La jornada que marcó el inicio de una nueva etapa en las relaciones entre Argentina y Brasil, terminó con música. Todo un augurio. En el atardecer del día en el que el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y su par Alberto Fernández suscribieron una declaración conjunta sobre -entre otras cosas- la necesidad la integración latinoamericana, después de que durante la jornada se firmaran acuerdos de cooperación mutua en temas de salud, ciencia, integración económica y financiera las canciones aparecieron como declaraciones de cercanía, sigilo y presagio de un destino en común.
El lunes por la noche, en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner, León Gieco, Teresa Parodi, Rodolfo Mederos, Ligia Piro, Sandra Mihanovich, Nahuel Pennisi, Nacha Guevara, Juan Carlos Baglietto y Flor Bobadilla, junto a la notable cantante brasileña Teresa Cristina, hicieron propias algunas de las voces más arraigadas del cancionero latinoamericano, desde Violeta Parra hasta el mismo Gieco, pasando por Silvio Rodríguez, Chico Buarque, Homero Manzi y Cartola, por nombrar algunos. Canción a canción trazaron un mapa afectuoso y colorido de las alegrías, los dolores y las esperanzas de un continente. Fue además el preámbulo de la séptima edición de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que desde el martes tendrá lugar en Buenos Aires, con la participación de representantes de los 33 países de América Latina y el Caribe.
Cerca de las 20, los mandatarios, sus comitivas y algunos coleros entraron al gran Centro Cultural por las escalinatas de calle Sarmiento, el ingreso Juana Azurduy, donde está la estatua de Néstor Kirchner. Poco después, un estruendoso aplauso los recibió cuando entraron al Auditorio Nacional. “Olé, olé, olé, olé… Luuula, Luuula”, cantaba la platea toda.
Mientras la mezcla de entusiasmo por lo que está por venir y fatiga por lo trajinado durante el día cargaba de expectativa el aire de la sala repleta, Flor Bobadilla fue la encargada de abrir el encuentro. Bajo las severas banderas de cada país que custodiaban el fondo del escenario, la cantante, compositora y pianista misionera abordó en una versión bilingüe “Un nuevo tiempo”, de Ivan Lins y Vitor Martins. Fue el primer abrazo del concierto fraterno. Una banda dirigida por Lito Vitale, de la que formaron parte Martín González en batería, Juan Pablo Rufino en bajo, Emiliano Álvarez en clarinete, Paula Pomeraniec en violoncello, Irene Cadario en violín, Víctor Carrión en flauta, Ernesto Snajer en guitarra y Facundo Guevara en percusión, se las fue arreglando bien para secundar a cada cantante.
Nahuel Pennisi, con “Sueño con serpientes”, de Silvio Rodríguez, y Sandra Mihanovich con “María María”, de Milton Nascimento y Fernando Brant, pusieron la emoción a punto con sus personales estilos, antes de que Nacha Guevara estremeciera con su versión de “Te quiero”, el tema de Alberto Favero sobre el poema de Mario Benedetti. La erudición tanguera que Rodolfo Mederos puso sobre “Sur” -con el sutil acompañamiento de Vitale el piano y ecos de “O que será”-, y la energía inagotable de Juan Carlos Baglietto para llenar de motivos un tema como “Preludio para el año 3001”, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, redondearon un final mirando al Sur para la primera parte.
El momento central del programa, justamente, fue para la invitada: Teresa Cristina, una de las voces que por color y consistencia logran prolongar la riquísima tradición brasileña del samba y sus satélites. La cantante carioca, que hace unos años fue presentada al público porteño por Caetano Veloso en un show en el Teatro Gran Rex, comenzó su actuación con “Alvorada”, del gran Cartola -Angenor de Oliveira-, para muchos el mayor sambista de la historia de la música brasileña a cuya obra Teresa Cristina dedicó un disco –Canta Cartola– en 2016; y se despidió con “Foi um rio que passou em minha vida” , de Paulinho da Viola. Después de que le versátil Ligia Piro hiciera de su interpretación de ese prodigio melodramático que es “Construcción”, de Chico Burque, otro de los grandes momentos de la noche –ahí se dio el encuentro en la sensibilidad justa entre una gran cantante, una gran canción y el atento arreglo de Popi Spatocco–, Teresa Parodi y León Gieco marcaron el final de un encuentro jugado más sobre las emociones que en los estrépitos.
La creadora correntina trazó logradas simetrías con el universo expresivo de Violeta Parra, esculpiendo con su voz, con delicadeza y sabiduría, los versos de “Volver a los 17. Por eso, y acaso por mucho más, recibió uno de los grandes aplausos de la noche, que se prolongaron con la bellísima y contundente “La memoria”, de y por Gieco. El saludo final fue con todos en escena para hacer “Solo le pido a Dios”, desde hace tiempo un himno continental, y el auditorio cantando de pie, entre ellos Evo Morales.
“Olé, Olé, Olé, Olé … Luuula, Luuula”, seguía resonando. “Después de un espectáculo cómo este, no hay lugar para discursos”, dijo el lider brasileño invitado a subir al escenario y sin embargo habló un largo rato de democracia, unidad continemtal y sueños por cumplir. El día en el que Lula volvió a Buenos Aires anocheció con canciones. Canciones de hermandad, de esas que desde hace mucho proponen un propio norte, más acá del Norte.