La primera vez que vi esta imagen fue cuando cursaba el segundo año de la carrera de fotoperiodismo y no la entendí. Pienso que las cosas que me generan más fascinación son las que no entiendo, las que me dejan dudando y obsesionada, con la sensación de que son importantes pero sin entender el porqué. En principio, no entendía cómo esos bichos se quedaban en su cabeza sin arañarle la cara o morderle las orejas; cómo sus garras no le lastimaban el cuero cabelludo; cómo podía tener ese gesto tranquilo mientras un enjambre de pequeños reptiles anidaba en su cabeza. Tenía la sensación de estar frente a un ser híbrido, entre mujer y bestia: una medusa latina, un ser mitológico.
Era una imagen espeluznante.
La foto que la artista mexicana Graciela Iturbide le tomó a Sobeida Díaz en el mercado de Juchitán, Oaxaca, hacia finales de los setentas, se titula Nuestra señora de las Iguanas. Posiblemente sin buscarlo, Iturbide convierte a la vendedora de iguanas en una santa popular.
Su imagen va a ser reproducida miles de veces en todo el mundo, en especial en los barrios latinos de Estados Unidos. En México, aparece en murales, afiches, postales; se le hizo una escultura tamaño natural de bronce en la plaza de Juchitán. También cubre un muro de ladrillos en el este de Los Ángeles. Es decir, se volvió viral. Pero ¿qué fue lo que hizo que esta imagen se volviera tan icónica?
Pienso que la potencia de la imagen, y lo que me cautivó la primera vez que la vi, es ese continuum entre lo humano y lo animal, ese espacio liminal y religioso que solo logran habitar los seres mitológicos y los santos populares. Como Sobeida en la foto de Iturbide: parte humana, parte animal, parte santa.
Experimenté la misma sensación de confusión y fascinación cuando escuché por primera vez la frase: “No estoy solo en mi cuerpo”. Fue el modo con el que un joven Chamán Qom, Seferino, le expresaba a la antropóloga Florencia Tola la importancia singular del cuerpo para la existencia de la persona humana. Tardé mucho en entender que, de alguna manera, esa frase se refería a que otros seres nos habitan el cuerpo y que, a su vez, nuestro espíritu está por fuera de él.
Unas semanas después de verla, imprimí la foto y la puse en la biblioteca del living, al lado del Gauchito Gil. Mi abuela tenía en el cajón de su mesita de luz un mazo entero de estampitas de santos, y todos los meses cambiaba el santito que iba a estar en el altar de su cuarto para rezar a la noche. Yo estaba siguiendo el ritual de mi abuela pero con mis propias imágenes de poder. Al tiempo se le sumó la imagen de una cowboy futurista con una metralleta en lugar de pierna, el afiche de la película Planet Terror. Ahora pienso que esa imagen también alude a la mezcla entre lo humano y lo otro, lo humano y la máquina.
Seguiría llenando mi altar de rarezas con las imágenes de quienes habitan las fronteras, de quienes empujan por derrocar al dios con forma y voz humana, para esgrimirse como los nuevos dioses, engendros mestizos, recauchutados con partes de máquinas viejas, cyborgs sintientes, personas no humanas, transformers, lobizones, astronautas, David Bowie, Medusa, Moby Dick, Lionel.
Hoy, a sus 80 años, Graciela Iturbide es una de las fotógrafas más importantes de México y su trabajo Juchitán de las mujeres quizá sea su proyecto más emblemático. Sentada en su sillón de Ciudad de México, en una entrevista a un medio local, dice que Nuestra Señora de las Iguanas ya no le pertenece: “Cobró vida propia, no importa quién la hizo. Ahora quiere viajar sola”.
Cuando la imagen es realmente potente, empieza a trabajar sola y se libera del peso de la autoría, cierra el círculo virtuoso de sentido y se convierte en patrimonio de quien se la apropie. Nuestra habilidad como fotógrafxs debería ser estar en el lugar indicado, el tiempo necesario y con la pericia justa para poder retratar lo importante, lo que nos llena de asombro, intentando no caer en exotismos ni estereotipos, deseando entender. Y cuando tenemos la dicha enorme de conseguirlo, tarea por demás difícil, ser consciente de que nuestras mejores fotos van a ser las que dejen de pertenecernos.
Jose Nicolini es fotógrafa y antropóloga. Colabora en el suplemento Las 12. Recientemente publicó el libro Las que vencen (Metaninfas Editora), seleccionado entre los mejores libros de fotografía de 2022 por la revista Zum del instituto Moreira Salles.