Con un mes de ser campeones del mundo encima, está claro que como argentinos la victoria no nos basta; desbordar las calles de alegría y llevar nuestro orgullo a los picos más altos tampoco. Hay una necesidad por concatenar factores y encontrar explicaciones al fenómeno de ser campeones del mundo: ¿estaba escrita la victoria más allá de los destinos posibles?
Buscando respuesta a esta interrogante surgió una creencia fenomenal: Paulo Dybala es el hijo de Lionel Scaloni proveniente de una línea temporal alternativa, y viajó a su pasado, nuestro presente (cual Cable de los X-Men), para guiar a la selección a la victoria y evitar una catástrofe a nivel nacional. Esta es la improbable historia de cómo y por qué conquistamos la gloria máxima en Qatar.
► Parte I: El país de la furia
Corre el año 2032 y lo poco que queda de la Nación y el Estado argentinos tambalea frente a un horizonte que eclipsa toda esperanza. Con epicentro en Capital Federal e inmediatas ramificaciones en todos los extremos del país, la inestabilidad social, administrativa y moral desatada por la derrota de la Selección Argentina en Qatar 2022 transmuta en disturbios, tomas, conflictos armados y caudillismos que no tardan en trazar nuevas fronteras con sangre y plomo.
En paisajes demacrados, los escombros enmarcan la tumba de la esperanza y el progreso argentinos. Herida y ruinosa, la tierra sangra a través de aquellos que sobreviven, no por voluntad sino por miedo a lo que se encuentra más allá. Sin embargo, entre tanta podredumbre todavía hay quienes respiran con fe en días mejores; y gracias a sus esfuerzos clandestinos el pueblo logra asestar un último golpe contra la tempestad. La esperanza yace en el joven Ian Scaloni, hijo del legendario director técnico de la Selección Argentina Lionel Scaloni.
El objetivo es simple: infiltrar la línea temporal con una identidad alternativa y guiar a la selección hacia la consagración máxima. Sí, ganar la Copa en el Mundial de Qatar 2022.
► Parte II: Jugando contra lo que podría ser
Luego de probar y desacreditar varias teorías acerca de la percepción científica y ficcional sobre líneas temporales, Ian Scaloni llega a la Argentina de los 2000 y asume la identidad de Paulo Dybala en Laguna Larga, Córdoba. Dónde gracias a su talento se destaca en la Primera B Nacional y logra coronarse como el mejor jugador de Instituto de Córdoba, pegando en poco tiempo el salto al fútbol europeo.
Manteniéndose firme en su misión contra viento y marea, vive desde afuera la derrota de la Selección frente a Alemania en la final de Brasil 2014 y esa Copa América que se nos escapó frente a Chile en 2016. Pero la paciencia rinde sus frutos y un día recibe la confirmación de que, aún después de años de espera, el plan sigue en curso.
La convocatoria para ser parte del nuevo seleccionado nacional por fin pone en marcha estratagemas plantadas con décadas de anticipación. Y luego de probarse bajo fuego en la Finalíssima frente a Italia, nuestro vengador del futuro pisa su primer Mundial. La campaña del Seleccionado es ardua y sufrida. El traspié inicial con el 2 a 1 frente a Arabia Saudita hace tambalear hasta a los más fieles. Pero Paulo reconoce una señal de cambio: en su línea temporal, Messi se rompió en el primer partido y complicó fuertemente la moral del equipo. El fracaso en fase de grupos fue irreparable.
Que Messi terminara el partido marca, entonces, que el plan rinde sus frutos. Y todo parece indicar que Lionel Scaloni confía instintivamente en él, como si la inercia del destino lo hiciera gravitar hacia sus opiniones. La conexión padre/hijo pareciera arrastrarse a través del tiempo y el espacio, permitiendo la ejecución de la gran maniobra. Los siguientes partidos son tensos pero suceden sin sorpresas. Nuestro agente descubre que, por más que la historia se reescriba frente a él y sus recuerdos se reordenen para permitirle anticipar los resultados, pocas cosas son más vertiginosas que vivir un Mundial.
Las quejas y las dudas abundan en la prensa y en los hinchas: ¿por qué Scaloni no pone a Dybala? Y he ahí el pacto tácito entre DT y viajero en el tiempo. El testigo de nuestra historia todavía no se ve jugando, y mantiene su juramento de proteger pasado y futuro desde el lugar que le toca, contemplando (y anticipando) desde el banco cómo la trayectoria del balón determina el destino de un país.
► Parte III: Vae Victis
Los penales contra Países Bajos hacen peligrar las memorias futuras del agente del destino. Parece que fuerzas adversas juegan también en el terreno de aquello que podría ser, y distorsionan el futuro casi restaurado. Por suerte existen héroes que intervienen como santos. y en este caso es Emiliano "Dibu" Martínez quien reencauza los hechos con dos atajadas que vibran a través de la historia.
El debut de Ian/Paulo en Qatar por fin llega en el avance férreo sobre Croacia, y se da tal cual lo recordaba: un 3 a 0 implacable y contundente que certifica la candidatura a campeón del mundo de Argentina. El agente queda a solo un paso de cancelar el Apocalipsis.
La mano negra que acecha el destino de Argentina se hace presente nuevamente en la final contra Francia, cuando a pocos minutos de terminar el segundo tiempo el marcador reinicia el partido con un agónico 2 a 2. ¿Cuántos destinos y esperanzas se yerguen y derrumban alrededor del Mundial? ¿Quienes son los que operan y qué intereses tienen? Preguntas que el agente no llega a plantearse mientras busca el camino correcto entre memorias de futuros posibles que lo lleven hacia la victoria.
El 3 a 2 llega pegado a la amarga sensación del nuevo empate que le concede un hattrick a Mbappé; pero estos sucesos también permiten encontrar el instante en el que el agente deja de ser testigo y se convierte en protagonista. Justo cuando parece que la saga encuentra su final basta una mirada cómplice entre entrenador y jugador para entender que llegó el momento: la gambeta temporal por fin conecta con su trayectoria y en el primer minuto del alargue del segundo complemento, Paulo Dybala pisa el césped del Estadio Lusail.
La adrenalina de estar a minutos de la gloria es todo el combustible que nuestro protagonista necesita. El torrente de nuevas memorias electrifica su sinapsis y, a través de recuerdos cataclísmicos de derrota, logra encontrar el punto exacto para terminar con una peligrosa maniobra de Mbappé dentro del área argentina que amenaza con convertir el temido futuro en una realidad aplastante. Ahora sólo queda recorrer el último recuerdo incierto… los duelos a once pasos.
Los penales se sienten como un fusilamiento al final de una larga estadía en el corredor de la muerte, pero el instinto y el entrenamiento lo trajeron hasta acá para escribir la historia como tiene que ser. La posteridad se ejecuta tal cual se la percibe, y Montiel sella el triunfo definitivo de la Scaloneta.
Para nuestro protagonista no queda más que esperar alcanzar el futuro que supo prevenir, ya que sus lazos ahora lo atan al presente. Recordado como héroe en un tiempo que no existe, e ídolo en el futuro que ayudó a reescribir.
Como bien aprendieron los romanos hace siglos, la justicia es de los vencedores. Y no hay historia más justa o verdad más absoluta que aquella que nos permite creer.