Si quisiera poner a alguien en aprietos le preguntaría si cree que los brazucas que quisieron voltear a Lula son “pueblo”. Si dice no, pasaríamos a hablar de Shakira y Piqué. Pero si dice sí, entonces podríamos agregar que el “pueblo salió a la calle” vale como metáfora. Hasta es probable que cantaran “el pueblo unido / jamás será vencido”.
¿Qué pasó? Uf… el que entiende esto entiende casi todo lo que pasa y pasará en los próximos años. Resulta que el hombre nuevo llegó. Pero no era el que se anunciaba desde los procesos revolucionarios. El hombre nuevo que llegó es elemental, torpe, que le gusta que le mientan y que es medio pavote, para ser elegante.
Pero es también “pueblo”. Si no lo aceptamos nos estaríamos mintiendo y seríamos más pavotes que ellos. Es pueblo porque es mayoritario. Y no son ricos ni garcas. Son laburantes, comerciantes, gente como uno que podrían ser primos, hermanos. Y, en términos generales, piden lo mismo que nosotros: vivir bien o mejor.
El hombre nuevo nos salió torcido, tira de sisa, saluda a lo nazi entre gritos de odio y no cree en la democracia. Una porquería, vea. No hay otra explicación. Vea a esos que tomaron el congreso yanqui, esa “white trush”, la basura blanca que uno ve en las películas, gente que vive en casas rodantes o en sus autos. Es decir pueblo, como uno.
Qué lío, ¿no? Nuestros hermanos eructan en la mesa y nos hacen pasar vergüenza, pero siguen siendo hermanos. Y yo creo (y puedo estar equivocado) que ni siquiera son de derecha. Son más bien corderitos, ratitas que siguen al flautista o giles que le creen a la tele y que ni deben entender (y menos les debe interesar) la diferencia entre fascismo, izquierda, etc. Para ellos, esas palabras son ruidos que no los dejan ser tontos en paz. Como mucho son “anti”. Antiperonistas, antiprogresistas, etc.
Están ahí fustigados por un poder invisible. Aun así, son pueblo. Y quizá en alguna ocasión hayamos votado lo mismo. ¿Qué cambió? Como si necesitaran demostrarnos que ahora estamos en veredas diferentes, entraron al congreso brasileño y rompieron obras de arte. ¿Así que vos sos progre y te hacés el culto?, entonces tomá, y le dieron un martillazo a un jarrón chino caro e irremplazable.
El Che erró y acertó a la vez cuando dijo que “…podemos ver al hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está acabada; no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas”. Pero cuando esas formas llegaron, no eran las previstas, las del reparto de las riquezas. Eran las formas del enemigo, que tenía un poder de fuego nunca visto. Llámele neoliberalismo o como quiera. El nombre no importa.
La pregunta es: ¿por qué esos obreros, profesionales y pequeños comerciantes no se sumaron a nuestras causas populares si nosotros no hacemos otra cosa que hablarles a ellos desde hace décadas? Quizá no lo conmovieron las “batallas culturales” a las que los quisimos sumar. O quizá lo conmovió más sumarse a un proyecto liderado por gente que todo lo que hace es acumular dinero y poder. Ya se sabe que el poder es sexi. Esto se comprueba con facilidad, acá, en Brasil, en EEUU y en el infinito y más allá.
Y allá va este “pueblo” pidiendo la cabeza de un presidente elegido legalmente. El pueblo (o la mitad del pueblo) se rebeló contra nuestros dogmas, bibliotecas y canciones. En plan de encontrarle diferencias, lo más evidente es que odian con facilidad. Y quizá odian porque tienen miedo al extranjero, al raro, al diferente. Miedo a perder sus ínfimos derechos, que son exactamente iguales a los nuestros.
De ahí en más, no hay mucho que evaluar. Cayó la taba y ellos quedaron del otro lado. Así de simple. Esto que está sucediendo es una tragedia de derivaciones imposibles de medir en el futuro inmediato. Pero será una tragedia más grande, eso seguro. Hablo de países gobernados por un fascismo puro y duro, tanto que los delirios de un Bolsonaro nos parecerán chistes. Hablo de golpes militares, incluso.
Ese hombre nuevo que esperábamos ya no llegará. Deberemos pensar en otras estrategias. No los mismos libros y las mismas canciones. Eso no resultó y no veo por qué resultaría a partir de ahora. Por si no queda claro, lo que digo es que a ese pueblo no le estamos hablando en el idioma que ellos entienden y de las cosas que les interesan. Y, pueblo que no se suma a nuestra causa, se suma a la de ellos.
Dije que la cosa no hará más que empeorar. Para revertir esto harían falta veinte años de trabajo serio, inteligente y global, además de mucho poder. Ahora, como los procesos son cada vez más veloces, capaz que dentro de un año esta gente está defendiendo lo mismo que nosotros. ¿Se lo creyeron? Ja… Sería una suerte que la cosa no empeore aún más rápido. No sería poca cosa viendo como viene la mano.