“Cuando estemos de nuevo en libertad, escribiremos juntas un libro”, le propone Milena a Margarete en el lager en Ravensbrück. El libro llevará por título La época de los campos de concentración, y comprenderá las experiencias de ambas. Margarete se siente incapaz de escribir una sola línea pero Milena, entusiasmada con el proyecto, le explica: “Tú te ocupas de la primera parte con todo lo que me has contado y la segunda parte, lo que ahora estamos viviendo, la escribiremos juntas”. Margarete tiene treinta y nueve años. No se tiene confianza. Y duda que ambas puedan salir vivas de ahí. Milena tiene cuarenta y cuatro. Y sin embargo su vitalidad es inquebrantable, deslumbra. “Pero mi pequeña Grete”, le dice,”quien es capaz de contar las cosas como tú, también puede escribir. A mí se me da mucho peor. Ni siquiera soy capaz de describir como alguien atraviesa una puerta. Por otra parte, has de saber que toda persona puede escribir, si no es analfabeta, claro”.
Ese es el comienzo de una historia de amistad no sólo literaria si bien la escritura será el camino que Margarete Buber-Neumann habrá de adoptar para recuperar en una narración la experiencia del lager y la memoria de su amiga. Milena Jesenska, más tarde conocida por los lectores como la amante de Kafka, destinataria de una correspondencia amorosa célebre, sería recordada durante bastante tiempo sólo como su Beatrice. Pero Milena fue más que la musa de una prosa enamorada en la que se debaten el deseo y la angustia. Hay que subrayarlo: si en la actualidad se la puede conocer a Milena en su integridad y trascendencia heroica, se lo debemos a la narración de su amiga Margarete, la que no se animaba a escribir.
Milena nace en 1896 en un hogar burgués de Praga. Su padre, un médico odontólogo, despótico, intentará doblegarla y convertirla en una joven formal que estudie medicina. Pero no lo logrará. Desde chica la hija presenta un temperamento rebelde. Y apenas despunte su juventud, con su belleza delicada, su atrevimiento y su humor, encontrará su lugar en los bares donde se reúnen los poetas y escritores. Milena se codea con todos y, como feminista y socialista, pronto forma parte de la inteligentzia. Tendrá un matrimonio desafortunado con Ernst Pollack, banquero, adúltero empedernido, asesor de los artistas, entre los que se cuenta Kafka. Estamos en los años veinte. Luego de traducir a Kafka, Milena inicia con él una conflictiva historia de amor. Recién se separará de Pollack unos años después al enamorarse de Xaver Schaffgosh, un outsider de la nobleza, oficial del ejército austríaco. Su nuevo compañero ha conocido Rusia en tiempos de la Revolución y ahora es comunista. Milena entra en su círculo de amistades y empieza a militar en el Partido. Milena escribe sobre costumbres, moda, cuestiones femeninas y vida cultural. Su trabajo de cronista forma parte de lo mejor del periodismo checoslovaco de preguerra. Selecciona varios de sus artículos bajo el título: El camino hacia la simplicidad, libro que dedica a su padre. A su manera, el libro es su “carta al padre” y tiene la pretensión fallida de ser reconciliatorio. En tanto, Schaffgosh es su faldero y también su sombra. Ella le ayuda a buscar trabajo. “Por lo visto, mi destino fue siempre amar hombres débiles”, le confesará Milena a su amiga. “Nadie, en realidad, se ocupó de mí o intentó al menos tratarme bien. Para una mujer, tener demasiadas iniciativas es un castigo. Los hombres, incluso los débiles, sólo lo toleran con agrado durante un corto período de tiempo. Luego se buscan a otra mujer, una frágil muñequita de boquita redonda que se siente en el sofá con las manos en el regazo y los contemple con admiración. De este tipo eran casi siempre las que me sucedían. Y, con frecuencia, asistí entonces a la milagrosa transformación de mis hombres, poco prácticos y no crecidos para la vida, impenitentes intelectuales. Para sus nuevas mujeres corrían escaleras arriba y abajo, buscaban viviendas, iban de un despacho a otro, sacaban pasaportes o escribían cartas oficiales. Sí, incluso empezaban a ganar dinero”.
Nuevamente divorciada, hará pareja con un arquitecto comunista, Jaromir Krejcar, con quien tendrá una hija. Durante el embarazo, a partir de los dolores, se vuelve adicta a la morfina. Después de una estadía en la URSS, Krejcar vuelve amargado por los crímenes del estalinismo. La pareja rompe con el Partido. Milena denuncia los crímenes de Stalin y su persecución de los militantes judíos. Los años del nazismo son sus años de resistencia, acción solidaria y peligro. Nada la detiene en el auxilio a los perseguidos. Es más, se potencia su arrojo. Y también la provocación: llega a pasearse por las calles de Praga con un brazalete amarillo con la estrella judía con la esperanza de que sus compatriotas la imiten. Hasta que en 1939 la detiene la GESTAPO y es destinada al campo de Ravensbrück, donde conoce a Margarete, de quien oyó hablar. Por fin encuentra una igual, una mujer que ha tenido las agallas de denunciar al estalinismo. Apenas Margarete pisa el campo Milena acude en su búsqueda. En la admiración recíproca, surge una amistad que les permite soportar el calvario. “Pocas personas poseen el don de consolar a las demás. Hay que vivir el dolor del otro y sufrir con él. Milena me ayudó a curarme y halló el camino hasta mi corazón”, escribe Margarete. Y anota: “La pérdida de la libertad no implica la pérdida de la necesidad de amor. El deseo de ternura y de consoladora proximidad de un ser querido es incluso mucho más fuerte en cautividad. En Ravensbrück unas lo solventaban con la amistad, otras hablaban mucho de amor y en otras el fanatismo político o incluso religioso se convertía en algo erótico. Las amistades apasionadas eran tan frecuentes entre las políticas como en las asociales y las delincuentes. Las relaciones amorosas entre las políticas sólo se diferenciaban en que las primeras solían quedarse en platónicas mientras que entre las segundas adquirían un carácter marcadamente lesbiano”.
Margarete, nacida en Postdam en 1901, militante de juventudes socialistas desde joven, tras la Primera Guerras se afilia al recientemente creado Partido Comunista. Se casa con Rafael Buber, hijo del filósofo judío Martin. Tiene dos hijas. Se separa. Y se une al dirigente Heinz Neumann. La militancia los lleva a Francia y a la Guerra Civil Española. Al viajar a la URSS, la pareja, decepcionada y crítica del estalinismo, es castigada. Primero desaparece Neumann en la Lubianka. Tardíamente Margarete sabrá que el desaparecido fue fusilado. “Esposa de un enemigo del pueblo” Margarete es enviada primero a Siberia y luego a un campo en Kazajistán. En 1940, tras el pacto Hitler-Stalin, en un gesto diplomático, la URSS le devuelve sus renegados a Alemania. Entre ellos está Margarete. Es decir, del gulag al lager. Para las prisioneras comunistas, Margarete, con su pasado antiestalinista les resulta una trotskista y una traidora. Milena, por su lado, con su personalidad fuerte, que transgrede desafiante las normas disciplinarias del campo, es una molesta por igual para las dogmáticas estalinistas y las marginales. Mientras Margarete ha sido enviada a un barracón de Testigos de Jehová, Milena es asistente en la enfermería. En agosto de 1943, en su cumpleaños, enferma, agonizante, recibe a sus compañeras de cautiverio. La sorprende el saludo. Pensaba que no la querían, que la habían olvidado. Poco después muere.
Margarete habrá de sobrevivir y, terminada la guerra, se convertirá en una ensayista e historiadora notable del totalitarismo. Su obra principal, Prisionera de Hitler y Stalin, concreta el proyecto de las amigas en el lager. Pero su publicación es conflictiva. En los tiempos de la guerra fría, la intelectualidad europea es de izquierda y prefiere hablar de los crímenes del nazismo negando los del comunismo. La obra se publica a veces en dos tomos, con un lapso prolongado entre el volumen correspondiente a Hitler y el pertinente a Stalin. Asilada en Suecia, Margarete deberá enfrentar además de las críticas, una demanda por difamación de Les Lettres Francaises, publicación del PC francés. La fuerte campaña comunista contra Buber-Neumann antes que dudar de las pruebas que aporta prefiere desacreditarla. Tzvetan Todorov, en su monumental Memoria del mal, tentación del bien, ocupa con ella un capítulo tal como lo hizo con Vassili Grossman: “El siglo de Margarete Buber-Neumann”.
En 1963, Margarete escribe: “Milena Jesenska merece atención no sólo como amante de Franz Kafka, sino porque ella misma era una personalidad fascinante, alguien que en su juventud no hizo caso de los convencionalismos burgueses, y que a lo largo de su dura vida, en vez de optar por el individualismo extremo, se decantó por la responsabilidad social y política. Poseía la fuerza y el valor infatigable requeridos en el momento, después de que su patria natal, Bohemia, fuera sometida, para abogar por la causa de la libertad intelectual. Cuando Hitler ocupó Checoslovaquia, Milena empezó a salvar, arriesgando su propia vida, a los más amenazados. Ayudó a los judíos y a compatriotas checos a huir al extranjero. Editó una revista clandestina y exhortó a la oposición contra los opresores. Al cabo de poco tiempo la detuvo la Gestapo. En 1944 murió en el campo de concentración de Ravensbrück”.
En Milena no falta la descripción de los engranajes del horror. Las cámaras de gas, los hornos crematorios, los trabajos agotadores, los castigos, el hacinamiento, las enfermedades, los experimentos médicos con las prisioneras y también la especulación y el comercio con piezas dentales de oro. Y mientras tanto, en los parlantes del lager, un quinteto Schubert. A pesar del horror, Milena es una conmovedora historia de entrega recíproca escrita desde una memoria puntillosa que zanja las dificultades de escritura que plantea una biografía tradicional. Cuenta Margarete: “Como yo era alemana se me denegó el acceso a numerosas fuentes de información que habrían arrojado luz sobre la vida y el destino de Milena. Por otra parte, no conozco ni Bohemia ni la ciudad de Praga. Únicamente a través de los relatos de Milena sé de aquel tiempo maravilloso, durante los primeros treinta años de nuestro siglo, en que su patria natal checa fue cuna y espejo de la cultura, una época que ella vivió. Conocí a Milena en el campo de concentración. Fue allí donde me contó su pasado. Tal vez sea ésta la causa de que haya cometido errores en la narración de su vida, y por ello pido de antemano perdón a los críticos. Dudé mucho antes de atreverme a escribir este libro. Lo hice porque la personalidad de Milena me fascinó y porque me siento unida a Milena por una profunda amistad”.
Teniendo en cuenta el capítulo en que Margarete describe su memoria del amor de Milena y Kafka, sumado a los acápites con frases de las cartas de Kafka que encabezan demás capítulos, su libro bien podría sumarse a la bibliografía creciente que sigue acumulando el escritor. De hecho, como atractivo al libro se lo promocionará como la historia de la enamorada de Kafka. Es cierto que Kafka, tal como soñaba, se convirtió en una literatura central en el siglo pasado debido a su intuición genial para anticipar, con su pathos, la pesadilla totalitaria. Entonces conviene consignarlo, casi todo artículo, ensayo, biografía o novela en la que Kafka es protagonista, inequívocamente, se contagia de su aura. Pero sería injusto, al acercarnos a Milena, quedarnos en Kafka. Porque Milena, con su figura que irradia frescura y coraje, puede incorporarse también a la no menos creciente bibliografía sobre los campos de exterminio. Sin embargo, la narración de Margarete Buber-Neumann, sin proponérselo, conmovedora hasta el desgarro, con la crudeza del documento pero también emocionante en su sensible reconstrucción de los pormenores íntimos de la amistad, es una imprescindible ampliación de la bibliografía kafkiana y también, a la par, de la literatura concentracionaria.
Cuando ya daba por terminado este artículo sobre Milena reparé que tal vez no era claro con respecto al motivo que me impulsaba a escribir sobre este libro. Qué era lo que me había resultado magnético, me pregunté. No fueron la tentación “voyeur” de averiguar quién había sido la amante de Kafka ni el “morbo” indagador sobre qué hay nuevo sobre campos de concentración, Siempre puede haber algo sobre el amor que uno desconozca. Y lo mismo pasa con el horror, ese otro abismo. No obstante, de lo que acá se trata no es sólo del amor y del horror sino de esa delgada línea roja que puede separarlos en situaciones límite y también, por el mismo motivo, puede juntarlos, parados, encontrándose, en esa misma línea. Había algo impreciso en lo que había escrito. El amor y el horror suelen verse entrelazados y desesperados en un país donde un ministro de educación declaró no hace tanto que el nazismo fue un problema de mala gestión empresaria. Pregunto: es que acaso todo aquel que piense en el amor -como Margarete Buber-Neumann, como Milena Jesenska- en términos de compromiso con el otro puede hacerse el desentendido con esta justificación “empresarial” del horror. En este punto, el libro de Buber-Neumann se vuelve lectura urgente. Aquello que lo hace “atrapante”, me digo, es precisamente el grado de necesidad con que fue escrito. Pero no sólo. Es que leerlo se vuelve, más que una recomendación de suplemento literario, advertencia de las sombras que acechan desde un gobierno que hace gala de su banalidad.