"Estos pibes siempre fueron así, siempre hicieron lo mismo acá", dice la señora que, como otras personas, pide que su nombre no aparezca en una nota. "Todos sabemos que estos pibes fueron los que mandaron al hospital a un chico a la salida del club. Y que la familia se tuvo que ir porque la amenazaron. Y eso fue antes de todo esto. Y nadie decía nada. Porque se creen los dueños de Zarate. Hay muchos más pibes así en este pueblo y nadie dice nada, ¿sabés por qué? Porque tienen miedo."
Mientras en Dolores avanza el juicio por el asesinato de Fernando Báez Sosa, con los abogados querellantes argumentando en favor de la pena perpetua y la defensa de los rugbiers buscando elementos para que el tribunal considere la muerte como un homicidio en riña, o sea un delito con pena de seis años, en Zárate el ambiente es más opaco. Hay palabras a media voz y muchas veces miedo,
Esos grises se notaron incluso el miércoles, cuando cuatrocientos personas marcharon para pedir justicia por el chico asesinado hace tres años en la puerte del boliche Le Brique de Villa Gesell. Reclamaron perpetua, pena que correspondería si se prueba finalmente el homicidio cometido con premeditación y alevosía, y hasta lo sintetizaron en un cartel. "Justicia es perpetua", decía el texto en la concentración de los vecinos frente a la intendencia. Una concentración en la que --otra característica más del clima que reina en Zárate-- hasta asombró por el número a varios de sus participantes. Esperaban menos.
Los imputados son conocidos. Ninguno tiene más de 25 años. Sus nombres se repiten desde hace tres años. Desde el 18 de enero de 2020. Son Máximo Thomsen, Ciro, Lucas y Luciano Pertossi, Enzo Comelli, Blas Cinalli y Ayrton Viollaz.
Los hechos generaron un impacto permanente, a veces de manera abierta y a veces susurrado. Ya hubo dos marchas. En el primer aniversario, en 2021, y en el segundo, en enero de 2022. Y en cada reacción afloraron conflictos.
Hay una frase que este medio recogió de otra de las señoras que pidió no ser citada: "Esto mancha la ciudad, y por eso hay que defenderla".
Lo sintomático es que tampoco quisieron dar sus nombres las mujeres, porque la mayoría eran mujeres, que fueron a la marcha del miércoles y claramente sostienen una posición contraria a la supuesta necesidad de defender Zárate contra un presunto ataque externo. Son las que en la concentracion frente a la intendencia se juntaron muy cerca de las dos banderas a media asta. Una, de ojos claros, sostenía una cartulina enrollada, que después se desplegaría con el pedido de justicia. Otras, a su lado, la rodeaban sin cartel en la mano. No solo no quisieron dar sus nombres. Demoraron en aclarar que fueron ellas las que organizaron la marcha.
Tras el pico más dramático en términos públicos que representó la concentración, las posturas pueden recogerse conversando en cualquier esquina. Cuando alguien se presta a contestar preguntas, claro.
"Soy de Zárate y Zárate pide justicia por Fernando", fue una de las frases que resume una postura.
"Soy de Zarate y tengo que defender mi pueblo", dijo, del otro lado, otra de las personas que accedieron a ser consultadas solo a cambio de la promesa de que no fuera revelara su identidad.
"Hay que dar la cara, y yo la doy porque también tengo un hijo", puede escucharse. Poco a poco, el código de Zárate va mostrando las claves para que alguien de afuera pueda descifrarlo. Cuando se escucha "hijo", en singular, la referencia directa es la sensibilidad hacia la muerte de Fernando Báez Sosa y el pedido de justicia por su asesinato en banda.
Pregunar supone despertar tensión. De un lado se recogen miradas desafiantes y rostros serios y llorosos. Y la persistencia de la búsqueda del anonimato quizás se explique en uno de los testimoniso recogidos: "Esto podría haber pasado acá". Más aún: "Si no pasaba allá iban a seguir matando acá". Expresiones de dos hombres que dialogan frente a Buenos Aires/12 en la puerta de un bar.
"Yo creo que la sociedad no sabía, la gente común no sabía" aclara una madre. "Ellos si, los que cubren. Pero la ciudad no cambió, todo sigue igual, ni a pesar de esto. Ellos con ellos y nosotros entre nosotros."
"Yo hace 47 años que vivo acá", afirma un señor de camisa. "Soy un laburante que solo quiere que a sus hijos nunca les falte nada. Y lo único que quiero es que paguen los que tengan que pagar. Acá la plata puede todo. Pero si la Justicia es justa, tienen que pagar. Fijate que los que el miércoles fuimos a la marcha y los que decimos esto somos todos laburantes. Y ellos, ¿donde están? Refugiados."
El "ellos y nosotros" se repite. El bando del "nosotros" reclama ante una injusticia que se apoyaría en la diferencia de clase, o de status social. "Ellos" son un grupo de chetos que están siendo protegidos por poderosos. Varios van más allá y los llaman, incluso, "hijos del poder". Esa queja a veces va más allá: "Muchos no pagamos los impuestos porque esos impuestos son lo que están pagando el juicio", afirmó una persona que tampoco quiso dar su identidad.
Un apellido se repite en Zárate: Pertossi.
"¿Viste qué tranquilo que está todo por acá? Es porque no están los Pertossi", bromea un chico joven.
Algunos afirman que no sabían lo que pasaba en las noches de Zárate hasta que ocurrió el asesinato en una noche de Villa Gesell, pero sí que empezaron a recorrer historias a partir de eso. Peleas en la calle. Un perro arrastrado ex profeso con una moto. Una chica golpeada. Un chico trompeado y pateado hasta quedar parapléjico.
Valeria era del barrio San Jacinto, como los Pertossi. Cuenta que sus padres le ordenaban que ni siquiera se cruzase con ellos, porque afirmaban que eran peligrosos.
Catalina Galena (75) es jubilada y abuela. Se crió en Zarate y dice: "Mirá que acá han pasado muchas cosas, pero esto es algo de mucha maldad. Injusticia acá hubo siempre. Varios casos quedaron sin justicia, como el de Cantero. Pero nosotros tenemos que mostrar que seguimos creyendo en la Justicia, o mejor dicho que este país tiene que seguir creyendo en la justicia. Porque acá no hay".
En la marcha las distintas actitudes eran notorias. Una señora concentrada frente a la intendencia llegó a gritarles a tres chicos que espiaban desde la puerta de su casa: "¡Vamos chicos que son jóvenes!". Y a los mayores, otra exhortación: "¡Vamos gente que todos somos abuelos!". No hubo caso. No fueron todos. Algunos siguieron mirando de lejos. O escuchando, también a distancia, las consignas. "No tenemos miedo." O "asesinos". O "justicia".
Otra imagen de la marcha: "En la esquina están los amigos de los delincuentes, sacando fotos a todos los que estuvimos acá. Zarate está todo amenazado. Amenaza tras amenaza recibimos. Por eso la gente no quiere estar acá, y los que están, tienen miedo",
"Ni siquiera un homicidio cambia la ciudad", afirma una señora con un pañuelo en la cabeza.