Domingo a la tardecita, a la sombra de unos árboles; una radio en la playa o en lo que seguimos conviniendo en llamar así, pero es el borde de un lecho seco. El agua corre fuerte y decidida por eso que seguimos llamando río, pero es el fondo del canal. Los camalotes viajan rápido. Me quedo en la zona playita porque temo que la corriente me arrastre como a ellos, en esta parte alejada de los guardavidas cuyo número, según el poeta marplatense (que prefiere estar sentado a la sombra de los árboles), es excesivo.

"Cambiaste un Rolex por un Casio", canta una voz en la radio y el poeta marplatense elogia la rapidez de reflejos en redes sociales de la fábrica de relojes que sale mal parada en la comparación. ("Hay un Casio para todo el mundo, seas king, loba o el mismísimo Pikachu", posteó su community manager). La charla sigue en lo de nuestro anfitrión, poeta rosarino que se instaló en la costa santafesina ("la zona" de Saer, que también es Beatriz Vallejos county), y entre todos durante la cena vamos haciendo una lista de canciones de despecho. Lo que no entendemos es por qué tanto revuelo con la de Shakira, cuando las canciones de despecho son tan viejas como la música popular.

Empezamos por el rock, y por las que no son "de amor" sino que están dedicadas a ex managers, estafadores o ex amigos: "Death on Two Legs", de Queen ("Sos la muerte andando, nunca tuviste corazón"); "Sexy Sadie", de los Beatles, surgida de la decepción ante el gurú Maharishi Maheshi Yogi ("Sexy Sadie, ¿qué hiciste? Te burlaste de todos"). Yo recuerdo esa y "Famous Blue Raincoat", una carta dolida y sarcástica de Leonard Cohen (su autor e intérprete) a su hermano, con quien su mujer lo engañó: "Y gracias / por el problema que quitaste de su vista / yo creí que estaba ahí para siempre / y nunca traté". El poeta marplatense se acuerda de "Volviste muy, muy puta de Gessell", de Zambayonny, cómica parodia ficticia al subgénero que su autor (en un show en video que vi después) presenta como basada en "un caso real" de "una pareja amiga". El estribillo es tierno y serio: "¿Y adónde se nos fue el amor / adónde perdió el avión...?".

Yo me acordé enseguida de "Si te vas", de Memphis la Blusera, de su consejo irónico y herido: "Andá por la sombra y cerrá bien el portón". Tenía en la punta de la lengua (y encontré recién ahora) ese himno al rencor de los Redonditos de Ricota: "Salando las heridas / jodiste a todo Cristo y más / a boluditos de la luna...". Se abre un subgénero dentro del subgénero: la canción de despecho contra el crítico que escrachó a la banda, o al solista. Y que tiene su pináculo trágico en "Peperina", de Charly García, respuesta envenenada a una reseña adversa publicada en Expreso Imaginario por Patricia Perea, una joven crítica cordobesa cuya vida se vio arruinada, según ella, por aquella canción, incrustada en su nombre (P. Perea... Pe-Perina) y por una película que agravó el daño.  

La red social Facebook, nicho de achaques y obituarios, acusa su edad al remitirse a los maestros del despecho: letristas y cantores de tango. Un poeta porteño menciona un tango de 1923, cuya letra por Celedonio Flores alguna vez traté de traducir (¿cómo decir, en inglés, "Los morlacos del otario los tirás a la marchanta"? ¿"Your sugardaddy's bucks you squander"?) "'Mano a mano' me gusta por Gardel", comenta el poeta porteño y se le suman enseguida los cultores de "Rencor" (1961), de y por Julio Sosa, y el poeta apunta: "'Chorra' la podemos sumar a la lista de despechos". Con un letrón y música por Enrique Santos Discépolo, estrenada por Marcos Caplán en 1928, "Chorra" emociona en la voz de Carlos Gardel: "Entre todos me pelaron con la cero / tu silueta fue el anzuelo / donde me fui a ensartar... Lo que más bronca me da / es haber sido tan gil". Alguien aporta la del dúo Pimpinela, "Vete" ("Por eso vete, olvida mi nombre, mi cara, mi casa, y pega la vuelta...") y una poeta reivindica a La Lupe: "Según tu punto de vista / yo soy la mala...".

¿Y quién no bailó cumbia en una noche de locura al ritmo de "Fuiste", de Gilda ("De repente, una mañana, cuando desperté / me dije: Todo es una mentira...") o de "La Cobra" de Jimena Barón ("Soy la cobra que se cobra todo lo que hiciste, bebé")? ¿Y qué rolinga de ley no se sabe la letra de "Under my Thumb" y tantas otras de los Stones? No hay prácticamente banda o solista que no tenga una canción de despecho. O un disco divorcista completo, como Sea Change de Beck o Paredes y puentes de John Lennon.

No quiero olvidar "I Will Survive", de Gloria Gaynor, que explora los aspectos prácticos ("I should have changed that stupid lock / I should have made you leave your key // Tendría que haber cambiado esa estúpida cerradura / tendría que haberte hecho dejar la llave") del retorno indeseado. En el folklore, ese es el tema en "Zamba para olvidar", de Daniel Toro: una canción hermosa, muy triste y muy, muy versionada. La cito de memoria: "No sé para qué volviste / si yo empezaba a olvidar. / Para qué vamos a hablar / de cosas que ya no existen...". La tristeza y el despecho se mezclan en "Idiot Wind", de Bob Dylan.

El despecho tiene sus matices y varía entre la decepción ante el engaño, la amargura del amor que se terminó, la herida narcisista de haber sido "cambiado/a" por otra (que en "Si te vas" cobra una carga extra de profundidad para el varón despechado al ser la rival una mujer; de ahí tal vez el tono estoicamente humorístico del tema), o el sentirse un/a idiota por haber sido estafado/a: objetivamente, como en "Chorra", o en una zona más gris, como en "Sexy Sadie", acaso más una expresión de pérdida de fe que de desamor.

Y al escribir esto comprendo que la pérdida de fe en el amor sala (con l) las heridas. La canción de despecho nace cuando no queda nada del amor, que transformado en odio se vuelca contra el sujeto desencantado ("Lo que más bronca me da / es haber sido tan gil"), incluso cuando lo que se tenía por el destinatario o la destinataria de la canción no era amor romántico sino estima, confianza, expectativas. La estafa puede ser monetaria o sólo sentimental; su ira y su paranoia suelen expresarse en la canción de despecho, a menos que ya hayan decantado en un altivo desdén. Esas y otras canciones universales han ayudado a varias generaciones a sanar (con n) nuestras heridas. ¿Qué jode tanto de la canción de Shakira con Bizarrap? ¿La particularidad intransferible de su anecdotario, ya sabido por el público? ¿Su banalidad autobiográfica? ¿O el que la haga con "otro"...?

La voz poética en esa canción es sólo de ella. La posibilidad de transferencia, condición de la catarsis del oyente, se quiebra. La identificación fracasa. Gardel pudo haber sido rapado con la cero, como yo, pero no soy un Rolex; sólo Shakira lo es. ¿Hemos perdido la dimensión universal del sentimiento, al perder intimidad la vida amatoria? ¿Será eso lo que irrita? ¿La imposibilidad de discernir entre la voz lírica y la persona pública?