A partir de una demanda que se gestó en el Centro Universitario de la Universidad de San Martín (CUSAM), que funciona en la Unidad Penal N° 48 del Servicio Penitenciario Bonaerense, el municipio en conjunto con el Instituto Nacional del Cáncer (INC), lanzaron una iniciativa pionera que busca coordinar acciones para prevenir el cáncer cérvico uterino (CC) en personas con cuello de útero que están detenidas. Con la modalidad de autotoma lograron realizar 224 test, de los cuales 187 dieron negativo y 37 positivos, hacer los PAP correspondientes, biopsias o traslado para estudios según la urgencia de cada diagnóstico. En esta nota, Las12 conversó con las impulsoras del proyecto y visitó el Penal de José León Suárez para entrevistar a las participantes de la intervención.
Para entrar al Penal de José León Suárez, yendo desde la Ciudad de Buenos Aires, es preciso tomar Panamericana y Autopista Camino del Buen Ayre. Es bastante directo: si vas en auto, 50 minutos desde el Obelisco, siempre y cuando no sea hora pico. En transporte público, tren y colectivo, tardás el doble y te deja a más de 10 cuadras. En auto, en cambio, podés llegar hasta la puerta pagando 2 peajes de ida y dos de vuelta. Taxi o remís, son las opciones más comunes, si el presupuesto lo permite. Según las trabajadoras del Centro Universitario, al estar tan aislado, resulta muy complejo que las familias se organicen para hacer visitas, y muchas mujeres hace tiempo no ven a sus hijxs, algo que no sucede con la población masculina. La diferencia, sospechan, tiene que ver con que en muchas familias las mujeres son las que tienen un rol de cuidado y lo cumplen llevando a sus hijxs a visitar a sus padres.
El ambiente es húmedo, pesado y con el calor se puede sentir un olor agrio semejante al agua estancada. Así te recibe el Camino del Buen Ayre. Concesionado por el CEAMSE, bordea el predio de la empresa pública que gestiona los residuos sólidos urbanos del AMBA, responsable de uno de los generadores de gas metano más contaminantes del mundo. Sobre esas tierras se encuentra la Unidad N° 48 del SPB. Las montañas de basura se pueden ver apenas tomás por la autovía hacia el oeste; se trata del basural a cielo abierto más grande de Latinoamérica, vecino del río más contaminado de la región, el Reconquista. Una colección de récords, que nadie quiere nombrar.
Nos dirigimos al Pabellón en el que funciona el Centro Universitario de la Universidad de San Martín. Para ingresar pasamos tres controles policiales. Está ubicado en el área de máxima seguridad, en la última parcela que linda con el río Reconquista, y lo rodean árboles que dan al Parque Municipal San Martín.
-Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre jesús, Santa María Madre de Dios -Se escucha un coro de fondo, antes de atravesar una puerta rectangular de rejas que antecede a un portón metálico, visto a la distancia y, por el canto insistente de palomas, calandrias y chimangos, la instalación parece una pajarera gigante. Más tarde, una de las integrantes del CUSAM asegura que para ellas los pájaros son un símbolo de libertad, en el cielo se pueden ver muchas especies que sobrevuelan el río, el basural y el penal.
El CUSAM es un espacio educativo creado por la Universidad Nacional de San Martín, en 2008. Es el único lugar del penal en el que se cruzan todas las poblaciones, varones, mujeres y trabajadores del Servicio Penitenciario. Se puede estudiar Sociología y Trabajo Social, la Diplomatura en Arte y Gestión Cultural dictada por la EayP, y más de 20 talleres artísticos y de oficios. Ese día se entregan los diplomas de fin de año, es un evento festivo, se puede ver en la decoración, el ambiente que invita a charlar con cada integrante, todos visten su mejor atuendo, algunxs pidieron especialmente a la familias algún accesorio. Al ser un evento de cierre, hay hijxs, novixs, amigxs. En el hall de ingreso está la feria con producciones de las distintas actividades como encuadernación, cerámica y cocina.
A partir de la demanda del CUSAM, el municipio y el Instituto Nacional del Cáncer (INC), lanzaron la iniciativa para coordinar acciones preventivas del cáncer cervicouterino (CC) para personas detenidas en el Penal de José León Suárez. Es una acción enmarcada en la estrategia nacional de test de VPH (Virus del Papiloma Humano). La experiencia sienta un precedente, que gracias a la articulación del INC, el Municipio, el Ministerio de Salud de la Nación, Provincia de Buenos Aires y el Servicio Penitenciario Bonaerense, logró realizar el test de VPH a más de 200 personas, con el posterior seguimiento para los tratamientos y con el fin de poner en el centro la salud sexual integral de esa población, mayormente excluida. “Es la primera experiencia en todo el país donde se promueve el tamizaje de test del VPH en una modalidad de toma en contexto de encierro”, reafirma Milca Cuberli, del Instituto Nacional del Cáncer, satisfecha con el trabajo que llevaron adelante y entusiasmada por las posibilidades que se abrieron con esta intervención.
Políticas centradas en el cuidado
R, hace 6 meses empezó a estudiar en el CUSAM, está haciendo las materias del Centro Profesional Universitario (CPU) para empezar Sociología en 2023 aunque, reconoce, le gustaría ser martillera pública. “Estaba estudiando Ciencias Exactas hasta que caí presa, lo único malo es que cuando salís en libertad no podés continuar con la carrera”, lamenta. Para R, la intervención fue un hallazgo porque fue la primera vez que escuchó hablar sobre VPH y la existencia del test le dio tranquilidad. “El autocontrol nos favoreció un montón, porque podíamos hacerlo en forma privada; a veces da vergüenza. Nos explicaron que iban a traer una especie de cepillo chiquito, que es para introducir a la vagina, y de ahí poder saber si teníamos el virus”, relata y confirma lo que contó previamente Milca, porque primero dudó en participar. “Pasa mucho que nos hacen análisis y nunca nos dan los resultados, no recibimos la atención que deberíamos tener.” Se decidió por una cuestión de salud y por tener la posibilidad de hacérselo ella misma.
“Este tipo de cáncer sabés qué lo causa, tenemos los métodos para prevenirlo. Ninguna mujer se debería enfermar o morir, es un compromiso llegar a todos lados”, advierte Milca. Tras la pandemia, el INC propone a varios municipios la posibilidad de avanzar con la propuesta de modalidad autotoma del test de HPV. Según sus estadísticas, las coberturas de los test de tamizaje para prevenir el cáncer cervicouterino, tras la pandemia, estaban por el piso, la población solo se acercaba a los centros de salud por urgencias relacionadas al COVID. En ese contexto, el Municipio de San Martín se adhiere a la iniciativa.
En Argentina funciona desde el 2011 el Programa Nacional de Prevención de Cáncer Cervicouterino, dependiente del INC dentro de la órbita del Ministerio de Salud de la Nación, que tiene como objetivo contribuir a la reducción de la incidencia y mortalidad por esta enfermedad. Una política pública que incluye la vacuna contra el HPV en el calendario para niñas y niños a partir de los 11 años. El programa incluye el test de HPV y el Papanicolaou (Pap) para la detección temprana, entre otras estrategias como la capacitación de profesionales. El tema también está presente en la Ley de Educación Sexual Integral, cuando se abordan las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) y Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS), sin embargo, el número de personas que mueren a causa del cáncer cérvicouterino continúa siendo alto, aproximadamente 2mil por año, según el último informe del INC.
Hasta el momento, el test de VPH se está implementando de forma paulatina, no está en todo el país. Esta herramienta tiene dos modalidades: la toma convencional, de forma presencial en un centro de salud, y la autotoma, una persona se lo puede hacer a sí misma en su casa. Es un instrumento muy valioso para la prevención y detección, fomenta la autonomía en el vínculo con el centro de salud, propone un rol activo del denominado paciente. Se sortean barreras como la falta de plata para ir hasta el centro de salud, evitar ir sola, no tener un lugar donde dejar a lxs hijxs y es muy práctico para personas a las que les da vergüenza mostrar su cuerpo. La muestra se lleva directamente al Centro Médico, donde la analizan e indican los resultados. Si el test da negativo, recién en cinco años vuelve a repetirse. En el caso de que dé positivo, hay que hacerse un PAP.
Con el objetivo de aumentar la cobertura que disminuyó durante la pandemia, el Municipio de San Martín y el INC, ofrecieron la realización de autotoma en territorio. “Nos propusimos laburar también con disidencias, tratando de desmontar las categorías. Empezamos a hablar de personas con cuello de útero que no se identifican como mujeres cis”, cuenta Lucrecia Conti, a cargo del área de Epidemiología de la Secretaría de Salud del Municipio de San Martín. En ese recorrido llegaron a lxs trabajadores del CEAMSE, donde funciona una cooperativa de reciclado, y a muchas personas que trabajan en el CUSAM. “Nos dijeron con todo el amor del mundo, che, está divino que esté llegando a todas las personas, pero no fueron al penal.” Ese señalamiento fue el puntapié para que Lucrecia y Milca decidan encarar la intervención. Fueron 6 meses de trabajo y reuniones para conseguir la autorización para ingresar al penal con los insumos para el test. “No conocíamos el espacio físico, y la autotoma requiere intimidad, tampoco logramos tener el dato de la cantidad de personas con cuello de útero que estaban en el penal”, comenta Lucrecia. Una vez adentro, recorrieron todos los pabellones de la unidad 46 y 47, fueron más de 11 veces para conocer a la población con la que iban a trabajar, contarles la propuesta, escuchar miedos, dudas, diagnósticos previos, brindar información sobre el VPH y cáncer cervicouterino, desandar mitos y prejuicios. A partir de ahí definieron la estrategia, realizaron los test y volvieron con los resultados. Es importante recordar que el VPH es un virus muy común, el 80% de las personas lo tuvimos, lo tenemos o lo vamos a tener, por eso se trabaja en la prevención. La atención permite ver si el virus causó algún cambio en las células del cuello del útero y así brindar el tratamiento necesario.
“Un día llegó el equipo y salimos todas a ver quiénes eran que estaban recorriendo el pabellón, ahí nos propusieron y nos contaron qué era el autotest. Cuando lo escuché, acepté de una. Tengo más de 40 y necesitaba hacerlo”, cuenta N., estudiante de la Diplomatura de Arte y Gestión Cultural de CUSAM, también capacitadora en corte y confección e integrante del taller de Teatro del Oprimido. N. asiste tres veces por semana al CUSAM, y en marzo de 2023 comienza a cursar todos los días, una noticia que la tiene muy contenta. Según las mujeres entrevistadas, el CUSAM es un espacio desde el que pueden canalizar algunos reclamos, como por ejemplo un curso de RCP y la asistencia de una ginecóloga. “Hubo un momento en el que no teníamos en ninguna de las unidades de mujeres una ginecóloga, y somos mujeres. Ahora por suerte conseguimos una en la 47, pero es la única que nos atiende a todas.” Al lado de R. está sentada A., que mira a su compañera, asiente con la cabeza y resalta “no tenemos derecho a la salud”.
La pregunta más común, durante las visitas, tenía que ver con la falta de confianza en las intervenciones médicas. “¿Nos van a entregar los resultados?”, insistían las mujeres de cada pabellón. Al ser una población sobreintervenida y cautiva, hay desconfianza. Muchas veces se acercan con propuestas de salud, les toman muestras de sangre o les realizan exámenes y luego no les entregan los resultados. “Les contamos que no era solo una autotoma, sino también que participan de una investigación, ya que nos parecía importante cuál era su opinión o los conocimientos que tenían, para después a futuro poder elaborar un protocolo para los penales”, explica Lucrecia. Considera que fueron construyendo confianza con las mujeres de cada pabellón cada vez que volvían, y eso permitió que la intervención pueda realizarse de forma fluida. “La escucha y el cuidado permitió que se viviera como una fiesta. Cuando vieron que no dolía hacérselo, iban a la habitación, traían la muestra. Fue para mí una práctica muy atravesada por una cuestión como de alegría”, sintetiza Milca.
A. se encuentra privada de su libertad hace un año y seis meses, es la primera vez que viene al Centro Universitario y está muy sorprendida por el trabajo que hacen sus compañeras. Se lo ve en sus ojos que prestan atención a cada actividad, y en la escucha atenta a cada compañera que toma la palabra para contar sobre la construcción dentro del CUSAM. Es enfermera auxiliar y en su pabellón da talleres de alfabetización. “Teníamos poca información, muchas ni sabíamos qué era el HPV o cómo te hacen un Papanicolau.” Reconoce también que el equipo de trabajo fue muy comprensible con esos miedos que tienen que ver con la falta de información o el pudor de preguntar sobre temas relacionados con la sexualidad.
Derecho a la salud en el encierro
“Te duele la panza, ibuprofeno, te duele la cabeza, ibuprofeno, te duele la uña encarnada, ibuprofeno. Faltan recursos, tenemos un centro sanitario, pero somos muchas, cuando pasa algo en un pabellón te desgarrás la garganta gritando sanidad”, cuenta R. Todo 2022, junto con varias compañeras del CUSAM, levantaron un pedido para comprar un botiquín de primeros auxilios para no depender del Servicio de Salud, que no da abasto. Hasta el momento no lo consiguieron. Prácticas que continúan atrapadas en una lógica vinculada al castigo y no a los Derechos Humanos.
La intervención permitió poner en el centro la necesidad de mejorar la atención sanitaria, trabajar en la prevención y el seguimiento de los diagnósticos en contexto de encierro, también la persistencia de un abordaje de la salud que no contempla las necesidades de personas con diabetes, hipertensión, tiroides u otras enfermedades crónicas. A fin de año, se presentaron los resultados de la intervención, al acto asistieron las participantes. Cuando abrieron el micrófono, algunas pocas se animaron a levantar la mano, frente a las autoridades, y detallar reclamos concretos que se replican en distintos penales de todo el país: alimentación, asistencia de salud, odontología, desratización, falta de higiene, celeridad en trámites relacionados a la salud.
“Cuando pasa algo nos asistimos entre nosotras. Una emergencia, ya sea con un ataque de epilepsia, de pánico, dolor de estómago o lo que sea, tratamos de buscarle la vuelta y curarnos, apoyarnos entre nosotras porque no hay forma si no”, dice R. Una de sus compañeras tiene cáncer de tiroides, y aún no pudo viajar a hacerse la punción. R. está preocupada por su amiga, a quien admira porque “lucha todos los días”. Reprocha que siempre falta algún papel, firma, o le cancelan turnos de un momento a otro. “Parece a propósito, una vez que estás acá no tenés ese derecho, estamos olvidadas”. R. está enojada, pero intenta, como puede, acompañar y seguir generando propuestas para tantas otras mujeres que también tienen diagnósticos, pero no pueden cuidarse como deberían por el contexto de encierro, que de forma explícita margina.
Construir confianza
Una vez realizados los test, se armó una jornada para la entrega de resultados, los imprimieron y se los llevaron en mano. Desde el primer día, el equipo sabía que era fundamental volver con respuestas. “Es muy zarpado que alguien te venga a devolver un resultado, te deje tenerlo impreso”, dice N. que, como muchas otras mujeres, se sumó a la intervención cuando vio que el equipo volvió a entregar los estudios, porque la primera vez le dio desconfianza. En ese sentido, R. también se sorprendió, después de hacerse el autotest hubo mucha incertidumbre. “Pensamos que no iban a volver”, A. agradece que se haya llevado adelante la campaña, asegura que le permitió aprender un poco más “saber los cuidados que tenemos que tener, saber que esto tomado a tiempo te soluciona un montón de cosas, pero no tendría que ser solamente para el HPV esta forma de atención".
Las visitas y entrevistas previas del equipo de trabajo permitieron, también, conocer la disposición del lugar, armar un espacio cuidado para llamarlas de forma individual. “Nos pusimos de espaldas a las demás, contra la pared en un rinconcito, y hablamos con cada una, respondimos dudas para quienes tenían algún tipo de diagnóstico”, describe Lucrecia. Para muchas mujeres, que recibieron un diagnóstico positivo, fue un cimbronazo. Lucrecia y Milca, junto a otrxs integrantes del equipo, armaron una consejería desde la que trazaron un plan de acción para continuar con los controles y tratamientos, las instancias de cuidado y las dudas sobre la convivencia. Las preguntas más comunes se relacionaban con el estigma que aún tienen las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS). ¿Se puede compartir el baño? ¿Qué le digo a mi pareja? ¿Va a pensar que soy infiel?, entre otras. “La infidelidad está atravesada por la sexualidad, charlamos para aplacar un poco el miedo, los ánimos y prejuicios. También para salir del binomio VPH o cáncer cervicouterino.”
Un proyecto colectivo
“Estar privada de tu libertad, que te imposibiliten circular, no debería ir de la mano con la clausura de otros derechos, parece que la persona detenida automáticamente queda anulada como sujeto, y eso en términos de salud es muy destructivo”, reflexiona Lucrecia Conti. Hace hincapié en lo disruptivo de realizar estos estudios en contexto de encierro y en trabajar con una Mesa Intersectorial e interministerial. Este intercambio permitió generar prácticas que van a contramano con lo que comunmente pasa en este tipo de instituciones, donde priman las lógicas punitivas o vinculadas al castigo.
En el marco de esta intervención, se logró avanzar con la primera Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) en el penal. Gracias a la confianza que se construyó en las reiteradas visitas y en las temáticas que se fueron abordando, el equipo pudo acompañar a la persona que la solicitó. “Es muy importante dar cuenta de lo que habilita algo más pequeño, se puede dar lugar a otro tipo de situaciones”, explicó.
El rol del Centro Universitario
El calor del verano ya se siente, estamos en el estudio de radio del Centro Universitario, las ventanas tienen los vidrios cerrados, entra el sol y un ventilador que alivia los 35º acompaña la charla. “Me comprometo mucho con el CUSAM, porque es lo que me da la libertad todos los días, más allá de todos los problemas que tenemos siempre en la cárcel, pienso en mi familia, en mis hijos que no veo hace 4 años y digo tengo que salir”, dice R.
En tanto para N. el estudio estaba perdido, no lo veía como una posibilidad, hasta que una compañera le contó sobre el CUSAM y decidió empezar a participar. “Para mí, poder venir me abrió otro horizonte, y qué lindo horizonte”, suspira y sigue: “Me di cuenta de que si estando en cana pude estudiar en la calle, imaginate todo lo que puedo llegar a hacer”. A. desea empezar a cursar o hacer algún taller, tiene conocimientos de enfermería y cree que eso puede ayudar, además de los talleres de alfabetización que brinda en su pabellón. “Lo que estoy sembrando es para el futuro, para las que vienen atrás de nosotras, para que no pasen por lo que nosotras pasamos.”
Lucrecia, Milca y las mujeres privadas de su libertad, se han topado con la frase “en estos espacios es imposible, no se pude hacer nada”. Todas consideran que nada es imposible. “Nosotras tenemos una apuesta colectiva, el problema es el discurso que clausura derechos”, concluye Lucrecia. La capacitación y sensibilización del personal de salud en los establecimientos carcelarios, la adopción del “Protocolo para implementar la distribución y redistribución del kit de test de VPH en contexto programático”, la elaboración de guía que explicite en cada establecimiento carcelario el modo en el cual se realizará el tamizaje, diagnóstico, seguimiento y tratamiento de las personas con cuello de útero, son algunos de los objetivos a largo plazo, ahora dependerá de la voluntad política para poder sostener este tipo de proyectos. “Una sueña trabajando en políticas públicas de salud, por eso es fundamental trabajar en la continuidad”, sintetiza Milca.