Desde París
No importa cuál sea la cifra, si la oficial o la de los sindicatos, lo cierto es que los 8 sindicatos franceses que convocaron este 19 de enero a una huelga y a una manifestación contra el aumento de la edad mínima para jubilarse (64 años contra los 62 actuales), consiguieron su propósito más allá de lo esperado. Las más de 200 manifestaciones que se llevaron a cabo en todo el país reunieron, según la policía, a 1,2 millones de personas mientras que el Secretario general de la CGT, Philippe Martínez, habló de “más de dos millones de personas”.
En París, horas antes de la manifestación prevista en la Plaza de la República, ya se veía que iba a ser un día histórico: pacíficamente, cientos de personas caminaban por las calles con banderolas en las manos en dirección de la plaza. Thomas, un empleado de la automotriz Renault con un montón de pegatinas de la CGT en la ropa, decía a PáginaI12: ”hoy no es la marcha sólo contra Macron y su plan injusto para las jubilaciones, sino contra todo un sistema mundial que hace de las clases medias bajas y de los trabajadores un sándwich para su apetito insaciable”.
En París, las cifras de la CGT y la policía también difieren: 400 mil personas según la primera fuente, 80 mil afirma la segunda. En todo caso, la barrera de lo esperado fue ampliamente superada: los 8 sindicatos reunidos en una misma lucha por primera vez en los últimos 12 años querían subir la cifra de 890 mil personas alcanzada en noviembre de 2019 contra otro plan de reforma del sistema de pensiones que el presidente francés, Emmanuel Macron, retiró en 2020 a raíz de la pandemia. Ciudades pequeñas, medianas o grandes, los manifestantes acudieron masivamente a una convocatoria que no será la última. Las huelgas sectoriales que afectaron la educación, los transportes, las refinerías y otros cuantos sectores claves (públicos o privados) conocieron también importantes márgenes de adhesión.
Las centrales sindicales volvieron a citar a la población el próximo 31 de enero para una nueva jornada de huelga y protestas. Con ello se inicia tal vez un largo encontronazo con el jefe del Estado y su Primera Ministra en torno a un proyecto cuyo carácter altamente injusto y penalizador para los sectores más frágiles de la sociedad ha dejado de ser una especulación ideológica. Desde que el pasado 10 de enero la jefa del Ejecutivo, Elisabeth Borne, anunció el proyecto, todos los medios, progresistas, de centro o de derecha, llegaron a la misma conclusión: se trata de una reforma muy negativa para los pobres, las mujeres y para las personas que han tenido carreras incompletas o cortadas y que no pone a contribuir a las clases más protegidas.
Macron seguirá adelante con la reforma
Pese a la solidez de las protestas, Emmanuel Macron dijo desde Barcelona que el gobierno seguiría adelante con la reforma “con respeto, ánimo de dialogo, pero con determinación y responsabilidad”. Según el jefe del Estado, la reforma es “justa y responsable”. En cuanto a la jefe de gobierno, Borne dijo “sigamos debatiendo y convenciendo”.
Algo fundamental cambió entre los últimos días y este jueves 19: nadie sabía, ni el gobierno ni los sindicatos, si la sociedad cumpliría con su misión de confrontar las decisiones del poder en la calle. La respuesta ha sido un sí tanto más rotundo cuanto que, hecho fuera de lo común, no se produjeron incidentes serios al final de las protestas como suele ocurrir en cada manifestación. En las calles, se sentía un orden activo y respetuoso, una determinación muy firme de estar presentes para decirle no a una enésima reforma de las pensiones con, cada vez, las mismas victimas al final de la ley. Si la acción política es comunicación, los sindicatos y la izquierda ganaron la batalla de la opinión pública. La calle está masivamente contra una reforma mal preparada, mal presentada y en total contradicción con las promesas de Macron. El líder de la izquierda radical de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon recalcó que “el gobierno ha perdido una batalla, y es la de no haber podido convencer a la gente”.
En París, se respiraba un fuerte sentimiento de injusticia y la voluntad de protagonizar un gran movimiento social como el que se produjo en 1995 contra las reformas del Primer Ministro Alain Juppé y en 2010 en respuesta a las del jefe de gobierno de Nicolas Sarkozy, François Fillon. ”Me quedo en la calle hasta la jubilación si hace falta, pero esa reforma del papel no pasa”, prometía Barbara, una mujer de 50 años empleada de la compañía de transportes RATP. A su lado, una pareja de colegas, Valentin y Michelle, decían “ya no tenemos mucho que perder. Nos sacaron todo, rompieron los hospitales, los transportes públicos son un asco de sucios, rompieron la seguridad social, el seguro de desempleo y ahora nos quieren hacer trabajar hasta el borde de la tumba. ¡ No !”.
En la Plaza de la República, en un ambiente muy festivo, un grupo de manifestantes bailaba cantando “con Macron ya no tendremos una vida de trabajo sino una muerte trabajando”. Fabien Roussel, el Secretario Nacional del Partido Comunista francés dijo a los medios: ”hoy es la gran unión de todos aquellos y todas aquellas que, en primer lugar, rechazan esta reforma de las pensiones, pero también la de quienes empiezan a estar hartos”. A su vez, el Primer Secretario del Partido Socialista, Olivier Faure, dijo que “con 85% de los franceses que están en contra de este proyecto, si el jefe del Estado tuviese un poco de lógica en sus ideas sometería desde ahora el proyecto a referendo”.
En términos de relaciones de fuerzas con la sociedad, el gobierno perdió este jueves la primera cruzada. El presidente y el Ejecutivo llevan mucho tiempo desmontando el Estado social y tomándole el pelo a ese ingrediente fundamental que es la democracia social. El macronismo ingresa en un terreno lleno de minas en su convicción de reformar contra la población. Todavía apuesta por lo más bajo, es decir, el cansancio social como fórmula para que la gente se desmovilice y se resigne a un nuevo recorte de sus derechos sociales.
En 1995, cuando las protestas contra las reformas del difunto presidente Jacques Chirac presentadas por su Primer Ministro Alain Juppé alcanzaron dos millones de personas, el Ejecutivo las retiró: sólo que esos dos millones se juntaron al cabo de varias semanas de protestas. Los de este jueves convergieron de inmediato y casi no hubo pueblito francés que no viera desfilar a la gente. Está previsto que el texto de ley con la reforma se presente en la Asamblea Nacional el próximo 6 de febrero. De aquí a entonces los sindicatos y la izquierda seguirán recogiendo las semillas que sembraron ayer. La movilización fue historia y la batalla que se esboza lo será igualmente.
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