Raúl Prebisch fue tal vez el pensador económico latinoamericano más influyente en la historia de la región. Junto con Furtado, Pinto, Sunkel entre otros, fue parte de la época más fértil del pensamiento económico latinoamericano, creado desde el sur para el sur. No ha existido otro momento en la historia latinoamericana como aquel del estructuralismo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) vivido durante la década de los ‘50 y ‘60, en el cual se pensó que se podía disputar en el plano teórico las ideas que venían desde las potencias económicas del norte.
Casi 60 años después la región esta huérfana de un pensamiento económico propio; no por el hecho de que no existan intelectuales que piensen desde otro paradigma, pero sí en el sentido de que no tenemos una nueva escuela de pensamiento que pueda cautivar a una generación de jóvenes economistas como lo hizo el estructuralismo. Somos huérfanos de un momento histórico como aquel inaugurado por los economistas de las Cepal. Heredamos las ideas pero no supimos mantener viva una corriente de pensamiento. ¿Qué sucedió? De hecho, el neoliberalismo no dejó nada a su paso, se impuso como un tifón por América latina. Tanto es así que incluso el keynesianismo fue borrado casi desde la raíz. El pensamiento liberal ha calado tan hondo que hoy, en las escuelas de economía, el keynesianismo se resume en aprender el modelo IS-LM, una síntesis neoclásica de las ideas malinterpretadas de Keynes. Como dijo Joan Robinson, un keynesianismo bastardo. El estructuralismo no es más que un apéndice de la historia del pensamiento económico dentro de la enseñanza en las universidades de la región.
Sin embargo, la orfandad en la que estamos sumidos no pasa sólo por una cuestión de hegemonía del pensamiento neoliberal. La realidad es que no tenemos un timonel, no tenemos aparentemente un Stiglitz o un Krugman latinoamericano que pueda disputar con autoridad al pensamiento dominante desde un plano académico. No tenemos un heredero de Raúl Prebisch.
De hecho, no lo teníamos hasta el 24 de mayo de 2017. Hoy, creo, hay un candidato a liderar un nuevo proceso de pensamiento latinoamericano: Rafael Correa. Sí, él, un economista heterodoxo en toda regla: educado en los centros de pensamiento de occidente y a la vez capaz de vivir como voluntario por un año en los lugares más excluidos de Latinoamérica. Sí, él entendió que el capitalismo en América latina es diferente al enseñado en el norte y que con convicción y capacidad se pueden llevar a cabo cambios profundos en la estructura económica. Ha sabido ir a contracorriente y ha problematizado el papel de la riqueza heredada como un problema endémico del capitalismo colonial de Ecuador y la región. Transformó las instituciones, recuperó los ingresos y redistribuyó las oportunidades de la mano del Estado. En definitiva, alteró el equilibrio de fuerzas en el mercado, dotando de oportunidades reales a grupos que hasta 2006 veían al desarrollo desde el gallinero.
Rafael Correa no sólo lideró un proceso político histórico desde una agenda keynesiana de izquierda, también supo posicionar ideas a nivel planetario: La iniciativa Yasuní ITT, el impuesto al Barril de petróleo Daly-Correa y la lucha contra los paraísos fiscales. Además, entiende el rol económico de la integración y ha luchado por una soberanía económica regional: la creación del Banco del Sur, del Fondo del Sur y el Sistema Unitario de Compensación Regional de Pagos SUCRE. Rafael Correa y su denuncia de la deuda odiosa e ilegítima marcaron un hito mundial para poner freno al poder financiero internacional (no fue el primero en catalogar a la deuda como odiosa, Estados Unidos ya lo había hecho en dos ocasiones anteriores). En el plano político, supo demostrar que la soberanía no estaba en negociación, sacando en 2009 todas las bases militares extranjeras del territorio ecuatoriano y en 2012 concediendo asilo político a Julian Assange.
En definitiva, va a ser muy difícil encontrar un doctor en economía que entiende las entrañas teóricas del capitalismo y al mismo tiempo comprenda los poderes fácticos de los procesos políticos latinoamericanos. Con ese antecedente, no creo que exista mejor candidato a liderar una nueva corriente latinoamericana de pensamiento económico. ¿Qué falta para que ocurra? Dar el primer paso: que alguien lo proponga.
* Investigador Celag.