El hombre que dejó la publicidad para dedicarse a la literatura tomó una pastilla de melatonina la noche del miércoles en su casa en Lima. A las cuatro y media de la madrugada del jueves al escritor Gustavo Rodríguez lo despertó el teléfono. Un llamado desde España. La dulce voz de la editora colombiana Pilar Reyes le comunicó que ganó el XXVI Premio Alfaguara de Novela, dotado de 175 mil dólares y una escultura de Martín Chirino, con "Cien cuyes", una tragicomedia sobre uno de los conflictos de nuestro tiempo: el cuidado de las personas mayores y la empatía con ellos. “Me asusté porque pensé que se estaba dando en mi un efecto secundario de la melatonina asociado a alucinaciones acústicas. Luego, cuando se pusieron al teléfono el resto del jurado, me fui dando cuenta de que era verdad, que ya no hacía falta pellizcarme como dice el cliché”, recordó el flamante ganador, quien se mostró preocupado por la gran marcha de miles de ciudadanos peruanos que exigieron la renuncia de la presidente Dina Boluarte. “Ha sido el despertar más bonito que he podido tener de un día que no se augura muy bonito para el resto de mi país. La vida está hecha de contradicciones”, admitió el escritor, el segundo narrador peruano en obtener este premio después de Santiago Roncagliolo (2006).
El jurado presidido por la escritora argentina Claudia Piñeiro y compuesto por el periodista y escritor español Javier Rodríguez Marcos, la editora y traductora argentina Carolina Orloff, el librero de Letras Corsarias, en Salamanca, Rafael Arias García, el escritor español Juan Tallón, y la directora editorial de Alfaguara, Pilar Reyes (con voz pero sin voto) eligió por mayoría Cien cuyes, “una novela tragicómica, situada en la Lima de hoy, que refleja uno de los grandes conflictos de nuestro tiempo: somos sociedades cada vez más hostiles con la gente mayor”. El jurado destacó que la novela del escritor peruano aborda esta paradoja “con destreza y humor” y definió a la obra premiada como “un libro conmovedor cuyos protagonistas cuidan, son cuidados y defienden la dignidad hasta sus últimas consecuencias”. La novela ganadora, que llegará a las librerías argentinas el 1° de abril, fue seleccionada entre 706 manuscritos presentados en esta edición.
En una videoconferencia desde Lima, la ciudad donde nació en 1968, el escritor precisó que la palabra cuy en su país, especialmente en los Andes, es de uso cotidiano. “Este roedor tan simpático que también se conoce como conejillo de Indias o cobayo ha sido durante milenios parte de la dieta diaria de millones de habitantes de este territorio que hoy llamamos Perú; por eso me alegra que el título ayude un poquito a visibilizar una gran cultura del Perú. La división clasista entre Occidente y lo originario es la gran tragedia de mi país, de casi todos los países de Latinoamérica. Espero que la literatura sirva para ir cerrando esa grieta como lo hacen los artistas japoneses con el oro”, comparó el autor de las novelas La furia de Aquiles (2001), La risa de tu madre (2003), La semana tiene siete mujeres (2010), Cocinero en su tinta (2012), República de La Papaya (2016), Te escribí mañana (2016), Madrugada (2018) y Treinta kilómetros a la medianoche (2022).
Rodríguez, quien se ha definido como “una mezcla entre Felisberto Hernández y Netflix”, arriesgó su carrera publicitaria por la literatura. “Durante mucho tiempo yo mismo pensaba que era un publicista que se había dedicado a escribir; con los años me di cuenta de que ha sido al revés: siempre he sido un narrador que encontró en la publicidad una manera de comunicarse con el otro. En un momento aposté a dejar esa carrera para ir por mi verdadera pasión”, explicó el escritor que ha publicado un volumen de relatos Trece mentiras cortas (2006). El narrador peruano aclaró que escribió Cien cuyes para hablar de la muerte con más naturalidad, con más frescura también, y hasta con humor. “El sexo ha tenido demasiado protagonismo al promocionarse como tema tabú; de la muerte se habla incluso menos que del sexo y eso se puede comprobar con la cantidad de eufemismos que usamos cuando alguien muere: ‘pasó a mejor vida’, ‘trascendió’, ‘está en el cielo’. Cuanto menos se habla de algo, más daño se forja al interior de uno al esquivarlo. Tenemos que hablar más de la muerte y de la dignidad al morir en particular”, planteó el ganador del Premio Alfaguara de Novela y reconoció que se encuentra en una etapa en la que está haciendo un balance entre lo que le queda por vivir y lo que ha vivido.
Sin humor no se puede explorar temas como la vejez y la muerte para el escritor peruano. “Estamos en una época de la caducidad adelantada; finalmente convertimos en objetos a las personas, así como a los objetos los ponemos en trasteros, en depósitos, cuando ya no nos sirven. Temo que esto se esté trasladando al ser humano y era parte de los temas que quería tocar con esta novela. Sin humor no se puede entrar; es algo tan desagradable que si no le entramos a través del humor nos genera rechazo”, advirtió Rodríguez.
¿Qué salida ve ante la situación crítica de Perú? “Hay que retroceder doscientos años y más; es muy complicado sobre todo en esta época en que hay una polarización extra política en Estados Unidos, en parte de Europa, en Brasil y en gran parte de Latinoamérica -reflexionó Rodríguez-. No sé qué salida hay, soy un simple escritor, un narrador de historias. Pero me queda claro que la principal salida a largo plazo es considerar al otro y empezar a dialogar con él para tratar de entenderlo. Mientras no se den esos mecanismos en nuestros países la salida va a seguir siendo postergada”.