El contrabando de productos electrónicos, textiles y calzados del sudeste asiático vía Chile, suele conformar parte del paquete de turismo de frontera. La anécdota de un argentino que se quiso hacer pasar por loco cuando lo pescaron con las valijas llenas de productos no declarados, disparo un alucinante editorial de La Nación. Según el editorialista, al contrabandista lo pescaron “esquivando el costo argentino” que genera precios “mucho más elevados” provocando nuestro fracaso “en un mundo competitivo”. Por eso propone un “programa de ajuste” que denomina “esfuerzo colectivo de recuperación patriótica” para “alinear los esfuerzos con los resultados, el mérito con la retribución, la capacidad con el reconocimiento, la competitividad con el éxito”.
Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches transitan por el editorial conformando el costo argentino a ajustar, las “distorsiones del costo laboral (no salarial)”, “extravíos regulatorios”, “gigantesco gasto estatal”, “colectivos baratos”, “trenes sin boleto”, “educación pública”, “salud sin copagos”, “universidad sin aranceles”, “reclamos docentes”, “becarios”, “cinéfilos”, “conquistas gremiales”, “obras sociales”, “industria del juicio”, “alícuotas de las ART”, “transporte por camión”, “$3000 millones para Aerolíneas Argentinas”, “cajas sindicales”, “superpoblación de empleados en provincias y municipios”, “subsidio a las petroleras”, “1500 empleados del tren deficitario a Mar del Plata”, “3 millones de jubilados sin aportes”, “pensiones por invalidez truchadas”, “20 millones de personas que reciben planes sociales”.
La definición por extensión del “costo argentino” tiene la virtud de mostrar la amplitud de factores que para parte del establishment son un obstáculo para la competitividad. Reduciendo los calificativos, conforman esa lista: la planta de empleados estatales, los subsidios al transporte y al cine nacional, la educación pública, salud pública y sindical, la seguridad social, derechos laborales, el transporte por camión con su chofer y combustible. Acercando una definición por comprensión, los costos a ajustar se concentran en el Estado, el trabajo sindicalizado y el transporte de carga en base a hidrocarburos. Tres pilares en el proceso de industrialización del siglo pasado que son vistos como un obstáculo para la recreación de una Argentina primario exportadora en pleno siglo XXI.
Por contraste, no figuran entre los costos a ajustar, las elevadas rentas que cobran los propietarios urbanos y rurales, encareciendo los costos comerciales, de vivienda y de producción que acentúa la habitual tensión entre competitividad y equidad de la economía. Tampoco los elevados intereses sobre deudas que presionan sobre el presupuesto del Estado, la tarjeta del consumidor y el balance de las empresas. Ese costo “anti-argentino” que configura los ingresos de la clase rentista es esquivado por el editorialista del diario de los Mitre.
@AndresAsiain