Además de ser el economista más influyente del siglo XX, John M. Keynes fue un político de primer nivel. Consejero de políticos que ejercían el poder en Inglaterra, experto y comentador de eventos que cambiaron al mundo como la crisis del 30, Keynes estaba afiliado a un partido político. Participaba, al más alto nivel, en la política interna -lo que habitualmente se llama la “cocina”- del Partido Liberal, además de haber ocupado cargos públicos y parlamentarios.
Era un apasionado de la política partidaria y en una definición expuso su posición: “Si uno nace animal político, es muy inconfortable no pertenecer a un partido. Convengamos que ningún partido provoca en sí un gran entusiasmo y que esto nos lleva a proceder a la elección del mismo por eliminación”.
Se afilió al Partido Liberal de muy joven. Cabe recordar que, contrariamente a lo que es habitual en Francia, Argentina y otros países de América Latina donde se lo confunde con el conservadurismo, el calificativo liberal se aplica a los progresistas en los países anglo sajones. El Partido liberal que fue el iniciador de grandes reformas políticas económicas y sociales en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XIX.
Los padres de Keynes eran miembros activos del Partido Liberal. Su padre era profesor en Cambridge y pertenecía a la ala de centro derecha, mientras que su madre, Florence, era feminista, sufragista y fue la segunda mujer intendenta del Cambridge en 1932, muy implicada en las reformas económicas y sociales. A sus treinta y tres años Keynes ya era consejero económico del primer ministro Lloyd George durante la Primera Guerra Mundial.
La densidad del pensamiento keynesiano es muy profunda. Los conservadores desconfían de Keynes porque lo consideran demasiado preocupado por una distribución del ingreso más justa a favor de los trabajadores, mientras que la izquierda tradicional sospecha que su teoría les hace sombra. Pero unos y otros integran una parte sustancial de sus propuestas y es común que tanto los gobiernos conservadores como el de Angela Merkel en Alemania o comunistas como el de Xi Jinping en China utilicen el gasto público, variable central del esquema keynesiano, como instrumento para reactivar la economía luego de eventos como la crisis financiera del 2008 o el Covid en 2020. También explica los diversos intentos para desnaturalizarlo, que empezaron con la intención de vaciar su obra de su contenido político y social y reducirlo a una técnica como lo intentaron Alvin Hansen y Raúl Prebisch en 1947, una vez que Keynes falleció.
Sus pasos en la política
Keynes pertenecía a la elite progresista inglesa producto del compromiso de los intelectuales con los movimientos sociales y el desarrollo de los sindicatos, a lo cual se suma la influencia de su medio familiar y su trayectoria intelectual y universitaria. A fines del siglo XIX, el liberalismo se fue transformando en una suerte de “liberal progresismo” activo.
La crueldad de Primera guerra mundial hizo que se exteriorizara en Europa una corriente pacifista y que las elites asociaran las guerras a las condiciones paupérrimas en las cuales se encontraba la mayor parte de la población, lo cual abrió el camino a las transformaciones sociales y a la teorización de la Economía del Bienestar.
Los grupos intelectuales ingleses eran muy activos en ese sentido. George Bernard Shaw, AG Wells, Bertrand Russel, Virginia Wolf, entre otros. La mayor parte del grupo de Bloomsbury, al cual pertenecía Keynes, adhería a las posiciones del Partido Laborista. Así mismo lo era una parte significativa de los miembros del Circus de Keynes, grupo de estudiantes y profesores de economía de Cambridge y Oxford que leerán y ayudarán a Keynes a escribir la Teoría General como James Meade, Colin Clark, Roy Harrod, Richard Kahn, Nicholas Kaldor, Joan Robinson, Leonard Woolf, entre otros. Algunos formarán parte del grupo de trabajo que elaborará el programa económico del Partido Laborista que ganó las elecciones de 1945 y que hizo que, a partir de ese momento, se aplicaran en Gran Bretaña las políticas económicas llamadas keynesianas.
Keynes se consideraba de izquierda. En 1911, cuando Keynes tenía 28 años, su padre escribe en su diario íntimo: “Maynard se declara socialista y está a favor de la confiscación de la riqueza de los particulares”. En 1931, en plena crisis económica, en una reunión entre el Partido Liberal y el Partido Laborista que forman la coalición de gobierno, este ultimo consideró que las propuestas de Keynes eran demasiado osadas y las rechazó frente a lo cual este se exclamó: “El único socialista en esta reunión soy yo”.
Esta afirmación le valdrá una hostilidad histórica por parte de McGregor, el líder laborista y efímero Primer Ministro, que proponía la austeridad presupuestaria y el retorno al patrón oro. Dos medidas a las cuales Keynes se oponía a pesar de que algunos miembros del Partido Laborista pensaban que la credibilidad de su gestión permitiría “apaciguar a los mercados”. Keynes escribió en ese momento: “Estoy seguro de ser menos conservador en mis inclinaciones que el elector laborista medio. La República de mis ilusiones y quimeras se encuentra en la extrema izquierda del espacio celestial”.
La mayor parte de sus textos políticos fueron escritos entre 1919 y 1933. Los más conocidos son El Fin del Laissez Faire, Carta a mis nietos, Corta visita a Rusia, Liberalismo y Laborismo, “Clissold”, Carta pública al Presidente Roosevelt o el primer capítulo de su libro “Las consecuencias económicas de la paz”. Hay intervenciones en diarios y radios, además de artículos publicados en la revista político-literaria Nation and Athenaeum- en particular “Los gritos de Casandra” retomado en sus Ensayos de Persuasión-.
En agosto de 1925 pronunció el discurso ¿Soy un liberal? en la Universidad de Verano del Partido Liberal, que se realizó en Cambridge. A través de la posición política personal, va definir cual debe ser la línea política de su partido. Descarta la orientación del Partido Conservador que no le propone una “consolación ni espiritual ni intelectual, y explica sus diferencias con el Partido Laborista “que es más atractivo”. Pero señala: “Puedo ser influenciado por lo que me parece ser lo justo y el sentido común pero la guerra de clases me encontrará del lado de la burguesía instruida. Pero por sobre todo no creo que los intelectuales del Partido Laborista ejercerán el control adecuado sobre él y temo que la línea del mismo será definida por aquellos que no saben de lo que hablan y no es improbable que el control de ese partido sea ejercido según los intereses de la extrema izquierda que llamaré el partido de la catástrofe”.
En el último capítulo de la Teoría General expone su diagnóstico de la sociedad y señala que “los dos vicios característicos del mundo en él que vivimos son que el pleno empleo no está asegurado y que la distribución y del ingreso y del patrimonio es arbitrario y carece de equidad” que convalida su crítica acerba del funcionamiento del capitalismo liberal.
En 1940, el Partido liberal llega a un acuerdo con los laboristas y los conservadores para que Keynes sea candidato a diputado en el distrito de la Universidad de Cambridge, pero no acepta alegando problemas de salud. Explica en una nota algo muy diferente: “La vida política activa no es, en realidad, mi verdadera y principal actividad. Soy, en efecto, un publicista activo pero ese no es el principal problema. Pienso en el largo plazo y creo poder realizar más cosas y ser mas útil y tener más influencia si me quedo a un lado de la influencia cotidiana de Westminster”. Keynes está en ese momento escribiendo y reflexionando a su propuesta ¿”Como pagar la guerra?” y viaja continuamente a Estados Unidos para discutir y obtener préstamos para financiarla. Luego de haber sido elevado a Lord de Tilton participará a algunas sesiones de la Cámara de los Lores.
Keynes es de los raros grandes economistas que militó en un partido político. Pero su compromiso se explica porque que desde muy joven estaba convencido de que esto era una necesidad. Influenciado por la filosofía griega, pensaba que existía una jerarquía de principios: la ética, la moral, la política que permitirían llegar a la felicidad personal. La economía permitiría, una vez alcanzado un cierto nivel de ingresos, llegar a la sociedad armoniosa porque dejará de ser un problema de allí la importancia de hacer que esta funcionara de manera más justa y eficaz. Pero, para ello, era necesario combinar la eficacia económica, la libertad política y la justicia social e impulsar reformas profundas de tal suerte que todos los pueblos puedan alcanzar dicho objetivo y pensaba que los hombres de Estado y los “pensadores sociales” deben luchar para que nazca un mundo donde prevalezcan la estabilidad y el progreso.
*Doctor en Ciencias Económicas de l’ Université de París. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS, Buenos Aires 2019. [email protected]