Para las escritoras norteamericanas Lisa Kröger y Melanie Anderson, si las mujeres históricamente se han acercado a las artes ocultas es porque han sido sistemáticamente excluidas de los espacios de poder. “Para cualquier persona que no fuera parte de la jerarquía patriarcal es lógico que resultara tentador pertenecer a un sistema de creencias espirituales del que no solo podían ser parte sino, además, asumir roles de liderazgo”, destaca este dúo, que recientemente publicó en los Estados Unidos Toil and Trouble: A Women’s History of the Occult, libro donde rastrean a mujeres que antaño dominaron las artes oscuras, sacándoles provecho personal, financiero y, ocasionalmente, político.
Para Kröger y Anderson, entonces, el ocultismo ha sido “un método de resistencia”, una manera de desafiar el restringido papel socialmente impuesto. Ponen el ejemplo de cómo, “en el siglo XIX, con el desarrollo del espiritismo, algunas mujeres socialmente relegadas a los roles domésticos capitalizaron estas artes: se les negaba la independencia económica fuera de sus hogares, entonces usaban sus salones para atraer clientes y servir como nexo con el mundo de los espíritus; se les negaba la voz política, pero de algún modo podían comunicar sus puntos de vista en calidad de guías espirituales”.
“De nuestra investigación se arroja que, a menudo, estas médiums transmitían mensajes de muertos/as que apoyaban los movimientos de reforma social de la época, como la abolición de la esclavitud y el sufragio femenino”, aseguran quienes se han detenido en casos de su país de origen, los Estados Unidos, de siglos pasados hasta nuestros días. Con el correr del tiempo, esgrimen, “vemos que el arco de lo oculto se inclina hacia la inclusión, y eso es algo digno de celebrarse”, y mencionan como quien no quiere la cosa que la sufragista, defensora del amor libre y primera mujer en presentarse como candidata a la presidencia (en 1872), Victoria Woodhull, trabajó como clarividente antes de volcarse al activismo, adivinando la fortuna y contactando espíritus de gira por distintas ciudades de Estados Unidos. Tampoco le parece casual a la dupla que la activista negra pionera Sojourner Truth, autora del célebre discurso “¿Acaso no soy yo una mujer?”, viviese durante una temporada en una comunidad espiritista…
Menos progresista, sin embargo, habrá sido la mirada de Joan Quigley, astróloga y médium que también citan en el volumen, dada la enorme injerencia que llegó a tener como asesora presidencial no oficial en los 1980s. A saber… En su libro de memorias For the Record, el empresario y político estadounidense Don Regan contaba con pelos y señales cómo había sido trabajar como jefe de gabinete de Ronald Reagan, revelando que “prácticamente todos las grandes decisiones que tomaron tanto el presidente como la primera dama mientras yo estuve en funciones, se acordaban de antemano con una mujer de San Francisco que elaboraba horóscopos para asegurarse de que los planetas estaban en una alineación favorable”. El tipo no daba crédito del poder que había llegado a amasar Joan Quigley, muy activa durante los dos mandatos de RR, cuyas “predicciones” eran determinantes para establecer la agenda de la pareja presidencial. Qué días podían resultar peligrosos para montar a caballo o viajar en Air Force One, en qué horario dar tal o cual anuncio, entre un sinfín de cuestiones “de estado”, eran estudiadas por Joan, que solía entregar sus conclusiones a Nancy mientras tomaban el té en la Casa Blanca.
“¿Podría haber anticipado el intento de asesinato de Reagan en el ’81?”, le preguntaron una vez, y ella, de lo más segura, respondió que “sí, por supuesto”, penando que justo, ¡justo!, en esos días el matrimonio prescindiera de sus servicios. Vale decir que la recontrataron poco después del atentado fallido.
En política, los Reagan no fueron ni los primeros ni los únicos en recurrir al vaticinio en busca de algún tipo de orientación, aclaran Kröger y Anderson. Explican las autoras que también Edith Wilson y Florence Harding -ambas, primeras damas- solían acudir a la misma adivina, al igual que muchas otras personas poderosas y ricachonas, de la alta sociedad del Washington de los años 20, que hacían largas filas para ser recibidas por la influyente Madame Marcia Champney, especialista en lectura de bolas de cristal, de cartas de tarot, en clarividencia…
Así las cosas, Toil and Trouble se ramifica para contar la vida de otras damas que, de distinto modo, han tenido predicamento a partir de las artes ocultas. Hablan de Helen Peters Nosworthy, responsable de bautizar la imperecedera tabla Ouija, de darle su misterioso nombre a fines del siglo XIX. Se refieren a la dibujante Pamela Colman Smith, también conocida como Pixie, que en 1901 fue admitida en la Hermetic Order of the Golden Dawn, sociedad secreta y esotérica en la que se estudiaba magia, astrología, cábala, tarot, alquimia. Es en este grupo donde Pamela conoce al místico A. E. Waite, cocreador del que resultaría ser uno de los mazos de tarot más populares de la historia, la baraja Rider-Waite, que justamente ella ilustra… Apenas algunos ejemplos, en fin, de un libro que llega hasta nuestros días, advirtiendo cómo muchas brujas practicantes se han volcado a plataformas como TikTok e Instagram para maximizar sus hechizos en pos de justicia y para “ayudar a mantener el orden en el mundo”; contra Donald Trump, sin ir más lejos, mientras estaba en el cargo.