La vida y la obra de José Carlos Mariátegui parecen competir para que los lectores determinen, cien años después de los hechos, cuál es más fascinante. Una competencia innecesaria, de todos modos, porque vida y obra se retroalimentan en el filósofo, escritor y periodista peruano, dejan marcas recíprocas y, en algunos casos, hasta diluyen sus fronteras. En el reciente libro Aventura y revolución mundial. Escritos alrededor del viaje, publicado por Fondo de Cultura Económica, Mariátegui se muestra como un activista intelectual que bebió de su época y al mismo tiempo la iluminó, dejando huellas que hoy se pueden interpretar con nuevos sentidos.
A través de crónicas de viaje, de retratos de personajes de la política, del arte y la literatura, Mariátegui va dejando su rastro revolucionario al mismo tiempo que una mirada incisiva, inteligente, sobre el mundo que se le presenta. Nada de lo humano parece serle ajeno y esa curiosidad, acompañada de observaciones sorprendentes y muchas veces políticamente incorrectas (para su tiempo y para el nuestro), se transmite con naturalidad al lector, que también quisiera viajar con él en tiempo y espacio.
El autor de Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana podría haber parafraseado a Gramsci, pero con un matiz diferencial. Mariátegui vivia, militaba y escribía con el "optimismo de la razón y de la voluntad", estado de ánimo al que habría que agregarle otro componente esencial: una fe mística en la capacidad transformadora del ser humano. Con su "idealismo materialista" (valga el oximoron), Mariátegui transitó la ebullición ideológica, cultural y artística de su época, particularmente la década del '20 del siglo pasado.
El historiador Martín Bergel (responsable de la selección de textos que integran el libro y de un notable estudio introductorio) propone, tanto en el prólogo como en la entrevista concedida a PáginaI12, una lectura no canónica de Mariátegui, basada en los propios escritos de viaje del autor peruano. Un socialista cosmopolita que conoció muchos países pero también supo "viajar" sin moverse de Lima, desde sus primeros años como periodista, cuando mejoraba los cables de las agencias internacionales, hasta la última etapa de su vida en la que sufrió la amputación de una pierna.
-Hay una corriente de interpretación de la obra de Mariátegui que lo ubica, sin sacarlo del marxismo, en la tradición "nacional-popular". Pero de la lectura de estos textos y de tu curaduría se vislumbra más una especie de "universalismo" o "cosmopolitismo" socialista. ¿Vos creés que hay una dualidad en Mariátegui o tiene que ver con el modo de leerlo y con la época en que se lo lee?
-Creo en efecto que, en la añeja tensión entre nacionalismos y cosmopolitismos, o entre particularismos y universalismos, los textos y la praxis intelectual de Mariátegui pueden abonar ambas posiciones. Los Siete ensayos…, por ejemplo, han sido leidos tradicionalmente como una de las expresiones del ensayo de interpretación nacional en América Latina. Pero en la relectura que propongo de Mariátegui quiero hacer notar el desbalance que pesa en las miradas sobre el peruano, las miradas de los especialistas pero también de cierto sentido común sobre su obra y su lugar en la historia del pensamiento latinoamericano. No solamente el internacionalismo y el cosmopolitismo intelectual (ensamblados en lo que llamo su socialismo cosmopolita) tienen un lugar prominente en sus textos, sino que incluso los Siete ensayos y otros textos suyos “peruanos” no se entienden sin sus conexiones con lo que Mariátegui llama su “escena contemporánea”. Es decir, sus investigaciones sobre el Perú o sobre América Latina (pero también todos sus textos sobre otras realidades particulares, sea Italia, Europa del Este, la India de Gandhi o el Japón), están contenidas y surgen de un imperativo mayor que es el de cartografiar los núcleos de vanguardia y las fuerzas sociales capaces de impulsar un proyecto socialista a escala global. Mis relecturas entonces tienen que ver con reequilibrar las miradas sobre Mariátegui, puesto que nos hemos estado perdiendo uno de los autores que ha leido más creativamente fenómenos de todo el mundo, sea el surrealismo, el psicoanálisis, la nueva literatura rusa, el cine de Chaplin, o los primeros movimientos anticoloniales del Oriente. En ese sentido, los textos de Mariátegui asombran: pareciera que todos los años ´20, todo el mundo de entreguerras, está contenido o aludido en algún momento de su obra.
-¿Ese Mariátegui universalista ilumina mejor la problemática actual, incluyendo la de nuestra región?
-Mi énfasis en el polo universalista tiene que ver con una lectura que se quiere más adecuada a las urgencias de nuestro momento. Una lectura que trata de mostrar como desde América Latina se ha pensado, y aún se piensa, las crisis civilizatorias que nos aquejan (es decir, que América Latina no es solamente “margen” o espacio de reproducción de las lecturas críticas del mundo, sino que puede ser un espacio de creación de esas lecturas críticas universales). Mariátegui muestra eso.
-Parece haber una contradicción en Mariátegui: es famosa su idea de que la izquierda en América Latina no debía ser "calco y copia" del socialismo europeo. Sin embargo, sus inquietudes y sus búsquedas recorren ese territorio e inclusive se escapan de lo doctrinario, como si quisiera absorber todo lo que vive en Europa. Es difícil discernir si se trata solo de una experiencia vital, digamos nietzscheana, o de un modelo de vida con vistas a ser aplicado aquí.
-La cita sobre el “calco y copia” es uno de los lugares comunes que pesan en la lectura sobre Mariátegui. Es quizás su cita más célebre, pero se la usa y abusa descontextualizadamente. Mariátegui tendía a leer creativamente todos los fenómenos. Nunca se limitaba a reproducir juicios. Pero al mismo tiempo, era una verdadera esponja, absorbía estímulos permanentemente y tenía una curiosidad voraz -una curiosidad que había ejercitado desde sus años mozos como periodista y lector de cables internacionales. Y es en su viaje a Europa, entre 1919 y 1923, donde esa curiosidad (o ese apetito vital de resonancias efectivamente nietzscheanas) parece haber estado más activa. Mariátegui dice que en su viaje realiza su “mejor aprendizaje”, y al regresar al Perú viene tan henchido de estímulos que de inmediato quiere hacer una revista (Amauta) y volcar sus experiencias en instancias pedagógicas como sus conferencias en la Universidad Popular.En suma, nunca se trata de “aplicar” sin beneficio de inventario o crítica, pero si de estar permanentemente a bierto a todos los estímulos que recorren la “época”, otra noción clave en la gramática mariateguiana.
-¿De qué modo creés que influye su fascinación por las vanguardias estéticas en su pensamiento estrictamente político-económico, volcado por ejemplo en los "Siete ensayos..."?
-El marxismo de Mariátegui se afirma también en su viaje a Europa, y tiene en la tradición idealista italiana, de Piero Gobetti o de Benedetto Croce, una de sus principales vías de conocimiento. Por tanto, será un marxismo siempre tensionado entre “idealismo” (entendido como el conjunto de fuerzas subjetivas que intervienen y configuran lo real) y materialismo. Esa tensión implícita en lo que en algún lugar llama “idealismo materialista” preocupó mucho a algunos lectores sagaces de sus textos, como el gran historiador José Sazbón. Menciono eso porque, dentro de esa tensión irresuelta, la fascinación por las vanguardias no está disociada de su imperativo materialista -que pueden entenderse por pensar el Perú y el mundo marxistamente, como un terreno de clases sociales en pugna. Esto puede verse, por ejemplo, en el lugar que tiene la poesía de vanguardia en su revista Amauta (una poesía que exalta las luchas obreras y sociales; una poesía que, como escribiría Magda Portal, es portadora de una “estética económica"), o en el lugar central que tiene para Mariátegui el surrealismo, la vanguardia que por excelencia busca conectar nuevas apuestas estéticas con el marxismo.
Aventura y revolución mundial está dividido en cinco partes: "Deseos de fuga (1912-1919)", "Pasaje al mundo (1919-1923)", "Proyecciones cosmopolitas (1923-1930)", "Apología del aventurero" (mismo período) y "Un último deseo: Buenos Aires (1927-1930)". Además de escribir brillantes retratos de personajes de su tiempo (Gorki, Romain Rolland, Isadora Duncan, Charles Chaplin, etc) Mariátegui se luce por igual en terrenos diferentes, desde aguafuertes de la vida cotidiana en Roma hasta ensayos sobre movimientos emancipatorios en Oriente. La suya es una prosa clara, enfática, que transmite opiniones muchas veces polémicas.
Por ejemplo: aunque profundamente antifascista, Mariátegui se siente identificado con el impulso a "vivir peligrosamente" que muestran tanto los partidarios de Benito Mussolini como los revolucionarios comunistas. Reivindica a Cristóbal Colón (su héroe histórico favorito) por su condición de aventurero, y se manifiesta a favor del internacionalismo judío pero en contra de la aspiración sionista de crear un Estado. "Israel no es una raza, una nación, un Estado, un idioma, una cultura; es la superación de todas estas cosas a la vez en algo tan moderno, tan desconocido, que no tiene nombre todavía", escribe.
-Es muy interesante, aunque no siempre "políticamente correcta", su mirada sobre personajes muy oscuros, como Mussolini, por ejemplo, o decididamente polémicos, como el escritor Gabriele D'Annunzio, desde el lugar de los hechos y en el momento en que estaban ocurriendo. ¿Lo ves a Mariategui como "cronista de lo urgente"?
-Me parece adecuada la figura de Mariátegui como “cronista de lo urgente”. Educado en el periodismo, para Mariátegui la atracción vanguardista por lo nuevo y lo emergente no está disociada de la propia noción de “noticia” propia de los cronistas y periodistas. Mariátegui tiene una verdadera pulsión por leer y comprender lo que emerge. Por eso, dicho sea de paso, todas sus metáforas temporales: lo que amanece, el alba, etc., en contraposición al crepúsculo o lo que “tramonta” -un italianismo que usa a menudo. En ese marco, y esta es una lección que creo que desde las izquierdas no hemos aprendido demasiado, Mariátegui se coloca con verdadera curiosidad frente a los fenómenos nuevos. No los reenvía a casilleros establecidos, sino que busca entenderlos, leerlos, interpretarlos, y hasta extraer de ellos elementos de interés, incluso si se trata de fenómenos del campo enemigo. Por eso el genuino interés de Mariátegui por D´Annunzio, el fascismo, o el propio Leopoldo Lugones.
-¿Qué nos puede decir hoy Mariátegui?
-En este momento de crisis civilizatoria, de pandemias, cambio climático, guerras emergentes y crisis económica y política, me parece importante recuperar el gesto de Mariátegui de pensar desde América Latina al mundo y sus líneas de conflicto. Creo que el ambientalismo latinoamericano, o el feminismo latinoamericano, tiene en algunas de sus expresiones vocación de pensar al mundo en sus líneas de crisis. Una relectura de Mariátegui muestra que hay una tradición de pensamiento de las crisis, de sus fenómenos emergentes, y de los sujetos llamados a enfrentarla.