El portavoz del presidente estadounidense Donald Trump, Sean Spicer, anunció ayer su dimisión, supuestamente en protesta por el nombramiento de Anthony Scaramucci como nuevo director de comunicaciones de la Casa Blanca. Será reemplazado por su actual número dos, Sarah Sanders.
Sanders, actual viceportavoz de la Casa Blanca, asumirá en septiembre el cargo de Spicer, anunció ayer en conferencia de prensa Scaramucci. Sanders es hija del ex candidato presidencial republicano Mike Huckabee, quien compitió por la nominación en el 2016 contra el presidente Donald Trump, y ya condujo anteriormente conferencias de prensa en la Casa Blanca. Según informaron la emisora NBC y el diario The New York Times, entre otros medios, Spicer había dicho a Trump que el nombramiento de Scaramucci, un inversor de Wall Street con escasa experiencia política, era un grave error. “Ha sido un honor y un privilegio servir al @POTUS (presidente de EE.UU., en inglés) @realDonaldTrump y a este hermoso país. Seguiré trabajando durante agosto”, dijo Spicer, de 45 años, en su cuenta de la red social Twitter.
Scaramucci, fundador del fondo de inversiones SkyBridge Capital y hasta hace poco miembro del banco estatal Eximbank, es uno de los principales antagonistas de Reince Priebus, jefe de Gabinete de Trump. A diferencia de Priebus y de Spicer, que provienen de las filas del Partido Republicano, Sacaramucci viene de Wall Street, al igual que Trump. Al hablar con periodistas de la Casa Blanca tras su nombramiento, Scaramucci aseguró que admira a Trump, y que su misión principal es transmitir el mensaje del presidente. El nuevo director de comunicaciones dijo que ve cierta desconexión entre la manera en que él y otros partidarios de Trump lo ven y la manera en que es presentado en los medios. “El presidente es realmente muy querido”, dijo Scaramucci. “La gente se siente genial respecto a lo que está haciendo”, agregó.
En esa primera comparecencia pública, Scaramucci negó además que haya tensiones internas en la Casa Blanca, ya que aseguró que la cultura del equipo es poner por delante la agenda del presidente. “No tengo ninguna fricción con Sean y tampoco con el jefe del gabinete, Reince Priebus. Con Reince somos un poco como hermanos, inclusive a veces jugamos duro como hacen los hermanos”, añadió.
La dirección de Comunicaciones de la Casa Blanca estaba vacante desde mayo, cuando Michael Dubke entregó su carta de dimisión alegando motivos personales. Desde su salida, Spicer había asumido interinamente las funciones. En la estructura de la Casa Blanca, la oficina de Scaramucci es la que diseña la estrategia de comunicaciones de la presidencia, aunque el portavoz es el rostro visible encargado de aplicar esa línea comunicacional.
Spicer, desde la primera conferencia de prensa que dio (un día después de la ceremonia de investidura de Trump), se hizo notorio por la agresividad con que defendió las acciones oficiales y la propia figura del presidente. El entusiasmo lo llevó a formular declaraciones de elevado voltaje, como cuando dijo que el mandatario sirio Bashar al Assad era peor que Adolf Hitler, con la diferencia de que Hitler no usó armas químicas contra sus adversarios. En varias ocasiones se había especulado con que Trump estaba descontento con la labor de Spicer y pudiera despedirlo en cualquier momento. Últimamente, el portavoz había relegado sus comparecencias a un segundo plano dejando en manos de su suplente, Sarah Sanders, las reuniones informativas con la prensa.
La salida de Spicer dando un portazo ocurre en un momento de extrema delicadeza para Trump, quien en la última semana usó su ametralladora verbal en todas direcciones. Recientemente criticó en la prensa a su propio secretario de Justicia, Jeff Sessions, por haber decidido recusarse de cualquier investigación que su departamento conduce sobre las eventuales relaciones de Trump y Rusia en las elecciones del 2016. También emitió una velada alerta contra el fiscal especial a cargo de esas investigaciones, Robert Mueller, en caso de que decida investigar las finanzas de la familia Trump. Entre los negocios que supuestamente investiga Mueller está la venta en el 2008 de una mansión en Palm Beach (Florida) a un oligarca_ruso por 95 millones de dólares, de acuerdo con varios medios.
El centro de la controversia es la investigación que Mueller conduce sobre la supuesta complicidad de la campaña electoral de Trump con Rusia para incidir en las elecciones presidenciales del año pasado. En ese sentido, las explosivas declaraciones de Trump sobre Mueller (un respetado ex director del FBI) fueron vistas como una tentativa de delimitar el terreno en torno del presidente. Trump, por ejemplo, sugirió que Mueller podría estar movido por intereses contradictorios, revelando que llegó a entrevistarlo en mayo para retornar al frente del FBI, después del sumario despido de James Comey.
Los abogados que trabajan para Trump elaboran una lista con posibles conflictos de interés en el equipo de Mueller, con el objetivo de apartarlos de la pesquisa o de cuestionar los resultados que presenten. Según el diario The New York Times, los abogados del presidente rebuscan entre los casos y clientes pasados de la docena de fiscales que integran el equipo de Mueller y analizan las donaciones que algunos hicieron a políticos demócratas. “Los ciudadanos tienen que saber las motivaciones políticas de ese equipo de fiscales, ya que se trata de información relevante, y si eso les predispone de una manera u otra en la investigación está por verse”, defendió ayer en declaraciones a la cadena Fox la consejera presidencial Kellyanne Conway.
Otro motivo por el cual Trump tuvo una mala jornada ayer, es otra dimisión, la de un importante miembro de su equipo de abogados. Mark Corallo, que coordinó la comunicación externa del equipo legal de Trump frente a la crisis, informó en un correo que había renunciado al cargo. No se conocen sus razones.