Hoy está mucho más claro que hace siete años por qué fue sobre ella el primer ataque. La privación de la libertad de Milagro durante estos años fue la primera señal de la intención de hacer de la Argentina el escenario antagónico al que habíamos conocido en el pasado inmediatamente anterior.
El lunes pasado, cuando se cumplieron siete años desde que Milagro Sala fue detenida, me aparecieron en la búqueda de Google los últimos dos tuits de su cuenta, paralizada desde entonces.
El anteúltimo era del 14 de enero de 2016, desde el acampe frente a la Casa de Gobierno y había un video donde se veían muchos tupaqueros y un cielo nocturno iluminado. “12 de la noche. Con fuegos aritificiales recibimos la nueva etapa de resistencia q continuará siendo pacífica”.
El siguiente, el último, del 16, de haber sido manuscrito estoy segura que tendría una letra temblorosa: “En este momento la policía de Gerardo Morales me está deteniendo. Esto es como una dictadura”.
Milagro captó en esa primera escena de brutalidad desnuda las verdaderas intenciones de quienes habían llegado al gobierno poco más de un mes antes proponiendo la revolución de la alegría y hoy muestran los dientes y bailan en la ilegalidad, la conspiración y los peores bajofondos. Lo supo Milagro antes que nadie.
Aquel verano la ciudad de Buenos Aires era un paño de lágrimas: los empleados de las dependencias estatales se enteraban que estaban despedidos porque habían bloqueado sus claves de ingreso. Había conatos de rabia, llanto, protesta y desolación en las puertas de cada ministerio. En radio Nacional a Jorge Halperín la flamante directora Gerschenson le argumentaba “Pero Jorge, te revisamos el Twitter”, como diciendo no me niegues que sos kirchnerista, y diciendo eso también incluía el embrión de la violencia: concebían una fachada de democracia con proscriptos políticos. Los grandes medios también se encargaron de recargar la palabra kirchnerista en el formato insulto.
Pronto llegarían las protestas por los tarifazos que hicieron cerrar miles de comercios y pymes. Los sectores populares pero sobre todo la clase media, que no sabe “arreglarse”, sufrieron ya el primer año de gobierno un saqueo a sus bolsillos. Y sin embargo, no se conectaban esas medidas antipopulares, antipolíticas y antidemocráticas con Milagro detenida por la protesta social. No se conectaba porque hay mucha gente trabajando para que las personas sean incapaces de cruzar dos coordenadas y entender una lógica. Se pretende de nuestros cerebros que sean planos.
Las demás acusaciones han sido fruto de la compra y la amenaza a testigos, a obscenos puestos públicos para premiar traiciones y un camino judicial bochornoso que terminó con esta Corte Suprema reteniendo dos años de los siete que dura la prisión preventiva de Milagro, para devolver cerrado el expediente y decir que si viene del TSJ jujeño, debe estar ok.
Sobre Milagro, probablemente por haber escrito un libro sobre ella y su organización en 2009, seguí escribiendo desde entonces, en cada oportunidad que se me presentaba, di charlas aquí y en el exterior, pero fui testigo de lo que toda mi vida profesional vi repetirse: cuando los grandes medios apagan la luz sobre un tema, nadie ve nada. Son los dueños de los reflectores. Y son de Morales.
Pero lo importante es comprender que salvar a Milagro de la trampa mortal que le tendió Morales hoy significa salvar muchísimo más. Es volver al principio de esta historia pesadillesca de mafiosos y desarmar, con una herramienta legítima, la primera infamia de esto que se insinúa y avanza y sí es una dictadura en términos de lo que tenemos que ver de una vez.
En el tuit de Macri repudiando sin repudiar el intento de golpe en Brasil, se habló mucho de su comparación con el pedido de juicio político a la Corte. Absurdo, pero una línea más adelante comparaba el intento de golpe de Brasil con la protesta social por la ley de reforma previsional del 2017. Ese es el país que comunica el PRO: uno que considere terroristas a los trabajadores, uno en que Milagro Sala no sea una excepción sino la regla.
El espionaje, las causas armadas contra activistas y sindicalistas, el discurso antisistema de los que son el engranaje mismo del sistema, el odio flagrante que se esparce sobre cualquier liderazgo que proponga acciones colectivas como un control a los acuerdos sobre los que los empresarios estampan sus firmas o ir a plantar bandera a Lago Escondido: todo señala a Jujuy y a un “miren que podemos hacerlo”, sí se puede cosificarlos, enredarlos en una pesadilla, alejarlos de sus familias, meterse con los hijos… ¿no es eso una realidad que jamás podría ser democrática sino un nuevo tipo de autoritarismo que instalan los gobiernos surgidos de los golpes blandos? Dejemos de un vez de hablar de democracia de baja intensidad, porque es regalarles una palabra que los embellece. Son bestialmente autoritarios y la historia nos cuenta que embisten contra la vida.
Hoy hay que liberar a Milagro. Porque literalmente no hay derecho, y porque hay que romper el maleficio.