Me siento frente a la pantalla blanca para contarle al mundo de qué soy fan y, antes de escribir la primera palabra, mil secuencias de mil películas pasan por mi cabeza todas partidas y mezcladas. Lo primero que pienso es que soy fan de demasiadas cosas y no tengo la menor idea de qué criterio utilizar para elegir. Decido compartir las indeterminaciones que me surgen en lugar de cumplir el encargo que me hicieron. Cada vez que intento ir derecho al objetivo me hago torta contra la pared, en cambio, cuando doy vueltas alrededor de él, algo sucede. Confío en que algo sucederá. ¿De cuántas películas soy realmente fan? Podría decir que soy fan de El Resplandor y todo Kubrick, Volver al futuro, Terminator II, las Batman de Nolan, Elephant, Magnolia, casi todo Bergman, Roy Andersson, Almodóvar, Historias extraordinarias, La película del rey, Petróleo Sangriento, Gatica, todo Lynch, Birdman... Soy además, un adicto a las series: Lost, Juego de Tronos, Los Simuladores, Mad men, Six feet under, Twin Peaks, House of cards, Historia de un clan, la lista es realmente infinita. No puedo dormir si no veo al menos un capítulo de cualquier cosa por día. Soy fan de volver a casa a la noche, acostarme en la cama, abrazar a mi novia y mirar dos capítulos de cualquier cosa. Mi abuela Chola era directora de un jardín de infantes y tenía el vicio de mirar una película por noche antes de ir a dormir. En esa época no había Netflix ni cable, había cinco canales de aire y el único programa que transmitía ficción después de la medianoche era Función Privada. Mi abuela se levantaba todos los días a las seis de la mañana, pero no se dormía jamás sin antes clavarse una película en la trasnoche de Canal Siete. Creo que ni mi abuela ni yo somos realmente fans de ninguna película en particular, más bien nos fascina ese tiempo sin tiempo que crea cualquier ficción y que la noche –gracias a la suspensión de los deberes cotidianos– celebra. ¿Cuándo habrá sido la primera vez que una criatura humana le inventó a otra una ficción con el único y exclusivo propósito de entretenerla? ¿Cuál habrá sido la primer ficción que me contaron? ¿Y la primera que me inventé?  La ficción es la droga clase A de nuestra era. A nadie le importa hoy ni la verdad ni la realidad. Por eso Netflix es más fuerte que todxs. Por eso cada cosa que hacés, cada cosa que vivís y cada cosa que soñás te hace acordar a una película que viste. Por eso a nadie le importa en realidad cuál es mi película favorita siempre y cuando tenga una buena historia que contar al respecto. Pues bien, mi historia es ésta: voy a inventarme un recuerdo que no existe para poder cumplir con el encargo que me hicieron. Tengo treinta y seis años y estoy con mi abuela viendo El gran pez en Netflix. La película termina y yo le pregunto a ella si le gustó. Ella me dice que a partir de este momento ésa es su película favorita de toda la vida. Al igual que al protagonista Edward Bloom, a mi abuela también le quedan los últimos días de vida. Su cuerpo es muy anciano y sus manos están muy débiles, entonces me pide que le alcance un cuadernito y escriba por ella una frase que la emocionó. Mientras anoto lo que me dicta, me doy cuenta que yo también quiero que ésa sea mi película favorita de toda la vida, un poco porque me gusta mucho y otro poco para rendirle homenaje a esas noches en que me escapaba de la cama y me encontraba con la mirada cómplice de mi abuela, sentada en la silla del living del comedor con un durazno blanco gigante en la mano, a punto de detener el tiempo para sumergirse en una irrealidad mágica. Le digo a mi abuela que le voy a robar su cita y su película favorita para poder darle fin a esta nota. “¿Qué nota?”, me dice ella. “Una para Página/12, abuela, el diario que siempre leías vos”. Entonces transcribo la cita en la computadora, envío el texto y me pongo a mirar otra película con ella porque necesito perderme un poco más en el recuerdo de esta escena que nunca existió. “Un hombre cuenta sus historias tantas veces que al final él mismo se vuelve sus historias. Lo sobreviven a él. Y de esa forma, el hombre se vuelve inmortal.”


Juan Coulasso nació en Buenos Aires en 1980. Se formó en el área de actuación con Agustín Alezzo, Julio Chávez, Ricardo Bartís, Ciro Zorzoli, Guillermo Angelelli, Diego Starosta, Alejandro Casavalle, John Strasberg y Nora Moseinco. Ha sido galardonado por su último trabajo como director y dramaturgo con Cinthia interminable dentro de la Bienal de Arte Joven 2013 y fue seleccionado para participar dentro del X Festival Internacional de Buenos Aires, el Festival Santiago a Mil 2015 (Chile), el FEFTIEL 2016 (Uruguay), entre otros. En julio de 2015, fue seleccionado para participar como residente dentro de la “Plataforma Internacional para la Creación de Teatro Musical”, que organizan el Goethe y la Bienal de Múnich, en cooperación con la Maestría en Ópera Contemporánea de la UNTREF, Panorama Sur y el Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea del TSM. Es el fundador de Roseti, sala teatral, que funciona como centro de investigación, producción y formación, destinada a artistas de todas las artes escénicas. Su nueva producción El mundo es más fuerte que yo, realizada junto a Victoria Roland y Matías Coulasso se puede ver actualmente los sábados a las 18.30 en Roseti, Roseti 722.