¿Por qué se eluden las lógicas homosexuales de los grandes próceres de la patria? ¿Por qué la opción “Querides alumnes”, que no identifica a su destinatario con un género determinado, nombra a todes les estudiantes, incluyendo les que se autoperciben no binaries? ¿Por qué no nos enseñan, por ejemplo, la historia de las mujeres anarquistas? ¿Es justo que a un auditorio con mayoría de no varones se lo nombre en masculino? ¿Por qué las personas no binaries son excluídes o se las ubica siempre en el borde social?

¿Hombre? ¿mujer? Son ideas, conceptos, nociones, que cada cultura y cada lengua forman amasando las palabras de un modo diferente, original y único. Ficciones ideológicas, construcciones dinámicas con sentidos cambiantes que se han diversificado a lo largo del tiempo y del espacio, para exhibir la riqueza de la humanidad, esa especie viva que la Modernidad intentó unificar, acorralar, controlar poniéndole un cinturón castizo e híper ajustado. Ajustado a la ley de los poderosos, que no permite trans/itar.

El lenguaje inclusivo e incluyente, la lengua inocente, pecaminosa, absuelta. La lengua viperina, la que se enrosca, lenguaraz, la lengua amorfa que morfa y deforma. La lengua gorda, la que conforma, de la que se mofan, la lengua a la vinagreta, o bífica, la lengua oral, la escrita. La vernácula y la que dan por culo. La que lame, chupa, besa. La lengua que chochea, la lengua nueva, la glotona.

Pablo Scharagrodsky, pedagogo, con más de veinte años de experiencia en la docencia y en la investigación de género dice que “mientras la escuela cristaliza las formas de la corporalidad, el razonamiento y las emociones de manera arbitraria, el lenguaje inclusivo amplía los horizontes, permite pensar las identidades no como un fenómeno esencialista, sino como algo que puede ser diverso, ir cambiando”, en la Historia colectiva de la especie y en la historia subjetiva, de cada une.  

“No hay una sola manera de sentir y actuar. No hay un único modo de concebir los cuerpos, la sexualidad, el placer, el deseo y las relaciones sociales, aunque el canon educativo, ciertas instituciones, la prensa y la normativa dominante sean clasistas, cisheterosexuales, jerárquicas, patriarcales, excluyentes, racistas y blancas”, dice este especialista en educación, mapeador de saberes, debates y tensiones sexo-genéricas y desobedientes.

Tegan Guanco se autopercibe no binarie y eso está reflejado en su documento.

“La población de distintos territorios y naciones ha tenido más de cinco sexos y nombrar solo al binomio macho-hembra implica encasillar a una parte de la humanidad y destruir a la que está afuera”, argumenta Morena García, poeta y pensadora trava rosarina, autora de Una sospecha de maquillaje. “El lenguaje inclusivo no es una invención de les jóvenes, una cuestión generacional, sino un acontecimiento que ha puesto en jaque a los sistemas eclesiásticos, políticos y patriarcales. Decir que la gente no entiende o que no se acostumbra a hablarlo es bajarle el precio al tema y retroceder en la garantía y ampliación de los derechos”. Escribe Morena:

Pluralidad del soy / Carne flexible y dolente Ante tanta identidad Mecanizada Afluente trava del río de las rarezas Piara de marabuntas Nidada, manga, parvada. Futuro en forma de grito y Sangre acumulada Siglos latiendo en las Sombras y ahora acá, Desnuda, expuesta agitada. Dios no existe, yo soy el, como ellx y ellx como un Todo Entonces existo por nombrarme conjunto, me Bautizo con las otras.

Señalaba en agosto de 2022 Alicia Zorrilla, presidenta de la Academia Argentina de Letras, en una entrevista publicada en el suplemento Ideas del diario La Nación que “hay un sector que quiere cultivarse lingüisticamente. Pero otros quieren hacer de esta sociedad una Babel. Y no puede haber una cultura lingüistica personalizada, porque si cada uno habla como quiere, caemos en el caos”. Ya en su segundo mandato al frente de la institución, dependiente de la Real Academia Española, decía que el lenguaje inclusivo “no es lenguaje. Es una invención innecesaria, porque en la lengua tenemos un masculino que se llama genérico o gramatical. Yo lo llamo masculino inclusivo, porque nos comprende a todos los seres humanos, sea cual fuere el sexo”.

Condecorada en 2013 con la medalla de San Jerónimo por el Colegio Nacional de Traductores del Perú, opinaba que hoy lo que se busca es “que no haya leyes, que no haya reglas” y que le parecía “infantil que los funcionarios hablen con la ‘e’. Mucha gente se está riendo de eso. Es triste, ¿no? Parece que estuvieran jugando”. “Corregir es un verbo que parece fuera de época”, opinaba su interlocutor. “Ah, porque es lo mismo que censurar, para muchos. Pero no hay que tenerle miedo…no hay que tener reparos. Y entre los maestros y profesores, no solo debe corregir el docente de Lengua; lo deben hacer también los de Matemática, de Historia, de Química, de Física”.

Valores oxidados

“Leí ese texto y me pareció un espacio de publicidad de ciertos valores oxidados, carente de argumentos científicos y mentiroso (la lengua no le pertenece al sistema gramatical del español sino a sus hablantes; mucha gente habla totalmente en lenguaje inclusivo)", dice Malena Zabaleguy, comunicadora social (UNLZ), diplomada en Formación en Educación Sexual Integral (UNSAM) y autora de Sexo oral, relaciones carnales entre sexualidad y lenguaje (2017) y de Inclusivo, un lenguaje hacia la(s) equidad(es) (2021).

A Zabaleguy le resultó fascinante analizar el discurso de Zorrilla, “plagado de expresiones sexistas (“Las niñas y las mujeres no deben decir malas palabras”), decimonónicas (“civilización”, “cultivarse”), religiosas (“milagro”, “llamado de dios”), autoritarias (“obligar”, “orden”), prejuiciosas (“No todas las familias tienen formación para guiar a sus hijos”, “Los docentes no tienen vocación”) y temerosas (“Quieren hacer una Babel”, “Yo les tengo miedo”). Además, espanta la cantidad de lugares comunes que repite (“No confundir autoridad con autoritarismo”, “Escuchar es oír con atención”), así como su vocabulario rancio (“noticiario”, “llamado telefónico”) y sus contradicciones (“Tenemos que separar la ideología y lo sociopolítico de lo lingüístico”, justamente lo que ella no hace)”.

Advierte que “si la señora oyera con atención, sabría que -ya en el siglo XVI- Shakespeare usaba el pronombre inclusivo they, y que -desde entonces- nadie dice que la palabra tiene más poder que una espada. No sorprende que ningune docente se haya interesado en sus cursos”. En cuanto al miedo irracional que existe en torno a la existencia y uso del lenguaje inclusivo, argumenta que “el denominador común es un miedo irracional. Como dice Marlene Wayar, los efectos del terrorismo de Estado en nuestro país calaron más hondo de lo que suponemos, y yo sospecho que mucha gente todavía teme romper las reglas impuestas desde arriba por algún resabio de aquellas épocas de horror. De otro modo, resulta inexplicable que –después de más de 200 años de independencia política- sometamos voluntariamente nuestro discurso local a los mandatos de una RAE monárquica y extranjera que ni siquiera es un organismo oficial de España, sino un grupo elitista financiado por empresas monopólicas con serios antecedentes de corrupción. Es innegable que todes nos hemos criado bajo un régimen patriarcal y que, desde el minuto cero, aprendimos a desenvolvernos según sus reglas y a construir discursos en consecuencia. Muchas de nuestras prácticas (lingüísticas y no) se encuentran tan atravesadas por el sexismo que ni siquiera lo advertimos. O quizá haya quienes prefieran resignarse a hablar “la lengua del amo” por miedo a sufrir violencia de género, por más irónico que parezca”.

“Las razones para rechazar a quienes lo usan surgen siempre desde algún lugar de privilegio: o son varones hegemónicos que sienten tambalear su histórico rol preponderante, o son personas con poder (en su mayoría, varones hegemónicos, aunque no necesariamente) que advierten el avance popular en temas de género y temen un efecto dominó: que, al des-naturalizarse las jerarquizaciones sexo-genéricas, se des-naturalicen también las pirámides de raza, clase, edad, etc., y se horizontalicen los vínculos humanos. Y hacen bien en temer la naturalización de las equidades: ese es exactamente el objetivo de les activistas”.

Morena García, poeta y pensadora trava rosarina, autora de Una sospecha de maquillaje.

“Este es un momento sin precedentes gracias a la tecnología digital: podemos vincularnos con más cantidad y variedad de personas, lo cual amplía nuestra noción de identidad; en redes sociales, podemos hablar y escribir sin la intervención de autoridades lingüísticas represoras, lo que democratiza la palabra, educa en la idea de “variedad de lengua” y empodera para la creatividad; las disidencias sexuales, que antes debían esconderse, hoy pueden buscar ámbitos virtuales libres de violencia y organizarse para reclamar derechos y disfrutes; y, si todo lo anterior nos resulta extraño, podemos buscar información y tener acceso a saberes sexuales y lingüísticos que todavía no se enseñan en la educación formal ni en las familias”, continúa Malena. “Desde ya que la virtualidad también propicia la guetificación, la organización de grupos neo-nazis y la financiación de intentos de magnicidio, pero sin duda estamos transitando un momento único en términos de deconstrucción de verticalismos, y las resistencias conservadoras no hacen otra cosa que confirmar esa deconstrucción”, para gestar un mundo más amable (que ame más) y más justo (que discrimine menos), aunque algunes se resistan.

Toda lengua es política

Para Daniela Lauria, investigadora del CONICET con sede de trabajo en el Instituto de Lingüística de la Universidad de Buenos Aires, y profesora de la Universidad Pedagógica Nacional, la disputa por el uso (o no) del lenguaje inclusivo “es, a mi entender, tanto lingüística como política, glotopolítica en términos técnicos”.

Hay ciertas expresiones que designan personas o grupos que, en vez de utilizar el género gramatical masculino (“chicos”) o femenino (“chicas”), cambian la marca de género, generalmente, aunque no solo, mediante el sufijo “-e” (“chiques”). El uso de esta variante es una opción no binaria.

La actual difusión del debate “no parece responder tanto a un repentino interés suscitado sobre el lenguaje mismo sino, sobre todo, a las sucesivas luchas de los movimientos feministas y LGBT+, que han logrado instalar en la agenda pública temáticas de género que en otros momentos históricos han estado invisibilizadas o relegadas a espacios muy restringidos y han logrado plasmar muchas de esas demandas en leyes que reconocen derechos antes negados”, explica Lauría. Las palabras “juez” o “presidente” comenzaron a flexionar en femenino cuando se abrió la posibilidad de que las mujeres fueran “juezas” o “presidentas”. El cuestionamiento de una concepción binaria y patriarcal de la identidad de género “tiene su correlato en el cuestionamiento del masculino genérico y otras formas consideradas sexistas del lenguaje. Esto muestra que el papel del lenguaje es central en la producción y reproducción de las desigualdades, pero que también puede contribuir a la transformación y subversión de subjetividades e identidades colectivas”.

Quienes pertenecen a un grupo social buscan diferenciarse de otros. Algunos grupos feministas se niegan a usar la “-e” porque argumentan que invisibiliza a las mujeres. También hay diferencias entre hablantes de variedades lingüísticas por el lugar geográfico donde viven y algunas se consideran más legítimas o prestigiosas que otras.

En la historia de la lengua en la Argentina hubo momentos de disputa sobre si era más legítimo usar un argentinismo o determinadas construcciones gramaticales que una voz peninsular o formas aceptadas por el diccionario y la gramática académicas. Pero fueron debates al interior del mundo intelectual, en su gran mayoría. Si bien algunas discusiones se publicaron en la prensa y tuvieron bastante circulación, nunca hubo un momento de tanta intensidad de lucha lingüística como el que vivimos en los últimos años. Se inició como efecto de las discusiones en el año 2018 en torno a la ley de interrupción voluntaria del embarazo, luego se calmaron las aguas y el debate resurgió con intensidad el año pasado después de que el ministerio de educación de la ciudad de Buenos Aires sacara una resolución que regulaba su uso en las escuelas de ese distrito.

La poesía para Tegan es “una propuesta de espacios propios para habitar, comunicadora de nuestras historias, testimonio de la construcción de nuestras redes y como resguardo de la hostilidad de las Normas”.


Nombrarse

No es solo la lejanía que se siente Cuando pronuncian un nombre que debería nombrarte que no te nombra pero lo hace nombrarse primero es dejarse dejar aquello que te nombró por años es abandonar el deseo de quienes te lo impusieron para nombrarte nombrarte es abandonar(les) nombrarte es escucharte vos mismx estuve días sin nombrarme en silencio hay que juntar fuerzas para saltar al vacío.

Este poema pertenece a Varela (puntos suspensivos ediciones), el libro de le poeti(sé) T, Travesti No binarie Tegan Mai Guanco. Un juego, una imagen del tránsito en un pueblo, con los obstáculos que le atraviesan en la búsqueda y construcción de la identidad: la familia, el Estado. No me animo muchas veces a elegir / lo desconocido/ me quedo con el sabor de niñe/ flan y crema de cielo. La música folklórica y la poesía son parte de la resistencia y compañeras de su camino”. Tegan es de Casilda, Santa Fe. Activista por la descentralización de la palabra, es marrón descendiente y hablar desde las cloacas es la herramienta desde donde enuncia la carencia de accesos desde su Barrio Nueva Roma y de tantos otros. 

*Esta nota contó con el asesoramiento de la escritora Gloria Peirano (licenciada en Letras por la UBA, titular de la Cátedra de Morfología y Sintaxis, de la carrera Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes y autora de las novelas La ruta de los hospitales y Miramar) y de lx poetx intersex Gabby De Cicco (licenciada en Letras por la UBA y titular de la Cátedra de Morfología y Sintaxis, de la carrera Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes")