: nosotros tenemos en el cerebro a un buchón, un policía, que en general es la parte frontal y prefrontal. Cuando lográs ese otro estado, esa especie de vagabundeo mental o "aburrimiento", baja la actividad de ese policía. Y quizás en ese momento logres mejores soluciones. Así que no deberíamos tenerle tanto miedo al aburrimiento, en el marco de un proceso creativo.
-Pero el tedio tiene muy mala fama socialmente. Hoy “desperdiciás” tu tiempo aburriéndote, te mandan a ver una serie.
-Está muy mal visto el ocio, el ocio creativo, lo que antes se llamaba dolce far niente. Vos estás en el colectivo y tenés que hacer algo: chequear el celular, leer. Y hay un experimento para hacer: ¿qué pasa si en un viaje largo en bondi no mirás el celular, no leés, no charlás con nadie? De pronto se te produce automáticamente un vagabundeo mental y vas a llegar a nuevas ideas. Pero pareciera que perdés el tiempo si no hacés nada productivo. Pero es necesario ese momento de "nada". Que no es un momento de nada pasivo, porque debe venir después del trabajo previo, después de haber querido resolver un problema determinado, o de darle vueltas a un fenómeno que no te sale. En ese momento, aburrirte o salir a pasear puede llegar a rendir frutos.
-¿Qué consecuencias tiene para una sociedad rehuir del aburrimiento?
-Es lo que plantea el coreano Byung-Chul Han sobre la sociedad del cansancio. Tiene consecuencias. Hasta sanitarias. Porque si vos para hacer todo hasta tenés que robarle horas al sueño, vas a rendir menos. No sólo vas a ser menos creativo, vas a estar de mal humor, te vas a equivocar más. El derecho al tiempo se está discutiendo muy recientemente, sobre todo en perspectiva laboral y de género, pero vale para todos. Hemos perdido el derecho al tiempo aparentemente vacío, que ahora venimos a descubrir que tiene consecuencias enormes en nuestra felicidad, para resolver problemas y realizarnos de otra manera. Con lo cual esta hiperactividad que se nos propone a nivel social claramente es detrimental. Y para el mundo de las ideas también es malo. Si hay tanta demostración empírica de que para el momento de las ideas necesitás mucho trabajo, pero también correrte, y ocio, aburrimiento, sueño, paseo... somos una sociedad con menos ideas de las que podríamos tener.