“Las historias sobre personajes que desagradables son cruciales”, asegura el crítico Drew McWeeny en el docuensayo Voir (Netflix). En dicho episodio (“Pero él no me cae bien”) se analizan los modus operandi en relación al antihéroe y/o villano carismático en el cine y la TV. La cuestión de la simpatía por el lado oscuro se ha hecho un festín con la leyenda de William H. Bonney. Figurita intercambiable del mazo del Wild West junto a Jesse James, Butch Cassidy, entre otros, que cuenta con más de quince producciones audiovisuales en su honor. El forajido de cara angelical, el asesino implacable, el Robin Hood del Farwest, retorna con nuevas facetas en Billy, The Kid, cuyos ocho episodios ya están disponibles en Paramount+.
En la primera escena, el protagonista (Tom Blyth) busca a un cazarecompensas en una taberna mugrosa de Texas. Como se supone, el asunto terminará zanjado con violencia. Es el único momento prototípicamente western que entrega el primer episodio, aunque sirve para presentar a un intérprete que luce estoico y extravagante para el mundo del oeste. “Dicen que viste raro”, “tiene varios nombres”, llega a decir su contrincante antes de tomar su revólver. En los dos primeros capítulos, sin embargo, la propuesta le da bastante lugar a su infancia en el seno de una familia de inmigrantes irlandeses que deja Nueva York por “la tierra de las oportunidades” en Kansas. El viaje en carretas será malo y el destino aún peor para el pequeño Billy. Un viejo tuerto le dará una enseñanza precisa sobre cómo defenderse con una pistola: “Nunca le apuntes a nadie, a menos que quieras usarla”. Y vaya si Billy le hará caso. Sin prisa, y con mucho drama, se dará lugar a sus tempranos días como vaquero, su conversión como pistolero robando ganado y, a posteriori, jugando un rol en la Guerra del Condado de Lincoln. A la sazón, el argumento desempolva el rol del Anillo de Santa Fe, un grupo de abogados que obtenía tierras a los tiros.
El showrunner de la entrega es Michael Hirst, responsable de otras producciones de corte histórico como Los Borgia, Los Tudor y, más recientemente, Vikings. En sus palabras, esta miniserie busca discutir con la audiencia sobre las suposiciones generalizada sobre este personaje mítico de la cultura estadounidense. “Vos creés que lo conoces porque escuchaste su nombre. Creés que es un tipo un poco rudo, un pistolero y un asesino. Pero todo lo que voy a decirte es exactamente lo contrario”, planteó Hirst.
Conocido por la épica y drama que despliegan sus realizaciones, en esta ocasión se inclinó, según sus palabras, por un “pre western” más íntimo y lírico que explora las ambigüedades de su personaje principal. Además de las balaceras, también se expone su costado como músico o que se identificaba más con los mexicanos que con los estadounidenses. Sin desentenderse del todo de ciertos clisés narrativos, el relato desanda el tópico de un hijo de inmigrantes que mascó bronca, maltrato y desidia. “Cada episodio está lleno de incidentes, pero no se apresura. Tiene un ritmo hermoso que te va llevando. Estoy más orgulloso de este programa que de cualquier otra cosa que haya hecho”, planteó el realizador.
Del Bonney real apenas se conoce una litografía, y Hirst debe haber pasado horas analizando el garbo extraño y mirada perdida de su interpretado. El joven del título, en definitiva, es presentado como alguien que hace un camino del héroe errático, aunque sus decisiones siempre estén justificadas. Y aún quedan un par de balas en la recámara. Billy, The Kid, no llega a cubrir su cruce con Pat Garrett y su enigmática muerte. El envío está a la espera de su continuación para una segunda parte.